Las extraordinarias metáforas de Mary Shelley, una muchachita de 18 años autora de la novela Frankenstein en el siglo XIX, permanecen hasta nuestros días como un argumento para justificar una serie de experimentos muy valiosos para defender y entender la vida, dijo Antonio Lazcano Araujo, profesor emérito de la Facultad de Ciencias.
Es así que la fascinación por este texto se ha dado no sólo en el mundo de las humanidades, sino también en las ciencias, añadió el investigador universitario. Por ejemplo, hemos escuchado argumentos de creación de vida en laboratorios donde se ha intentado crear gatos con distintas partes de organismos, e incluso plantas como si fueran el mismo Frankenstein.
En realidad se trata de una metáfora, porque en la actualidad lo hacemos con técnicas moleculares muy poderosas. De hecho, podemos tomar genes de especímenes como son las luciérnagas y meterlos en las plantas, y así tener vegetales luminiscentes que brillan en la obscuridad.
Esto no se trata sólo de una curiosidad científica, sino que son instrumentos muy poderosos que nos permiten ver cómo se expresa una proteína, añadió el profesor universitario.
Así, tenemos modelos biológicos espléndidos como ratones transgénicos que tienen todas las secuencias del ADN de un aparato inmunológico humano para estudiar los efectos que tienen sobre un mamífero, algunos parásitos y medicamentos, entre otros.
Esto nos permite experimentar con animales en condiciones que tratan de proteger su integridad y evitar lastimarlos, pero que son investigaciones que no podríamos realizar con humanos por principios éticos muy poderosos, concluyó.