En 1922, un niño de 14 años de Toronto, Canadá, recibió la primera inyección de insulina para tratar la diabetes que amenaza su vida. El mismo año, los investigadores comenzaron a probar las formulaciones orales de insulina, con la esperanza de aliviar a las personas con diabetes de las inyecciones diarias. Ese esfuerzo fracasó, al igual que docenas de intentos similares. Pero la esperanza realista para la insulina oral finalmente puede estar aquí.
Los investigadores informan en Science que han diseñado una cápsula que, una vez ingerida, hace un pequeño agujero en el revestimiento del estómago para administrar insulina u otros medicamentos llamados biológicos que no se pueden tomar por vía oral.
La cápsula del tamaño de un arándano, se constituye de dos partes: una tapa de polímero liviana, y una base pesada de acero inoxidable con un orificio. Este material le otorga un centro de gravedad bajo, lo cual, junto a la forma de la cápsula, le permite girar rápidamente y orientar el agujero hacia la parte inferior del estómago. En el interior de la cápsula hay una varilla, un polímero biodegradable con una punta de insulina, unida a un resorte de acero embebido en sacarosa caramelizada.
El principio de acción de la cápsula es bastante simple. Tras su ingesta, ingresa en el estómago y se orienta correctamente. Luego de un breve lapso, el azúcar alrededor del resorte se disuelve y la varilla se inyecta en la pared de la mucosa gástrica. De éste modo, la insulina alcanza el flujo sanguíneo. Finalmente, la microaguja se disuelve y la cápsula abandona el cuerpo de forma natural.
En pruebas en animales, los investigadores demostraron que podían administrar suficiente insulina para reducir el azúcar en la sangre a niveles comparables a los producidos por las inyecciones administradas a través de la piel. También demostraron que el dispositivo se puede adaptar para administrar otros fármacos proteicos.
El equipo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) continúa trabajando con para desarrollar aún más la tecnología y optimizar el proceso de fabricación de las cápsulas. Creen que este tipo de administración podría ser útil para cualquier fármaco proteico que normalmente deba inyectarse, como los inmunosupresores utilizados para tratar la artritis reumatoide o la enfermedad inflamatoria intestinal, también puede funcionar para ácidos nucleicos como el ADN y el ARN.