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El punk y sus resonancias artísticas siguen vivas

https://youtu.be/ltWcEsbSjds

“¿No se sienten estafados? ¡Buenas noches!”… Con estas palabras Johnny Rotten se despedía de su audiencia en aquel mítico concierto del 14 de enero de 1978 en la Arena Winterland de San Francisco, el último que darían los Sex Pistols. Para muchos, con esa frase el vocalista de la banda suscribía una máxima que se ha venido repitiendo desde entonces: el punk está muerto.

“No obstante, si fuera así estamos ante un muerto viviente que aún influye y resuena”, asegura José Luis Paredes —mejor conocido como Pacho—, director del Museo Universitario del Chopo, al hablar de PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo, exposición que llega a la Ciudad de México tras haber recorrido el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) de Madrid, el ARTIUM de Vitoria-Gasteiz y el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA).

“Es preciso aclarar que ésta, más que una muestra sobre el punk, es una que versa sobre la creación artística y surge de la reflexión que hizo el curador David G. Torres tras leer el libro Rastros de carmín, de Greil Marcus, donde se bosqueja una genealogía de movimientos inconformistas y subversivos de donde abreva esta subcultura”, dice quien alguna vez fuera el baterista del grupo La Maldita Vecindad.

A partir de esta base, la exhibición del Chopo se plantea como una invitación a adentrarse en una serie de propuestas que echan mano del video, el sonido, la plástica, la fotografía o la instalación, que lo mismo pueden ser long plays incrustados en un muro —cual flechas en una diana— que la recreación de un cristal blindado a punto de ceder por el impacto de balas percutidas a quemarropa.

“Las piezas están agrupadas en función de ciertas prácticas punk como el collage, el apropiacionismo, la reivindicación del hazlo tú mismo, la autogestión, la reivindicación de la diferencia cultural y sexual, la crítica al establishment, lo políticamente incorrecto o la protesta espontánea no filtrada por dogmas”, agrega Pacho.

La exposición incluye el trabajo de más de 40 artistas locales e internacionales. En esta ocasión es más grande que la del CA2M, pues integra a más artistas mexicanos, como Israel Martínez, Daniel Guzmán, Luis Felipe Ortega, Guillermo Santamarina o el Dr. Lakra.

El punk regresa a El Chopo

Para Pacho, traer esta muestra en especial justo este espacio tiene implicaciones históricas, pues el Museo del Chopo ha acompañado al movimiento punk mexicano desde su origen. “Todo se remonta a 1980, cuando se inauguró un tianguis cultural al interior del recinto, donde cada sábado llegaban melómanos a intercambiar parafernalia relacionada con la llamada música no comercial, que entonces era casi todo (jazz, blues, canción de protesta o rock)”.

Este mercado creció tanto que en 1982 se vio obligado a salir a la calle —entonces llamada del Chopo y hoy Doctor Enrique González Martínez—, donde permaneció hasta 1985, año en que los vecinos del lugar exigieron su desalojo, instigados por un pánico moral hacia las culturas juveniles, alimentado en gran parte desde el Estado y las instituciones.

“Así comenzó una diáspora que obligó al tianguis a organizarse y crear formas de autogobierno y autodefensa, inspiradas parcialmente en el movimiento cívico surgido a raíz del terremoto de 1985 y en parte por el “hazlo tú mismo” tan típico de la subcultura punk, la cual halló así en el Museo del Chopo una plataforma de encuentro, circulación y resonancia aún tangible, refiere José Luis Paredes.

A la pregunta de si el punk ha muerto, Pacho responde que quizá lo ha hecho en sus manifestaciones más superficiales, como las relacionadas con el espectáculo o la moda, pero no en sus posicionamientos de inconformismo, crítica al establishment, de autogestión o de empoderamiento de las comunidades, pues todos ellos son valores reivindicables ante la crisis de los sistemas políticos o al poder de las grandes corporaciones.

Su postura de “hazlo tú mismo” sigue siendo no sólo pertinente sino necesaria. Reivindicar al punk como movimiento y adscribirte a él de forma dogmática hoy sería un absurdo; sin embargo, su realidad histórica tiene una resonancia perceptible hasta nuestros días, incluso en el arte, concluyó.