El principio referido tiene que ver con el movimiento, “pues al ver que un cuerpo se desplaza es preciso especificar con relación a qué (es decir, establecer un sistema de referencia), algo que tenía muy claro el astrónomo toscano en el siglo XVII, como demuestra en uno de sus textos al pedirle a su lector imaginarse en el interior de uno de los medios de transporte más usuales de la época: un navío”.
En uno de sus pasajes más célebres Galileo escribía: “Encerraos con un amigo en la cabina de un barco y llevad moscas, mariposas y otros pequeños animales voladores. Colgad una botella que se vacíe gota a gota en un recipiente colocado debajo. Haced que el buque vaya con la velocidad que queráis, siempre que el movimiento sea uniforme y sin fluctuaciones. Las gotas caerán en el recipiente sin desviarse, aunque la nave avance mientras las gotas están en el aire. Las mariposas y moscas volarán hacia cada lado sin concentrarse en la popa, como harían si se cansaran de seguir el curso de la nave”.
De esta manera, 300 años antes de que Einstein publicara su artículo Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, Galileo ya anticipaba que el movimiento es relativo y que las leyes de la mecánica no son unas si el sistema está quieto y otras distintas si se desplaza. “Así fue como él avizoró, y esto es el quid del asunto, que el movimiento rectilíneo y uniforme no es absoluto”, apuntó Frank.
Hasta el momento, la idea predominante era que los estados de movimiento y reposo eran universales, como sostenía Aristóteles, hasta que llegó Galileo, el primer gran científico que construyó la idea de la relatividad y la matematizó, aunque a diferencia del físico alemán, él creía que incluso con sistemas de referencia son distintos, el tiempo era exactamente igual para todos.
“Y aquí es donde se da un punto de ruptura, pues Einstein desarrolla el mismo principio; sin embargo, las ecuaciones no son las mismas”.
En busca del tiempo perdido
Por siglos se pensó que el tiempo era absoluto, es decir, que el de la Tierra debería ser idéntico al que experimentaría una posible vida extraterrestre que habitara a miles de años luz de nosotros. No obstante, Einstein descubrió que el tiempo depende de la velocidad del sistema de referencia y, por ello, mientras en ciertas condiciones un evento se percibe como simultáneo, en otras no lo es, dijo Frank.
Una de las paradojas más famosas para explicar esto es la de los gemelos y consiste en imaginar a dos personas nacidas en la misma fecha, aunque a uno lo mandaremos al espacio. Cuando éste regrese y se reúna con su hermano, para el que se quedó en la Tierra habrá transcurrido más tiempo y, por ende, habrá envejecido más.
“Esto puede sonar a una locura, pero ha sido comprobado con los relojes atómicos tan precisos de hoy, los cuáles han sido instalados en aviones que circundan la atmósfera y se han retrasado. Esto es evidencia de que en ese sistema de referencia el tiempo transcurre de manera más lenta, por el Principio de la Relatividad”.
La gran revelación einsteniana es que el espacio y el tiempo no transcurren igual para todos y que no son entidades separadas, sino una sola realidad: la del espacio-tiempo, lo que tiene repercusiones importantes en nuestro entendimiento del universo, la masa y la energía, subrayó Alejandro Frank.
“Sé que suena complejo y para concluir me gustaría remitirme a algo que recordaba el químico Jaim Weizmann de cuando viajaba en barco rumbo a Estados Unidos y tenía por compañero a Einstein. En esa travesía, relataba quien más tarde sería el primer presidente de Israel, a diario el físico se le acercaba para explicarle su Teoría de la Relatividad. ‘Al final una cosa sí me quedó muy en claro, que Einstein entendía muy bien su teoría’. Yo por mi parte espero que ustedes se vayan de aquí convencidos de que yo también la entiendo”.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]