En compañía del doctor Samuel Ponce de León, coordinador de la Comisión especial de la Universidad Nacional Autónoma de México para la investigación del COVID-19, que recorre el mundo, el doctor Alejandro Macías, infectólogo de la UNAM, nos explica lo que debemos saber sobre el tema.
Esto es lo que aprendimos:
En México la ola del coronavirus está llegando. El problema que comenzó en China tiene tres veces más personas infectadas en una importante cantidad de países, sobre todo de Asia, el Medio Oriente y Europa. No hay vacuna y, como todas las enfermedades virales, no se cura con antibióticos. Su tasa de mortalidad es relativamente baja y los expertos consideran que por cada paciente infectado habrá 2.5 personas contagiadas.
La buena noticia es que entre quienes puedan contraer la enfermedad el patrón esperado por los especialistas en salud es el clásico 80-15-5. Esto es, 80 por ciento de las personas que contraigan el virus prácticamente no les pasará nada. Para un 15 por ciento, los efectos de la enfermedad serán prácticamente los mismos que un caso de influenza convencional y perfectamente podrán curarse en casa. Es el 5 por ciento restante, sobre todo personas de edad avanzada y/o que padecen alguna enfermedad crónica, quienes necesitarán atención médica especializada.
Por todo ello, además de seguir las medidas de higiene necesarias, desde un punto de vista de salud pública, la mejor recomendación es la de disminuir al máximo posible la expansión de la enfermedad. Para no contagiar lo que más funciona es el auto aislamiento. En otras palabras, quedarse en casa y desde ahí –siguiendo las instrucciones médicas para este tipo de infecciones–, fortalecer en todo lo posible el sistema inmunológico.
Así, en la medida que los hospitales puedan usar su capacidad instalada para tratar infecciones respiratorias agudas en la atención de los pacientes que más lo necesiten, se podría mejorar la capacidad de respuesta ante esta nueva pandemia.
Además, es importante tener cuidado con el pánico, más contagioso que el virus mismo, y la información chatarra, pues ésta puede generar más daño que la propia enfermedad.
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