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Enseñar ciencia

Las características que permiten a los seres vivos adaptarse y sobrevivir se transmiten de generación en generación a través de la herencia genética. Entre los rasgos que pueden heredarse de este modo están los instintos de los animales: comportamientos con base genética que tienen un valor de supervivencia. Por ejemplo, el instinto de construir nidos en las aves o el de cazar en los depredadores.

Hay instintos que, además del componente biológico, tienen también otro que requiere aprendizaje. El canto característico de muchas aves no depende sólo de la herencia, sino de que el polluelo aprenda de sus progenitores, a cierta edad, la manera adecuada de cantar. Y en algunas especies animales incluso se han detectado comportamientos que se transmiten “culturalmente”: que son exclusivamente aprendidos. Por ejemplo, en diversas especies de monos en ambientes aislados, como islas, se ha observado que un individuo descubre espontáneamente cómo abrir nueces u ostras utilizando “herramientas” como una piedra grande o bien una delgada y afilada, y posteriormente sus congéneres aprenden por imitación dicha habilidad. Pero sólo la especie humana ha desarrollado la capacidad de transmitir conocimientos a través del lenguaje complejo, tanto hablado como escrito. Normalmente, los padres transmiten a sus hijos numerosos conocimientos a través tanto de la imitación como del lenguaje hablado. Pero a lo largo de la historia, las diversas sociedades hemos acumulado un bagaje cultural tan amplio que los conocimientos básicos que todo ciudadano debe aprender rebasan con mucho lo que puede enseñarse en la familia. Surgen así las escuelas.

El ser humano es también la única especie que ha logrado desarrollar un conocimiento científico y tecnológico, gracias al cual ha logrado sobrevivir y progresar, durante más de 300 mil años, en los más diversos ambientes.

La ciencia es, sin duda, una de las herramientas de supervivencia más valiosas con las que contamos los humanos. Por ello mismo, aun cuando no todas las personas estudien para convertirse en científicas, todas las sociedades modernas consideran que una educación científica básica debe formar parte de la educación escolar de todos los niños y niñas. Enseñar ciencias, todas las ciencias, es una obligación básica de cualquier Estado y gobierno.

Enseñar tanto sus conceptos fundamentales como —más importante— sus métodos, su forma de abordar y resolver problemas. Porque el conocimiento y el pensamiento científicos son fundamentales para todo ciudadano responsable del siglo XXI. No sólo nos hacen mejores ciudadanos de una democracia, mejor informados y más críticos, sino que nos permiten participar de manera deliberada en la toma de decisiones relacionadas con ciencia y tecnología que pueden afectar tanto nuestras vidas y nuestras sociedades como nuestro planeta.

Privar a los ciudadanos de la imagen del mundo que nos proporciona la ciencia sería una irresponsabilidad tan inaceptable como privarlos del acceso a cualquier otra de las manifestaciones de la cultura y la creatividad humanas.