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Enriqueta Basilio y su cita con la historia: “No sólo prendí el fuego, encendí el corazón de las mujeres”

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Los Juegos Olímpicos de México 68 fueron los primeros en toda la historia, en los cuales una mujer portó la antorcha con el fuego olímpico para después depositarlo en el pebetero del estadio.

Exactamente fue el 12 de octubre de 1968, hoy a un día de cumplirse exactamente 50 años, cuando un repleto y eufórico Estadio Olímpico Universitario de la UNAM albergó la inauguración de los oficialmente conocidos como los Juegos de la XIX Olimpiada, donde por primera vez una deportista hizo los honores de portar la llama olímpica, llena de simbolismo y esperanza, en un país aún triste y sacudido por la matanza de estudiantes, 10 días antes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Esa tarea le fue encomendada a la atleta bajacaliforniana, Enriqueta Basilio, quien cumplió el último relevo y recorrió la pista. Su único objetivo era llegar al pebetero y encenderlo. Era su meta en la vida, dice, dado que en ese año 1968, el mundo occidental se encontraba en plena efervescencia de un movimiento por los derechos de la mujer.

Subió decidida y con elegancia los 90 escalones hacia el pebetero, saludó al mundo, por los cuatro puntos cardinales, y depositó el fuego para encender el pebetero y arrancar el alarido del público emocionado que abarrotaba las gradas del Estadio Olímpico Universitario.

“No sólo prendí el fuego olímpico, encendí el corazón de las mujeres”, reflexiona Basilio Sotelo después de cinco décadas de haber ingresado a la historia olímpica, en su regreso a la UNAM, sentada al pie de ese pebetero que la marcó de por vida.

“Me tocó ese privilegio, como mujer, como representante de la mujer mexicana, como la mujer del mundo”, asevera Queta Basilio mientras voltea a ver las tribunas del Estadio Olímpico Universitario, como si todavía escuchara los aplausos de la gente.

“A partir de entonces hubo muchos cambios para las mujeres, por nuestros derechos, por la justicia, por la igualdad, por la solidaridad, y todos los valores que representa el respeto a una mujer”, añade.

En su recorrido hacia ese pebetero que le cambió la vida, llegó un momento en el cual no escuchaba el estruendoso marco que había en el Estadio Olímpico Universitario, sólo se concentró en subir las escaleras y encender la llama.

“Mis padres estaban en la entrada, mi mamá muy nerviosa, yo creo que no me vio porque estaba rezando el rosario, mi hermana tomando fotos”, relata Basilio Sotelo, en el mismo escenario en donde hace 50 años inauguró los primeros Juegos Olímpicos realizados en un país latinoamericano.

“Mi responsabilidad más grande era subir la escalera (rumbo al pebetero). Recuerdo a los compañeros aquí, el saludo del Presidente, la curva de los 200 metros donde me bloquearon los compañeros deportistas (tomando fotografías). Los niños scouts me abrieron el paso unos metros antes de subir la escalera y cumplí con mi misión”, sentencia orgullosa de ese momento.

“Al poner el pie en el primer escalón, me bloqueo completamente, mi concentración era total, no escuchaba ningún ruido ni veía a la gente que estaba tan cerca de mí a los lados”, detalla acerca de ese momento tan especial para el deporte y la sociedad a nivel mundial.

“Fue extraordinario, pero no alcanzaba a comprender qué es lo que estaba haciendo yo ahí. Después, te vas dando cuenta, cuando viajas por el mundo y te reconoce alguien, es maravilloso”, complementa.

Enriqueta Basilio asegura que también había otros significados en el hecho de que una mujer encendiera el fuego olímpico: “La lucha por la justicia, por la solidaridad, por no seguir permitiendo que nos sigan rechazando o haciéndonos menos, también en el deporte, ahora el deporte no es amateur; es profesional, por donde quiera que lo vean”.

“Era mi meta en la vida. En el deporte no pude seguir para Múnich 1972 por conflictos con las autoridades deportivas”, subraya.

Queta y el movimiento estudiantil de 1968

Una coyuntura especial existía en la sociedad mexicana previo a los Juegos Olímpicos de 1968. Diez días antes de la inauguración, había sido reprimido de forma violenta un movimiento social, encabezado por estudiantes de las principales universidades del país, que buscaba un cambio en la estructura política de México.

Esta situación no pasa inadvertida para Enriqueta Basilio, que en ese entonces era una universitaria más del país, pero considera que en ese momento hizo lo que tenía que hacer, puesto que tenía otra responsabilidad.

“Yo era estudiante de Mexicali, aquí vine a entrenar, pero somos parte de esos jóvenes. Nuestra misión y responsabilidad era representar a México como deportistas”, afirma.

“Cumplimos como mexicanos, como deportistas, como jóvenes, porque teníamos que representar a un México diferente, era lo que queríamos decirle al mundo, que no era lo que algunos pensaban”, añade, antes de recordar cómo vivió esos momentos previos a los Juegos.

“Estábamos en el Comité Olímpico y no nos dejaban salir, no había televisión ni teléfonos, no nos enteramos, estábamos en medio de Defensa Nacional y el Campo Militar número 1.

“Era difícil enterarnos de lo que pasaba en la calle, nos enteramos hasta después, porque no teníamos forma de saber. Nos pusieron películas y nos llevaban música para que bailáramos ahí en un rato de recreación.

“La instrucción era que no íbamos a salir del Centro Olímpico o de su casa los que vivían aquí en la Ciudad de México. Después nos enteramos por qué”, relata.

No obstante, Queta Basilio afirma que gran parte de esos estudiantes que se manifestaban eran parte del Comité Organizador y también eran sus Juegos Olímpicos.

“Los mismos estudiantes que estaban en las manifestaciones, cuando terminaban, se venían al Comité Organizador porque colaboraban con la organización del evento. Eran miles de muchachos, entre hombres y mujeres, todos estudiantes que sabían idiomas y estaban registrados como miembros del Comité Organizador, también eran sus Juegos… Era el primer país de Latinoamérica en organizar unos Juegos Olímpicos, era algo especial”, describe.

En una fotografía de Enriqueta Basilio, en el estudio del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, cuando portaba la antorcha olímpica para encender el pebetero en el Estadio Olímpico Universitario se aprecia la dedicatoria: “Para el mundo nací el día en que encendí la flama olímpica. Gracias Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Enriqueta Basilio”.

Numeralias

5,516 atletas, 4,735 hombres y 781 mujeres, participaron en México 68

112 países compitieron en la edición XIX de los Juegos Olímpicos

20 deportes, 18 oficiales y 2 de exhibición, fueron parte del programa olímpico[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_gallery interval=”3″ images=”50186,50187,50188,50189,50190,50192,50193″ img_size=”large”][/vc_column][/vc_row]