*¿Cuáles fueron sus principales consecuencias?
*Y lo más importante: ¿Qué sigue ahora para nuestro mundo?
Para responder a estas preguntas, inicio con el reconocimiento de un hecho básico: en ese año tú eras una chavita o un chavito y por lo tanto tus recuerdos sobre el tema son mínimos y tienen el sesgo de los ojos y los dichos de tu familia.
Veamos:
Los Hechos.
Para quiénes nos tocó ser testigos de primera mano del operativo terrorista que estrelló cuatro aviones de pasajeros, dos en contra de las Torres Gemelas de Nueva York, otro contra El Pentágono, a las puertas de Washington D.C. y uno más que cayó en Pennsylvania en su ruta hacia el edificio principal del Congreso, lo fundamental es lo siguiente:
• Osama Bin Laden ganó. Armado de unos cuantos miles de dólares, buena logística, el fanatismo de unos pocos extremistas árabes y unas navajas para cortar cartón, logró demostrar que el Imperio sí tenía pies de barro.
• Estados Unidos, la superpotencia del siglo pasado, con todo y su obsesión guerrera, creía estar preparada hasta para los peores escenarios, pero no para un ataque tan simple y probable. Lo cual, por cierto, fue reconocido en una rara audiencia pública del Comité Selecto de Inteligencia del Congreso en la primavera de ese mismo año.
• El shock social fue enorme. En los días y semanas siguientes a aquella mañana de martes, quien dominó la agenda pública en todo el mundo fue Al Queada. Y aunque desde el día uno todo apuntaba a Osama Bin Laden como principal responsable, el pasmo e incapacidad de la mayor potencia militar de nuestro tiempo fue realmente asombroso.
Las consecuencias
La industria del miedo demostró ser capaz de detener la historia y generar ganancias increíbles para sus promotores.
• Hasta una semana antes de los atentados, el presidente de Estados Unidos era una figura menospreciada internacionalmente. Pero luego de unos pocos meses de una campaña propagandística que integró un patrioterismo extremo con una paranoia generalizada –ayudaron ciertamente un par de francotiradores que mataban indiscriminadamente en los suburbios de la Capital y los sobres anónimos con ántrax enviados a algunos legisladores–, la élite política y los grandes medios se volcaron a la construcción de un humor social de intolerancia y aislacionismo. La reelección de Bush Jr. Y las carísimas guerras contra Irak y Afganistán de la siguiente década fueron apenas la punta del iceberg.
Tres. 16 años después.
Para quienes vivieron el momento en transmisión en vivo por televisión, el Nine/Eleven es una cicatriz que define un antes y un después de sus biografías personales.
Para ti, y para quienes el tema es una referencia un tanto lejana, ese momento es apenas en despertar de una ola –Tiempos de Odio le llamo yo–, que demuestra que efectivamente al final de la Guerra Fría seguiría un Choque de Civilizaciones.
Pero no el choque que pronosticó Samuel Huntington en 1972, un enfrentamiento entre un mundo islámico pobre y fanatizado contra las fuerzas civilizadas del Occidente. La gran batalla es, como lo vino a probar el señor Trump, entre las fuerzas aislacionistas y fanatizadas –sean el ISIS, los Neo Nazis, Boko Haram o el Ku Kux Klan–, y por el otro lado, quienes promueven ideas de tolerancia, el respeto a la diversidad y también una economía global con pleno respeto al libre tránsito de mercancías y personas.
Lo que viene.
La ola de la frustración y la intolerancia ante el viejo Establishment es ya un tsunami que recorre el mundo. De izquierda o de derecha, los viejos regímenes se colapsan en casi todos lados.
Como hace un siglo, las placas tectónicas del poder económico se están reacomodando.
Hoy que el mundo es más y más pequeño gracias a la revolución de las comunicaciones digitales, hoy que el avance científico es notable, a todos nos toca vivir el momento en el que las manecillas del reloj de la guerra nuclear marcan 2 minutos antes de la media noche.
El Nine-Eleven es mucho más que una serie de videos impactantes o un recuerdo que devela la gigantesca cortina de propaganda con que los extremistas ganaron terreno en buena parte del planeta. El Nine-Eleven es, puede ser, el inicio de otro siglo de odios, de grandes guerras y de destrucción. Y, por supuesto, también es la oportunidad de construir un planeta más sano y feliz. Pero eso te toca a ti.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]