Debemos ser receptivos y abiertos a que intervengan en más ámbitos, así como escuchar sus preocupaciones y demandas: Luz María Cruz, de la FCPyS
El próximo domingo 2 de junio se realizarán elecciones en México. En éstas se elegirá a quien encabezará la presidencia del país, además de ocho gubernaturas, la Jefatura de Gobierno de Ciudad de México, 128 senadurías y 500 diputaciones federales, 31 congresos locales y ayuntamientos en 30 entidades. Más de 26 millones de jóvenes podrán acudir a votar, aunque ésa no es la única forma en que este grupo poblacional incide en la vida política nacional.
“Las juventudes y otros sectores participan de diversas maneras, no se restringen al ámbito electoral. Muchas veces se inscriben en el campo no institucional, como en manifestaciones o actividades dentro de sus comunidades”, comenta Luz María Cruz Parcero, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS).
Al hablar de la vida política de México se hace referencia a la capacidad de la ciudadanía de participar e intervenir en los asuntos públicos y de interés común, dice Luz María. En muchas ocasiones esa participación se reduce a la época electoral del país, en específico al ejercicio del voto, pero hay otras formas en que las y los jóvenes se involucran.
El Instituto de la Juventud determina que las personas jóvenes en México son aquellas de entre 12 y 29 años. Según el INEGI, este grupo representa el 30 % de la población nacional. “Ese porcentaje debe manifestar sus intereses, necesidades y preocupaciones en la vida política, social y comunitaria. Es necesario escucharles”.
Movimientos como el del 68 en México, el del 76 en Argentina, la Primavera Árabe, la cuarta ola del feminismo o las protestas universitarias por Palestina del 2024 son ejemplos de su participación e impacto.
Cruz Parcero señala que en distintos momentos las juventudes han dado visibilización a problemas que, desde otros ámbitos o desde la política institucional, no han tenido. “El movimiento del 68 fue primordialmente de jóvenes universitarios y representó un parteaguas para su inclusión democrática en los procesos de decisión ante un Estado muy autoritario”.
Su participación también está presente en espacios no tan visibles o no considerados en algunos estudios, como ocurre con las acciones que llevan a cabo para atender problemas al interior de sus comunidades.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020, el 78 % de las personas de entre 15 y 17 años; el 81.3 de 18 y 19, y el 83.2 de 20 a 29, tienen mucho o algo de preocupación o interés por los asuntos del país. “Esto nos habla de que no son apáticos, el punto es ver qué espacios de acción tienen, formales e informales. Desafortunadamente, en los congresos, como funcionarios o en los gobiernos, no hay una apertura total para ellos.”
La participación juvenil radica en la capacidad de incorporar nuevas ideas, visiones de cómo hacer la política, perspectivas de diálogo y la inclusión de demandas que se aborden en el espacio público, enfatiza la académica.
“Es fundamental que los sistemas de representación vean a las juventudes y dejen de obviar los temas que les interesan. Deben incorporarlas en las agendas y crear políticas públicas concretas que las beneficien.”
Conciencia comunitaria
De acuerdo con información del Instituto Nacional Electoral (INE), en la lista nominal de electores para 2024, 26 millones 59,618 personas de entre 18 y 29 años podrán ejercer su voto.
“Es una cantidad muy alta y tiene la capacidad de darle un giro a cualquier elección. Sin embargo, los jóvenes son quienes menos participan en los procesos electorales, en las votaciones. Hay que hacer mucho trabajo para revisar qué los desincentiva. Podemos mencionar algunos elementos, como la crisis de la democracia o que no se sienten representados en los partidos.”
Un estudio, realizado por el INE –con información estadística de las elecciones federales de 2018–, identifica que los niveles más bajos de participación o con mayor abstención electoral se registraron en los rangos de 19 a 34 años y de 80 o más. Por ello, concluye Cruz Parcero, es necesario partir de la construcción de una cultura cívica. “Es preciso crear conciencia comunitaria de que si participamos en todos los niveles: escuela, comunidad y casa, podemos mejorar las condiciones de nuestro entorno. Debemos ser receptivos y abiertos a que las juventudes intervengan en más ámbitos, así como escuchar sus preocupaciones y demandas. Ése es el mejor ejercicio para promover una participación en los espacios de representación”.