Creo que puedo ser la voz de mi generación…
o al menos una voz, de una generación.
Hannah Horvath (Lena Dunham)
No tenía idea de que existía la serie hasta que anunciaron el final, me atrapó al principio, pero pronto me sentí timada, ¿por qué escribo sobre ella entonces?
Creo que trata temas relevantes que es bueno poner sobre la mesa, ya que en su momento se pensó como “una serie de milenials” o “feminista”.
Soy milenial, entro en el rango de edad para serlo y debo admitir que el término me es gracioso porque me etiqueta como parte de la fauna que no puede comprar una casa, no está satisfecha en un trabajo de oficina y vive con sus padres. Una generación de quejosos que aun teniendo muchas ventajas (o al menos eso nos dicen los mayores), poco o nada ha logrado resolver sobre de dónde viene o a dónde va.
De eso trata Girls.
La encontré por casualidad mientras veía las noticias en mi muro de Facebook, apareció el video donde Lena Dunham (hasta ese momento una desconocida) hablaba sobre la serie Girls, que el pasado 16 de abril llegó a su fin.
Esta escritora de 30 años es también la protagonista de la serie, y me dio curiosidad conocer el punto de vista de la creadora y líder en un elenco formado por otras tres mujeres que contaban la historia de sus veintes. La trama me enganchó porque se trata de una recién graduada en letras inglesas que vive en Nueva York en un trabajo como voluntaria. Todo el dinero que tiene es el que le dan sus padres y finalmente, después de dos años de graduarse, llega el fatídico día: sus padres le anuncian que no seguirán financiándola.
Empaticé con ella, le conté sobre la serie a mi familia y a algunos amigos. Soy estudiante de letras, he tenido algunos intentos de independencia, pero dependo del apoyo familiar, tengo dos pesos en el bolsillo y sueño con hacerlo todo (seguir en los veintes por tiempo indefinido es parte de ese plan). Fui la presa perfecta de Dunham.
Al finalizar la primera temporada pensé que esta serie trataba sobre alguien en búsqueda de emociones y experiencias nuevas, nuevos amantes, nuevas sensaciones, drogas, empleos que se desechan como servilletas y amores inalcanzables que, al alcanzarse, van al bote de experiencias usadas para ir por una nueva. Quise saber qué pasaba al final, admito que necesitaba ver el final, ¿cómo lograría resolver su vida alguien como ella?, ¿encontraría alguna pauta que pudiera ayudarme a mí también?
Con el título de la serie me sentía en pugna, Girls traducido al español es simplemente “Chicas” o “Niñas”. Recordé el video de la actriz Mayim Bialik (“Girl” vs. “Woman”: Why Language Matters) donde hace no mucho, hablaba sobre el uso de este término como algo sexista: hay indicios que nos dicen cuándo una chica en realidad es una mujer, un diploma de la preparatoria, un empleo, que pague un seguro para su auto, la hipoteca… ser madre. En este discurso se hace énfasis en cómo el lenguaje, efectivamente representa cosas, y el ser llamada niña cuando se es una mujer, tiende a infantilizar la figura de una persona que, en su edad adulta, sigue siendo vista o tratada (aún a pesar de ella) como alguien que requiere tutoría o que no es lo suficientemente madura como para hacerse cargo de sí misma.
Según las palabras de Dunham, sus personajes son niñas volviéndose mujeres, y recordando a Simone de Beauvoir cuando dijo que la mujer no nace, se hace, me dio más curiosidad saber ¿en qué consiste la maduración de una chica a una mujer, según esta serie que ha tenido tantos fans como detractores?, ¿los personajes realmente logran esa evolución?, ¿ser una mujer hoy en día significa ser madre o poder pagar las cuentas?
El origen del cuarteto neoyorquino
Para empezar, de forma inevitable, hace referencia a Sex and the City, aunque se aleja de la serie que “liberó” a las mujeres de una generación entre la mía y la de mi madre. No sé si es algo personal, pero en definitiva Carrie Bradshaw fue y creo que aún es, un modelo a seguir, escribía una columna y le daba para pagar un departamento para ella sola y usar zapatillas Manolo Blahnik. Sin embargo, me sentía defraudada cada vez que regresaba con Big… algo simplemente moría en mí al verla derretirse frente al perpetrador de su sufrimiento y por qué no, gracias a él, la serie pudo sacar más de lo que originalmente podía. También me asustaba la claridad con la que los personajes enmarcaban sus deseos: la familia, el trabajo, el sexo… todo parecía definido y el quid de la trama era la medida en la que lo lograban y el tiempo que les duraba el goce de su éxito.
