El pintor Rodolfo Morales formó parte de la primera generación de profesores de la Escuela Nacional Preparatoria 5 José Vasconcelos cuando ésta se inauguró a principios de los años 50 del siglo pasado. En sus aulas pasó 32 años como profesor de dibujo y educó a miles de alumnos interesados en las artes plásticas; sin embargo, su legado para la escuela va más allá del salón de clases.
En 1962 plasmó en las paredes del vestíbulo del Auditorio Gabino Barreda un fresco con el apoyo de Bartolo S. Ortega y Paciano S. Rodríguez, como lo atestigua la firma del artista sección inferior derecha de la pieza, el cual es conocido bajo el nombre de Las artes y las ciencias.
Para Renato González Mello, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, la pieza sorprende a quien la mira, porque “igual que el pintor y el conjunto de su trabajo, pienso que tendría que ser una obra mejor conocida. Ya aparecen los motivos y las formas de articulación plástica que dos décadas después van a hacer famoso a Rodolfo Morales”.
“Es a fines de los 70 y a principios de los 80, cuando recibe el apoyo de Rufino Tamayo y se jubila como profesor de dibujo aquí en la Prepa 5, que la carrera de Rodolfo Morales tiene un despegue muy importante, precisamente con esta reformulación en una clave femenina muy relevante del imaginario de las pequeñas comunidades, en este caso de Oaxaca, que lo llevará al final de su vida a ejercer un cierto mecenazgo, a intervenir en la restauración de la parroquia de Ocotlán, con unos colores que son realmente los de su obra y que también tienen que ver con las tradiciones del pueblo y en esto se suma al ejercicio social”, explicó.
El mural
En el fresco es posible apreciar en sus extremos varias figuras masculinas desarrollando tecnología y haciendo investigación gracias a las herramientas en sus manos –microscopios, compás, regla, etcétera.–. Mientras que al centro se ubica un grupo de mujeres y hombres en convivencia artística y social.
La composición, dijo Renato González, tiene “un cierto aire de familiaridad, pero Morales pinta un universo fundamentalmente femenino en el que busca simbolizar a una comunidad y es una comunidad ambivalente, claramente una comunidad campesina. Al mismo tiempo, hay hombres asomándose a un microscopio, pero no hay este predominio hegemónico y un tanto abusivo de una noción hipertrofiada de virilidad que, a veces, caracteriza a la obra mural en México. Es un universo que habla de un espacio cívico y que, sin embargo, se configura de una manera completamente original”.
González también señaló que la historia de la obra “es distinta de otras en la pintura mural, ésta suele ser la de algún funcionario que dice ‘bueno, vamos a mejorar el entorno. Vamos a llamar a un pintor famoso’. Tengo que confesar que no tenemos noticias suficientes, que gremialmente no hemos hecho la investigación necesaria sobre el encargo de esta obra mural que muestra a un pintor llegando a un momento de enorme madurez, que trabaja en conjunto con otras personas –según se ve en la firma–, como solía ser en este tipo de empresas. Es dueño de una técnica de pintura al fresco bastante depurada y que pinta; sin embargo, distinto a los otros muralistas y artistas mexicanos”.
“Pienso que esto es muy destacado y que muy probablemente si se analiza, si se revisan los archivos –insisto en que esto es algo pendiente– es muy posible que se encuentre alguna historia entre el profesor de dibujo Rodolfo Morales, sus colegas profesores y sus alumnos en esta escuela. La verdad encontrar esta obra, que afortunadamente está muy bien conservada, es un momento que da mucho gusto”, añadió.
