El dióxido de cloro fue promovido como “cura milagrosa” durante la pandemia, pero la ciencia demuestra lo contrario: es un compuesto tóxico que oxida las células y puede causar insuficiencia respiratoria, renal o incluso la muerte. Su consumo no tiene beneficio médico alguno y representa un riesgo grave para la salud humana.
Durante la pandemia de COVID-19, la desinformación convirtió al dióxido de cloro en una supuesta “cura milagrosa” capaz de fortalecer el sistema inmune y eliminar virus o bacterias. Sin embargo, no existe evidencia científica que respalde esos efectos. Por el contrario, este compuesto químico es tóxico para el organismo humano y puede causar daños graves e irreversibles.
Un oxidante que destruye tejidos
“El dióxido de cloro no es un medicamento; es un agente químico altamente oxidante”, explica la doctora María Jiménez Martínez, de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Al ingresar al cuerpo, se descompone en clorito, clorato e ion cloruro, sustancias que alteran el equilibrio electrolítico y el balance redox de las células. En términos sencillos, provoca estrés oxidativo: daña las membranas celulares, las proteínas y el ADN.
El consumo de este compuesto afecta de inmediato la química sanguínea. Al aumentar el nivel de cloro en la sangre, el riñón elimina bicarbonato para intentar compensar el desequilibrio, lo que agrava el problema: se genera acidosis metabólica, una condición potencialmente mortal que altera la función respiratoria y renal.
“Afecta la respiración, el riñón y la sangre. Puede causar insuficiencia respiratoria severa, insuficiencia renal e incluso la muerte”, advierte Jiménez Martínez.
Daño sistémico y riesgo de muerte
El doctor Omar Sued, presidente de la Sociedad Argentina de Infectología, señala que los efectos oxidantes del dióxido de cloro destruyen los eritrocitos, las células encargadas de transportar oxígeno. “Cuando se rompen los glóbulos rojos, el cuerpo pierde su capacidad para oxigenarse adecuadamente, lo que puede desencadenar insuficiencia hepática o renal aguda”, detalla.
Los síntomas iniciales incluyen irritación en la boca, garganta y estómago, vómitos, diarrea y dolor abdominal. En casos graves, se presentan fallos multiorgánicos. Ninguna de estas reacciones tiene un efecto terapéutico; todas son signos de intoxicación.
Evidencia inexistente, riesgo real
A pesar de los testimonios difundidos en redes sociales —“mi familiar lo tomó y se curó”—, los expertos explican que la aparente mejoría no prueba eficacia alguna. “El 98 % de las personas con COVID-19 leve se recuperan sin tratamiento. Que alguien haya tomado dióxido de cloro y mejorado no significa que el químico haya tenido algún efecto”, aclara Sued.
Alertas internacionales
La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), la Cofepris en México y múltiples agencias sanitarias del mundo prohíben el uso del dióxido de cloro para consumo humano. No existe registro sanitario que autorice su venta o formulación con fines terapéuticos.
“El dióxido de cloro es un desinfectante industrial. Ingerirlo no previene ni cura enfermedades; solo pone en riesgo la vida”, enfatiza la doctora Jiménez Martínez.
