El triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) el pasado 1 de julio está produciendo un cambio profundo en el mapa político de México y en la composición de las élites político-burocráticas. Desde la década de los 80s, las principales plazas de poder en el gobierno y la economía del país han estado dirigidas mayoritariamente por egresados del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), institución creada en 1946 por el empresario Raúl Bailleres.Sin embargo, el equipo detrás de AMLO supone un giro de coordenadas, debido a que la gran mayoría de los futuros secretarios y subsecretarios de Estado provienen de instituciones académicas públicas, especialmente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Lapregunta al aire, ¿habrá un cambio sustancial en la dirección del país con la llegada de este nuevo grupo?
El ascenso de la ITAMitocracia tuvo lugar durante el gobierno de Miguel de la Madrid, quien se rodeó de un grupo de jóvenes mexicanos educados en universidades privadas -especialmente en el ITAM- y en el extranjero. Suconsolidación como grupo de influencia se dio en el sexenio de Salinas (1988 – 1994), con personajes como Pedro Aspe y Gustavo Petricioli, ambos Secretarios de Hacienda y académicos en el ITAM. La llegada de este grupo significó en su momento una ruptura de gran calado para el país. Al mismo tiempo que la burocracia mexicana se profesionalizaba con el arribo de jóvenes universitariosequipados con nuevas técnicas de gobernanza y manejo del inglés, se reorientaba el desarrollo del país de un modelo estatista y proteccionista a uno en donde la participación en el comercio internacional, la reducción del aparato estatal y la relación con los Estados Unidos eran de alta prioridad. Si bien los tecnócratas fueron testigos de la transición política del país a finales del siglo pasado con la derrota del PRI en el año 2000, fueron ellos los encargados de darle continuidad y coherencia al proyecto iniciado por sus colegas y antiguos profesores: el México neoliberal.
El papel del ITAM en este proceso es imposible de soslayar. A partir de su currículo de economía ortodoxa y a la norteamericana, se diseñó el programa de trabajo del gobierno federal de las últimas tres décadas. Y fue aquí donde se forjaron los liderazgos y grupos compactos que definieron las últimas cuatro administraciones federales. Alumnos como Luis Videgaray, Ernesto Cordero y José Antonio Meade, compartieron además de clases y mentores, vínculos sociales y ambiciones.
Con AMLO llega un grupo integrado por académicos de carrera, entre los que destacan Graciela Márquez Colín, Carlos Urzúa y Gerardo Esquivel, y ex funcionarios de alto perfil como la ex Ministra Olga Sánchez Cordero, Esteban Moctezuma, ex senador de la República, y Marcelo Ebrard, anteriormente jefe de gobierno de la Ciudad de México. El probable gabinete de AMLO se caracteriza por haberse formado en instituciones públicas, especialmente en la UNAM (la mitad de los 16 secretarios postulados), mientras que otros miembros provienen de instituciones con poca representación histórica en los altos puestos de la administración pública como la Universidad Autónoma de Chapingo (María Luisa Albores, propuesta para Desarrollo Social y Víctor Villalobos, Agricultura, Ganadería y Pesca) yla Universidad Autónoma de Zacatecas (Rocío Nahle, Energía).
Las opiniones respecto a las trayectorias académicas de la nueva élite burocrática son diversas. Por un lado, están los que celebran el acercamiento de AMLO con las universidades públicas del país, especialmente con la UNAM. Pero esto no es una novedad, pues la UNAM fue la principal productora de las élites políticas durante varias décadas del siglo XX. Olvidan por igual que Videgaray y Meade estudiaron en algún momento en esta misma institución y que lejos de representar una institución cercana al pueblo, se trata de un espacio altamente selectivo y elitista. Quienes estudian en esta universidad, tienen algún grado de privilegio por encima de los cientos de miles de jóvenes mexicanos que se quedan sin estudiar una carrera universitaria cada año. Adicionalmente, la concentración del poder político en la Ciudad de México y de la concentración del capital simbólico de la UNAM ha favorecido a los egresados de ésta por encima de los de otras instituciones de educación superior públicas del país.
Por otra parte, están los que ven con cautela la configuración del nuevo gabinete. Y no es para menos. Uno de los grandes logros de la ITAMitocracia en los últimos años fue el establecimiento de un ambiente de certidumbre económica y financiera para públicos nacionales y extranjeros que el país no solía experimentar, especialmente a finales de cada sexenio. Dicha certidumbre derivaba de la continuidad del grupo de trabajo y de su estilo de conducir el país (principalmente cauteloso de la macroeconomía). El programa económico propuesto por el futuro gobierno federal hasta ahora se sintetiza en el ethos lopezobradoristade austeridad en la administración pública y del avance de programas sociales de escala nacional (por ejemplo, las becas para estudiantes o el apoyo para adultos mayores). Fuera de ello, no se avizoran cambios radicales, especialmente porque el grupo entrante proviene de estructuras sociales similares a los salientes: clases medias y medias altas y con estudios universitarios, especialmente en el extranjero. Al respecto de este último punto, catorce de los 16 funcionarios propuestos por AMLO han estudiado en el extranjero, ya sea un posgrado o, en muy pocos casos, una licenciatura. En la mayoría de los casos, muchos provienen de universidades estadounidenses, principal incubadora del grupo actual.
Por lo tanto, ¿cuál es el alcance de estos cambios? Estamos ante el cambio de un grupo de élite por otro. Cierto, a diferencia del anterior, este grupo no se caracteriza por su pedigrí, la gran mayoría no son hijos de políticos o grandes empresarios. Pero esto no significa que no puedan dar voz a los intereses del gran empresariado nacional y extranjero. Han compartido mesas de discusión, salas de juntas, a veces salones de clase. Algunos han sido voceros de temas de suma importancia para el país como la desigualdad social y la despenalización de la mariguana, pero la conversión de un trabajo de investigación académica a una política pública enfrenta severos obstáculos.
Aún es muy temprano para evaluar al gabinete de Obrador y el vínculo entre ideología, programa de gobierno y susrespectivas alma mater. El cambio, hasta el momento, está en el discurso y en lo simbólico, ya que la realidad es que en el actual gabinete de AMLO no encontramos a representantes de pueblos indígenas o a egresados de instituciones de educación superior de los escalafones inferiores del sistema como los institutos tecnológicos, las universidades interculturales o las de apoyo solidario. Las oportunidades reales y simbólicas para líderes sociales formados en la calle u otros espacios son muy pocas. El caso del diputado electo de Morena en San Luis Potosí, Pedro César Carrizales, “el Mijis”, es claro ejemplo. El reclutamiento político y la formación de cuadros de élite en México es un proceso que utiliza a la educación superior ysus instituciones de élite como filtros y aglutinantes. Con esto en mente, cabe preguntarse si algún día tendremos algún presidente o secretario de Estado egresado de alguno de los institutos tecnológicos del país.
*Internacionalista por la UNAM y estudiante de doctorado en el Institute of Education – University College of London