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Del olvido al no me acuerdo ¿te ha pasado?

En algún momento todos nos hemos preguntado ¿en dónde puse mis llaves?, ¿qué es lo que iba a hacer antes de levantarme?, ¿qué iba a decir hace un segundo? Estas situaciones son muy comunes durante la vida cotidiana pero, ¿por qué nos ocurren?

Selene Cansino Ortiz, profesora e investigadora de la Facultad de Psicología de la UNAM, explicó que de acuerdo a la ciencia es normal olvidar los detalles durante la vida cotidiana porque es una función del ser humano para adaptarse.

De hecho, es imposible experimentar nuevamente una experiencia tal como la vivimos la primera vez, por ello, la memoria es selectiva y ocurre como en otras funciones.

Cansino Ortiz señaló que la memoria usa el pasado para adaptarse al presente, donde le es más fácil mantener cierta información. Por esta razón, nunca almacenamos una copia fiel de nuestras experiencias. Así, el olvido no debe considerarse una función fortuita o al azar que nos pasó de repente, por el contrario, se trata de una situación que por naturaleza ocurrirá.

En la vida cotidiana 

De acuerdo con la académica universitaria, existen varias razones por las cuales la memoria olvida los detalles. Uno de ellos es cuando nuestro cerebro no puede atender todo lo que ocurre a nuestro alrededor, entonces tiene que ser selectivo, y la memoria usa el control cognitivo para excluir la información que considera irrelevante.

Un ejemplo es cuando leemos una nota en el periódico y alguien nos pregunta sobre algún tema, en ese instante, perdemos la atención y tendremos que releer el texto porque alguien interrumpió la codificación de nuestra lectura. También, cuando no recordamos dónde dejamos las llaves fue porque nuestra atención fue captada por otra situación, la cual nos distrajo.

Otra propuesta es que olvidamos por el paso del tiempo. Se trata de un fenómeno autónomo y espontáneo, sin embargo, no ha sido completamente estudiado. Por ejemplo, no sabemos si se trata de un desgaste de las conexiones sinápticas (la forma en qué se comunican las neuronas), pero no se ha entendido si al final la información desaparecerá por completo.

Otro caso más es cuando lo aprendido se suprime porque se sufre una interferencia de información nueva, es decir, lo aprendido se sobrescribe, se borra o se diluye debido a algo nuevo.

Si pusiéramos a un individuo en una situación sin interferencia de ningún tipo, entonces no existiría el olvido. “Por supuesto, esto es imposible de probar, porque constantemente estamos expuestos a diferentes eventos”.

En algunas ocasiones utilizamos una clave o un referente para recordar un suceso. Un caso más es cuando recordamos el año que conocimos a una persona, porque en esa fecha se encontró trabajo o se recibió un diploma importante.

Pero si el referente no está disponible, entonces no podemos recuperar la información relevante y ¿qué ocurre?, a veces reaparece la clave y así se puede recuperarse la información.

Otra propuesta mucho más reciente sobre por qué olvidamos, es aquella en donde podemos suprimir o inhibir información relevante de manera voluntaria. Por ejemplo, si presentamos una serie de personas a alguien y le mencionamos que tendrá que llamar a los que son médicos, en automático excluirá a los demás y sólo recordará a las personas con esa profesión.

Con la edad

Conforme avanza la edad, cierto tipo de información se olvida con mayor frecuencia, y una de ellas es la capacidad que tenemos de recordar el contexto en que ocurrieron ciertas experiencias personales. Por ejemplo, al realizar un viaje y conocer una nueva ciudad podemos olvidar lo que hicimos, los lugares que visitamos y hasta la persona que viajó con nosotros.

Cansino Ortiz acotó que en la Facultad de Psicología realizaron una investigación sobre este tema, y entrevistaron a más de mil 600 personas entre 21 y 80 años de edad. Descubrieron que con cada año que pasa es más frecuente olvidar el contexto en que ocurre una experiencia.

Mediante un procedimiento científico encontraron que la memoria del contexto disminuye de una manera lineal. “Este olvido es de aproximadamente 63 por ciento por cada año que pasa”, concluyó la académica universitaria.