Girls no se trata sobre personajes aspiracionales, pero sí explota el elemento de la moda. Aunque es posible notar la naturaleza de los personajes y sus cambios (más de estilo que de madurez) a lo largo de la serie, la protagonista no nos ofrece la opción de un guardarropa fantástico, pero sí nos muestra en muchas ocasiones y de principio a fin, desnudos de un cuerpo que no sigue el parámetro de las actrices que se muestran casi siempre en televisión.
Los personajes no saben lo que quieren, prácticamente acaban de terminar la universidad, se encuentran en el primer lustro de sus veintes y los empleos y las relaciones a las que pueden aspirar están marcados por la misma experiencia laboral y sentimental que uno puede tener en esos años.
A lo largo de las seis temporadas, y mientras se van acercando a los treinta, los personajes tienen una evolución que en algunas ocasiones me pareció errática y no del todo orgánica: Hannah (Dunham) es un ente infantil, egoísta y hasta cierto punto, megalómano. Su mejor amiga, Marnie, es una chica contraída y controladora, con una vanidad competitiva a niveles autodestructivos. Jessa, es adicta a una serie de drogas que nunca queda del todo definida a lo largo de la serie, suele desaparecer para anunciar que está embarazada, que se casa, o que estuvo en rehabilitación. Hay un cuarto personaje que estuvo a punto de aparecer sólo una vez, pero que se quedó todas las temporadas y que, para mí, aportó más sabiduría y claridad que las anteriores, Shoshana.
¿Qué somos?
Creo que empecé a ver a la protagonista como un humano hasta la mitad de la segunda temporada. Después de caer desmayada en la regadera de su amante, Hannah comprende que quiere ser feliz, que desea cosas, sensaciones; que está cansada de la búsqueda de experiencias, de saber aquello que ya nadie le puede contar. En algún punto siendo una púber, me hice la misma promesa, frente al espejo, me imaginé (hasta donde podía en ese momento) todas las posibilidades del ser humano: las amistades, los romances, los viajes, los dramas y todas las peculiaridades y anécdotas que puede atesorar un eterno viajero, un permanente buscador de experiencias.
Cuando admitió su soledad, también la entendí.
¿Nos hemos regalado un saco de experiencias magníficas, rodeadas de sexo, alcohol, drogas y relaciones problemáticas, solo para tener algo que contarnos al llegar a casa? Veo a mis compañeros de generación, viviendo con sus padres, con roomies, algunos ya con hijos, otros que no lograron llegar a la universidad, unos ya están titulados. Por doquier escucho palabras que incitan al crecimiento personal, al emprendimiento más allá de la búsqueda de un trabajo tradicional con horarios y modelos de paga convencional. Todas esas posibilidades me hacen sentir abrumada, como si fuera un ser potencial que cinéticamente aporta poco o no lo suficiente a su alrededor.
A mi edad mi madre ya me tenía, estaba casada y próxima a tener su segundo hijo, ella no tenía mis problemas, y no se cansa de recordármelo cuando le cuento en perorata aquello que me preocupa y que a veces me da tanta ansiedad. No sé en qué momento ella comenzó con las preguntas existenciales, al menos sé que a los 28, le pesaban bastante. Lo recuerdo porque un día soleado, precioso, me acerqué a ella mientras tendía la ropa limpia. Me acerqué para preguntarle cuántos años tenía y su mirada se nubló.
Tal vez algunos recordemos o vemos a nuestras madres, tías o abuelas, deseando estar en otro lugar, dedicando su vida a otras cosas o simplemente, con esa mirada que conocí aquel día, una mezcla de anhelo y de tristeza, como si nada pudiera cambiar.
La serie ha sido duramente criticada porque nos presenta un grupo “privilegiado” y no exactamente incluyente, los personajes pasaron todos por la universidad y pertenecen a un grupo blanco de la clase media alta. Otra crítica ha sido que los personajes están tan dentro de sí mismos que no evidencian una evolución o catarsis real a sus problemas, aún al final de la serie.
Un ejemplo de esto es la madre de Hannah, Loreen (Becky Ann Baker) quien se ve enfrentada a la homosexualidad de su esposo, ha estado casada por treinta años y de pronto se ve soltera y enojada. Aunque no se explota en su totalidad, este personaje presenta un problema que en el último episodio de la serie sale a flote y que también me dejó en ascuas. Hannah, ahora como madre soltera, le reprocha a su madre el no poder conseguir a un marido heterosexual que le diera un ambiente familiar adecuado (en este punto me di cuenta de que los personajes no habían madurado, solo se habían puesto más viejos).
