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Madres de desaparecidos: ‘hay que unir nuestras luchas’

  • Estela de Carlotto aconsejó a las madres de los desaparecidos en Ayotzinapa acudir a instancias internacionales como la ONU.

 

Con dolor y lágrimas en sus rostros, pero con mucha fuerza y convicción por encontrar a sus hijos, madres de desaparecidos en México y Argentina compartieron sus experiencias de lucha en el conversatorio Memoria, verdad, justicia: encuentro entre las Abuelas de Plaza de Mayo y las madres de Ayotzinapa, el cual tuvo lugar en la biblioteca del Colegio de México en el marco del Coloquio Internacional M68.

 

María Martínez, madre de Miguel Ángel Hernández Martínez, y Yolanda González, madre de Jonás Trujillo González, dos de los 43 normalistas desaparecidos hace ya cuatro años en Ayotzinapa, Guerrero, contaron lo difícil que ha sido para ellas mantener su lucha por el peso de la depresión que cargan en sus hombros, por el cansancio acumulado, por ser amas de casa y provenir de familias campesinas con escasos recursos y por no saber qué más hacer.

 

Además, han tenido que lidiar con quienes las desincentivan y hasta con quienes les recriminan sus acciones de protesta. “Nos decían que no tenemos vida (…) A veces no me dan ganas de pararme (ni de la cama)”, declaró María.

 

“Han pasado cuatro años y parece el primer día. Me han dicho: ‘¡¿Qué hace? Ya deje eso!’ ‘Ya recibe ese dinero’. Pero no. Mejor pobre que vender a mi hijo (…) Nos ha cambiado mucho la vida, pero aquí vamos a andar. Hasta saber la verdad de nuestros hijos”, declaró Yolanda González.

 

Ambas agradecieron mucho el apoyo de ciertas organizaciones, como el Centro Prodh (Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez A.C.), y el acompañamiento de otras madres de desaparecidos a las que ya consideran sus “hermanas”. “Hay que unir nuestras luchas” insistió María.

 

Con el mismo sentimiento habló Leticia Hidalgo, madre de Roy Rivera Hidalgo, estudiante de la Universidad Autónoma de Nuevo León que fue desaparecido hace casi siete años por supuestos agentes de la Policía de Escobedo. “Hemos salido del rincón de nuestras casas para no morir de tristeza (…) Hemos conocido las entrañas del monstruo del aparato de justicia. Ha sido un camino lleno de obstáculos, desde la indiferencia de la sociedad hasta el abandono de amigos y familiares. Hemos dejado huella del cansancio, del dolor, de la tristeza, pero también de la fortaleza y la esperanza (…) Trabajamos para todos ustedes, para que no le pase a nadie más”, dijo.

 

Flor Suárez, madre de Daniel Suárez, desaparecido en 2014, y quien actualmente es miembro del Colectivo de Desaparecidos Solecito Veracruz, insistió en que la única forma de avanzar en esta lucha es “uniéndote con otras como tú”. En el camino hay mucho enojo y frustración, además de que una debe destinar recursos para las búsquedas, las excavaciones y hasta la investigación, porque las autoridades no te ayudan como deberían, indicó. Hay gente, además, que se niega a la desaparición y a quienes hay que pedirles que participan con pruebas de ADN. “En Veracruz mucha gente (todavía) dice: ‘mi hijo se fue, pero regresará’”, declaró Flor.

 

Martha Camacho, por su parte, contó su experiencia como una de las torturadas y perseguidas por el gobierno de Sinaloa en los años 70. “A punta de culetazos nació mi hijo”, contó. A su esposo y algunos de sus compañeros los ejecutaron de forma extrajudicial. Después de 40 días de encierro, en los que nunca pudo cambiarse de ropa ni bañarse, salió con la convicción de rehacer su vida y denunciar los hechos. Estudió Historia y en sus investigaciones sobre los desaparecidos en Sinaloa identificó a los perpetradores de dichos crímenes, pero no ha pasado nada. Camacho asegura que nunca ha dejado de sonreír, pero exige justicia integral y medidas para la no repetición de estos delitos.

 

En el emotivo encuentro también habló Estela de Carlotto, ya conocida por muchos a nivel internacional por ser la dirigente de las famosas Abuelas de Plaza de Mayo, organización surgida a causa de los miles de jóvenes desaparecidos durante la última dictadura militar en Argentina (1976-1983). Aseguró que las dictaduras afectan a todos, por lo que llamó a la empatía de la sociedad para quienes les secuestran y desaparecen a sus hijos. “A mí me tocó cambiar totalmente (…) Yo era una profesora, bastante burguesa”, dijo.

 

Tras décadas de lucha, mucha energía, dinero y activismo, De Carlotto encontró hace casi cuatro años a su nieto, el bebé que nació durante el cautiverio de su hija Laura, cuyo cuerpo le fue entregado en su momento por la dictadura. “Cuando enterré a Laura le juré que nunca descansaría por pedir justicia”, contó la activista, quien aconsejó a las madres de los desaparecidos en Ayotzinapa acudir a instancias internacionales como la ONU, además de que pidió no rendirse, mantener la fe y la unidad para ser más fuertes. “Estamos lejos en distancia, pero no en el corazón”, concluyó.