El 10 de septiembre es una fecha que debería estar marcada en todos nuestros calendarios, ya que es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Este día es una iniciativa de la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio y cuenta con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud. El evento tiene como objetivo generar conciencia y compromiso a nivel global para centrar la atención en la prevención del suicidio, un problema de salud pública que, lamentablemente, sigue cobrando vidas.
Este año, el tema del Día Mundial de la Prevención del Suicidio es “Crear esperanza a través de la acción”. Este lema nos llama a todos—familiares, amigos, compañeros de trabajo, miembros de la comunidad, profesionales de la salud y gobiernos—a participar en una acción colectiva para abordar este grave problema. No solo es un recordatorio de que existe una alternativa al suicidio, sino que también resalta que nuestras acciones, sin importar cuán pequeñas sean, pueden infundir esperanza en aquellos que más lo necesitan.
México no es ajeno a esta problemática. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de las Estadísticas de Defunciones Registradas (EDR) de 2022, en México se contabilizaron 8,237 suicidios en ese año, con una tasa de 6.4 por cada 100,000 habitantes. Aunque esto representa una disminución de 0.2 respecto al año anterior, la cifra sigue siendo alarmante y subraya la necesidad de acciones efectivas para prevenir más pérdidas de vidas.
Las cifras globales son igualmente preocupantes, especialmente en la Región de las Américas, donde la tasa de mortalidad por suicidio ha ido en aumento, en contraposición a otras regiones donde estas cifras están disminuyendo. Los suicidios y los intentos de suicidio no son tragedias aisladas; tienen un efecto dominó que afecta no solo a los individuos sino también a las familias, comunidades y sociedades en general. Los factores de riesgo son variados y pueden incluir pérdida de empleo, traumas, abuso, enfermedades mentales y barreras para acceder a la atención médica adecuada.
Además, el contexto actual de la pandemia de COVID-19 ha exacerbado aún más la situación, aumentando la prevalencia de enfermedades mentales y afectando la disponibilidad de servicios de salud mental esenciales. La migración y otras crisis humanitarias, exacerbadas por la crisis climática global, añaden capas adicionales de complejidad a la situación.
A pesar de estos desafíos, hay medidas concretas que se pueden tomar para prevenir el suicidio. Restringir el acceso a métodos letales como armas de fuego y pesticidas, implementar políticas de salud mental sólidas y promover una cobertura mediática responsable son algunas de las acciones que han demostrado ser efectivas. Sin embargo, uno de los mayores obstáculos para combatir este problema es el estigma social asociado con el suicidio y las enfermedades mentales. Es crucial que trabajemos para erradicar este estigma y fomentar una mayor alfabetización en salud mental.
La clave es que cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la prevención del suicidio. Al adoptar medidas proactivas, no solo podemos salvar vidas sino también servir como faros de esperanza para aquellos que se encuentran en la oscuridad. No olvidemos que “crear esperanza a través de la acción” no es solo un eslogan, sino un llamado a la responsabilidad y la acción urgente.
Para una visión más completa y experta sobre este tema, te invitamos a consultar las notas que componen nuestro Especial sobre la Prevención del Suicidio. No podemos permitirnos ser complacientes cuando tantas vidas están en juego; cada acción cuenta, y tu contribución podría hacer toda la diferencia.