La ciudad donde la gente caga en la calle
Ir al mismo lugar todos los días, tener el mismo novio por más de un par de meses…
Como muchos de mis contemporáneos, la idea de tener un jefe me resulta menos que atractiva, no soy fan de levantarme temprano, y uniformarme con traje y zapatillas para ir en búsqueda de una paga es mi receta para terminar en el psiquiátrico. Pocas veces me sentí remunerada creativa y personalmente. Mi esfuerzo se limitaba a los billetes y la tranquilidad de pagar las cuentas.
Aún soy muy joven para saber qué es lo que un trabajo puede ofrecerme y hasta dónde puedo llegar. Hannah no podía conservar un empleo, la despidieron de donde estaba como voluntaria porque dijo que no podía seguir trabajando gratis, sin embargo, quería seguir ahí porque estaba cómoda. En su segundo trabajo prácticamente hizo lo que pudo para que la echaran.
¿Qué es lo que buscamos en un empleo? ¿nuestros padres se preguntaban eso?
Creo que en este punto la serie se apresuró a darle un cierre abrupto a esas inquietudes, casi al final de la última temporada, Hannah se encuentra con una empleadora maravillosa que no se muestra sorprendida por su cuerpo de nueve meses de embarazo. Vamos, en un mundo ideal, por lo menos, te preguntan por una licencia de maternidad, aquí se abalanzaron sobre Hannah para darle un empleo utópico en un lugar utópico porque era hora de un deus ex machina. No hablar de una cuestión que representa un dilema para muchas mujeres no significa que no exista.
Le dieron la oportunidad de elegir entre seguir en Nueva York o irse a un ambiente más tranquilo y campirano; cuando se despide de sus amigas, también se queja y hace una reflexión sobre la suciedad de la ciudad. No son pocos a quienes he escuchado decir “en algún momento me iré a vivir a la provincia, allá se vive mejor”. Es cierto, Hannah cumplió con el sueño de muchos, igual que los jugos detox, después de una serie de errores estúpidos, menos, es más.
La amistad es otros
Pensé en algo que no había pensado antes, ¿soy una buena amiga?, ¿quiénes son mis amigos? Creo que muchos damos por sentado que el grupo de personas con los que fuimos a la escuela, con las que salimos de fiesta, o con quienes nos vamos a platicar a un café, o quienes nos mandan sus mejores memes, son nuestros amigos. Lo pensé por la relación de Marnie y Hannah, siempre había conflicto por quién era la peor amiga, si seguirían siendo amigas, si era una la mejor amiga de la otra… una dinámica que de verla me cansó, pero que me hizo pensar en las mujeres que he llamado mis amigas y de las que ahora no sé nada.
Shoshana, en el penúltimo episodio de la serie, aprovecha para despedirse de las que en otro momento fueran sus amigas:
He llegado a darme cuenta de lo agotadora, narcisista y definitivamente aburrida es esta dinámica y por fin me siento lo suficientemente valiente como para tomar cierta distancia. Tienen que saber que todas las chicas guapas de ahí afuera que tienen trabajos, recursos económicos y personalidades agradables, son ahora mis amigas, no ustedes chicas.
(Shoshana a Jessa, Hannah y Marnie. Sexta temporada)
Creo que esta escena me dio algo de paz, a pesar de los altibajos que tuvieron como amigas, me parecían un grupo de personas solas tratando de darse compañía. No me malentiendan, comprendo el valor de la amistad, pero también creo que en esta etapa cambias tanto, buscas tanto quién eres, que hay amistades que nacen, se renuevan, se reencuentran o se van para no volver.
Pensé en las amigas que tengo en el presente y que considero importantes para mí, reflexioné en cómo puede ser difícil salir de uno mismo, empatizar, ser honesto y construir una relación donde la confianza, el humor y el amor son la base. Pocas veces vi actos de ese tipo en la relación de las cuatro, pero tampoco pude recordar muchos que pasaran en mi vida.
Me levanté del sillón y mandé algunos mensajes de buenas noches con emojis de corazones morados.
No es fácil estar casada con un hombre raro
A este apartado también pensé en llamarle: ¿Quieres ser codependiente[1] conmigo?
Las relaciones codependientes son aquellas en las que una persona apoya o sustenta el comportamiento auto destructivo de alguien (con todos sus matices). Se basan principalmente por la necesidad de reconocimiento de otras personas y la búsqueda de identidad.
En los veintes, somos presa fácil de este tipo de relaciones, sobre todo si las hemos vivido en casa. En la serie nos dieron una buena probada de lo que éstas significan.
