Explora unam global tv
Explora unam global tv
explorar
Explora por categoría
regresar

El envejecimiento se puede retrasar

  • Una cosa es el paso del tiempo y otra, muy distinta, el deterioro del organismo. Al estudiar los procesos de envejecimiento en la naturaleza, podemos aprender cómo mejorar la esperanza de salud humana. Quienes llegan a 100 años de edad o más, comparten un estilo de vida: dieta baja en calorías y actividad física.

Suele decirse que el envejecimiento es inevitable y que todas las especies envejecen. La verdad no es así. Cada especie tiene una longevidad y una tasa de envejecimiento características. Mientras que las moscas viven pocas semanas y los ratones tres años, se han encontrado almejas que llevan vivas más de 300 años. Más sorprendente aún es descubrir que hay especies que no envejecen: el ratopín (Heterocephalus glaber), un topo de tamaño similar a los ratones, vive entre 30 y 40 años sin desarrollar características de envejecimiento ni padecer enfermedades asociadas a la vejez (como cáncer, neurodegeneración, enfermedades cardiovasculares, entre otras).

Esto quiere decir que el envejecimiento es biológicamente evitable. Si entendemos los mecanismos moleculares y celulares que permiten a los ratopines vivir décadas sin envejecer, podremos desarrollar estrategias para retrasar la senilidad. Se sabe que en la especie humana esto es posible al notar que algunas personas llegan saludables a los 100 años, mientras que otras envejecen más pronto y padecen múltiples enfermedades crónicas desde los 50-60 años.

Las células tienen mecanismos para identificar componentes dañados y repararlos o, bien, eliminarlos y remplazarlos. Entre las características que distinguen al envejecimiento se encuentra la falla de esos procesos, por lo que ya no es posible a las células reparar sus componentes, como el material genético, las proteínas y organelos como las mitocondrias.

Autofagia: “mantenimiento” celular

Uno de los principales mecanismos de mantenimiento de las células se llama autofagia. La eficiencia de la autofagia disminuye con el paso del tiempo en las especies que envejecen. También se observan señales de que la autofagia dejó de funcionar en los cerebros de personas que murieron de algún trastorno neurodegenerativo como las enfermedades de Parkinson o de Alzheimer. En cambio, en el ratopín, que no envejece, la autofagia funciona correctamente a lo largo de toda su vida. Estas observaciones permiten suponer que la falla en la autofagia promueve el envejecimiento. De hecho, estudios en diversas especies han mostrado que al estimular la autofagia se retrasa la ancianidad.

La autofagia es un proceso por el cual las células digieren sus propios componentes por medio de los lisosomas. Los lisosomas son organelos especializados que rompen las moléculas que componen el material que se llevó a su interior, lo cual permite a la célula volver a utilizar esos materiales o, por el contrario, desecharlos. Los lisosomas funcionan como el sistema digestivo de las células.

Por increíble que parezca, las células han desarrollado una manera de resistir sin comer durante largos periodos mediante la digestión de sus propios componentes. Cuando las condiciones de ayuno se prolongan, las células  activan la autofagia con el fin de digerir parte de sus propios componentes y reciclar los metabolitos necesarios para sintetizar moléculas más esenciales. Por ejemplo, las células pueden digerir proteínas no esenciales para liberar aminoácidos. Al digerir grasas y carbohidratos almacenados en la célula, la autofagia estimula el metabolismo de lípidos y de azúcares; también regula la disponibilidad de hierro. Incluso, ayuda a las células a secretar no sólo material dañino sino, también, proteínas que funcionan como señales para células vecinas. Al dejar de funcionar la autofagia, como ocurre en el envejecimiento, se pierden estas funciones benéficas. Por eso es esencial que la autofagia funcione adecuadamente.

Al estudiar lo que tienen en común las personas que llegan a los 100 años en estado saludable, diversas investigaciones coinciden en señalar un estilo de vida que estimula la autofagia: tienen una dieta baja en calorías (que puede alcanzarse dejando de comer cuando la persona está 80% satisfecha) y mantienen actividad física. El ejercicio induce autofagia, incluso en las neuronas cerebrales. Ahora entendemos que el envejecimiento es el principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas asociadas a la vejez. Al retrasar el envejecimiento mismo, se podría retrasar el desarrollo de diversas enfermedades. Esto parece más efectivo que estudiar y atacar una enfermedad a la vez.