Otro México
El especialista subrayó que se trata de un mural que como espectadores debemos consumir lentamente para apreciar de manera adecuada sus intenciones, ya que las figuras que presenta no siguen la línea de las plasmadas por anteriores generaciones de muralistas en nuestro país. Incluso, apuntó, se podría hablar de una nueva clase de civismo:
“Es un grupo femenino que se encuentra en el centro rodeado por un espacio que me atrevo a definir como cívico, con los rituales y de la manera en que estamos acostumbrados a imaginarnos el civismo patriótico del Estado mexicano. Es otro civismo, el de las comunidades más pequeñas. Tiene, a su vez, un espacio superior en el que aparecen unas figuras alegóricas –por no decir angelicales–; y no es que haya una franca invasión de lo sobrenatural, sino el reconocimiento de un universo simbólico que no se encuentra completamente en la traza, no está del todo cifrado en la realidad material del espacio urbano.
“Hay, desde luego, una serie de alusiones a distintos saberes, es lo de rigor en una escuela. Sin embargo, es necesario hacer un trabajo más detenido de desciframiento, apenas estamos empezando a recorrer algunas de estas obras, pero es claro que Rodolfo Morales se aleja de los códigos simbólicos habituales del nacionalismo mexicano, que tiene todos estos temas extraordinariamente bien cifrados. Aquí nos habla de una concepción del espacio social que es simplemente diferente de lo que creemos tiene que ver con la fortaleza de la vida comunitaria en Oaxaca, sin duda, y una enorme riqueza cultural que ha logrado mantenerse, incluso fortalecerse.
“Es una obra que tiene momentos de enorme ferocidad, Morales es un pintor muy amable, pero no es alguien que, claramente, forme parte del canon nacional. Hay una renovación que mira hacia este universo rural, pero dándole un carácter legítimamente parroquial”, sostuvo.
Necesaria revaloración
A diferencia de los murales en Ciudad Universitaria, el de Rodolfo Morales en “la preparatoria de Coapa” ha sido poco estudiado y analizado. Esto en parte se debe, argumentó Renato González, a que cuando fue pintado su autor todavía no era un artista reconocido. Además de que, como otros artistas oaxaqueños, su obra ha sido limitada a lo regional sin integrarse de manera plena al canon nacional.
“Quiero imaginarme que detrás de esta obra hay alguna historia de enseñanza y de aprendizaje, que sería fantástico recuperar si fuera así”, mencionó el investigador. “Este mural se pinta cuando Rodolfo Morales está iniciando su carrera como profesor de dibujo y es una obra de arte hecha y derecha. Cuando vi fotos del mural no daba crédito porque, además, diría que es una obra muy destacada dentro de la producción del pintor. La imagen es difícil de obtener, no aparece muy reproducida en los libros y cuando uno la ve completa o se para frente al mural, caray, no hay manera de darle vuelta.
“Es inconfundiblemente el universo simbólico, estilístico, de recursos de Rodolfo Morales; es un universo pictórico estético artístico totalmente formado. Es decir: va a evolucionar sí, pero no tiene carencias. No es un joven artista en formación, ya tiene mucha claridad para dónde va”, comentó González y aventuró:
“La imagen de artistas como Rodolfo Morales siempre queda un poco encapsulada en este universo de significación de lo regional. Creemos que hay la obligación de tener un relato nacional, ¿qué fue importante en México? Ese relato tiende a ser quintaesencialmente centralista, con muy pocas cosas que se salgan de ese canon y dentro de eso el tipo de representación que vemos aquí, en primer lugar, es pintura, pintura, pintura al fresco y además es una representación gozosa, no coincide con un relato de la modernidad mexicana que siempre avanza hacia adelante y hacia arriba con fanfarrias. Rodolfo Morales no se suma a esa narrativa heroica, no es una pintura que diga voy a la guerra de los 30 años o algo como ‘yo soy el futuro del arte, yo soy el futuro de México’.
“Simplemente es un relato, al que Rodolfo Morales no sólo no se suma, sino que parece estar deliberadamente afuera, fundamentalmente al margen presentando una alternativa más que un desafío y por eso no ha tenido un lugar mayor en la historiografía. Este mural y los collage de este artista serán cosas de las cuales resultará imposible distraer la atención en el futuro”.