Adam es el hombre siempre presente en la vida de Hannah, y como él lo dijo, ella lo necesita, ama su personalidad infantil y que no pueda hacerse responsable de ella misma… hasta que sí puede.
Marnie vive una relación apagada donde ya no es feliz, y aunque su novio descubre que ya no lo quiere, intentan reparar la relación. Fallan. Cuando él aparece con otra novia, ella se viene abajo. Dentro del prototípico escenario post-ruptura (pobre higiene personal, comida en la cama y camisetas guangas), Adam empatiza con ella y le cuenta sobre una antigua novia. Para mí, aquí aparece uno de los mejores momentos de la serie:
Después de unos meses de estar completamente jodido, me di cuenta de algo: yo no la conozco, ella no me conoce, sólo porque haya probado su sexo o su saliva, o te pueda decir su segundo nombre o los discos que le gustan, no significa nada… no es una conexión. Cualquiera puede tener eso, conocer a alguien realmente es otra cosa. Es una cosa completamente diferente, y cuando la tienes, no puedes perderla. Serás consciente, no tendrás miedo, ni serás herido. ¿Ok?
(Diálogo entre Adam y Marnie. Primera temporada)
Adam tiene una apariencia extravagante, es inestable y sensible a un grado que a veces atemoriza, sin embargo, me sentí embelesada por él. Creo que Dunham trató de ponernos en conflicto con ese personaje: es un hombre creativo, divertido, inteligente y cariñoso… y a pesar de todo, no es suficiente.
Cuando la madre de Hannah tiene la oportunidad, le da un consejo más valioso de lo que ella puede apreciar en ese momento, y como muchas podríamos haberlo hecho, se enojó mucho con su madre. Otras, tal vez sólo deseamos haber escuchado algo así antes:
(Adam) es extraño, está enojado e incómodo en su propia piel, brinca de una cosa a otra… déjame hablar por favor… no quiero que pases el resto de tu vida tratando de que socialice con otros porque no puede valerse por sí mismo, tratando de hacer el mundo un lugar más cómodo para él, no es fácil estar casada con un hombre raro, no lo es.
(Loreen a Hannah. Quinta temporada).
¿Se cierran las puertas?
En el episodio final de la serie, Latching, nos despedimos de Hannah. Ahora como madre soltera, hay una crisis que hace que huya de casa, nos presentan una “evolución” en el personaje que a final de cuentas regresa a una realidad donde ahora es responsable de ella (si es que alguna vez lo fue) y de un pequeño.
Hay quienes han interpretado la última escena como una revelación del personaje principal: ella sostiene al bebé en brazos y mira al vacío, se sienta en la mecedora y la cámara se aleja… por fin ha comprendido que hay algo más en el mundo fuera de sí misma. Eso han querido ver otros, yo me niego.
Creo que a final de cuentas nos pasan una receta milenial para un problema milenial, si el pastel es difícil de hacer, compra uno instantáneo: No sé qué hacer con mi vida y mis aparentes talentos no son reconocidos, mi vida sentimental es deplorable, me haré cargo de alguien más para lidiar con mi propio egoísmo, mi vida tendrá sentido, tendré un hijo. Un pendiente menos en la lista de la vida.
Ignoro por completo la razón de quienes apoyan a esta serie como feminista, desde un punto de vista personal, el cierre me dejó insatisfecha. Hannah aprendió lento, pero, creo que Dunham no le hizo justicia, el hijo aparece como un instrumento para “sentar cabeza” antes de mostrarse como un deseo real, o al menos una decisión consciente. La serie cierra el ciclo “una chica en problemas” para volverse un poco más de lo mismo.
Chicas volviéndose mujeres, ¿Hannah se volvió una mujer por renunciar al hombre que representaba su idilio y también su problema? ¿por tener un trabajo prometedor? ¿por ser madre? Sabes tú, si eres una mujer, ¿cuándo comenzaste a serlo?
La deconstrucción de lo femenino no es algo nuevo, pero afortunadamente, cada generación lo ha pensado con tintes diferentes. La misoginia existe, los estándares de comportamiento y de imagen prevalecen, aunque parecen cambiar al paso del tiempo, de todos modos, nos ofrecen un corta y pega de lo que se supone debe ser una mujer. Esta serie ha sido criticada por haber prometido algo diferente y terminar de manera inconclusa; también creo que nos abre nuevos debates: mujer en ciernes, mujer completa o niña; no hay recetas que las hagan, y creo que tampoco te hace mujer pagar una hipoteca, tener un coche o ser madre… entonces ¿qué es una mujer?
No lo sé, sólo puedo imaginarlo.