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100 años de La historia del soldado, conferencia y concierto en la Sala Carlos Chávez

El guitarrista Raúl Zambrano ofreció el miércoles 29 la conferencia magistral 100 años de La historia del soldado, previo a dirigir esta obra de Igor Stravinski en la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario, en el marco del Festival IM·PULSO Música Escena Verano UNAM.

Para el autor de la Historia mínima de la música en Occidente, publicada por El Colegio de México, el creador musical es un intérprete de la realidad que genera belleza y comunicación. En su conferencia, de inicio puntualizó: “Decir que ha pasado un siglo desde que se compuso La historia del soldado no significa realmente nada, sirve más bien para no pensar en las cosas, para no poner atención a la música. Es como si la historia o la música fueran cifras o fechas. La historia son eventos, la música es suceso”.

“Es muchísimo más interesante preguntarse qué ha pasado en todo este tiempo, cómo se ha deformado nuestra escucha, nuestra capacidad de entender, y cómo también se ha deformado el planeta. No soy partidario de los aniversarios”, dejó en claro.

La historia del soldado es importante no por los años acumulados, sino porque puede llegar a ser la metáfora, el punto donde algo se rompió, donde algo dejó de ser y una tradición se extinguió, que es la tradición Clásica. Hace 100 años que estamos construyendo el absurdo”, dijo el también fundador del Cuarteto de Guitarras Manuel M. Ponce.

Y agregó: “Pareciera que después de La historia del soldado perdimos la capacidad de entender el lenguaje de los creadores, de dejarnos seducir por una transgresión. Esta obra musical es el final de un principio. Es la última composición que Stravinski va a escribir en un lenguaje revolucionario y transgresor”.

En relación a la música del compositor ruso, precisó: “Hay una enorme dificultad en el lenguaje de Stravinski, y esta es rítmica, y a través de lo rítmico existe lo armónico y melódico que se amplia y se mueve. Stravinski cambia de unidad y de compás todo el tiempo. No es el compás el que dicta la frase, es la frase misma”.

Al referirse en particular a la trascendencia de la composición La historia del soldado, la consideró como una pequeña Consagración de la Primavera, donde estamos todos infinitamente más expuestos, y al mismo tiempo nos ofrece el gozo de estarlo. “Stravinski logra con esta obra una reconciliación de la música con la palabra”.

La obra es interpretada por un conjunto integrado por clarinete, fagot, trompeta, trombón, percusión, violín y contrabajo. Además participan un lector de la historia y actores que dan vida a los personajes: el soldado, el diablo, el rey y la princesa. Fue concebida para su puesta en escena en un pequeño teatro móvil.

Poco antes de sus estreno en 1918, Stravinski comentó: “Procuré poner a mi pequeña orquesta a la vista, en un lado del escenario, mientras que en el otro había un pequeño espacio para el lector. Esta disposición enfatizaba la estrecha conexión de los tres elementos principales de la obra, los cuales, al interactuar entre ellos, formaban un todo: en medio el escenario y los actores, a los lados la música y el lector. En nuestro diseño, estos tres elementos actuaron alternativamente, luego juntos”.

Con el timbre del violín Stravinski personifica el alma del soldado, el tambor corresponde al diablo. El ambiente ajeno al soldado ruso está representado por danzas extranjeras (tango, vals, ragtime) y géneros de España y Alemania  (pasodoble, coral).

El subtítulo de la obra dice: “El cuento del soldado y el diablo fugitivo, leído, jugado y bailado”. El libreto está basado en cuentos populares rusos de la famosa colección de Aleksandr Afanasiev, y fue escrito originalmente en francés por Charles Ferdinand Ramuz.

La trama tiene al mismo tiempo algunos motivos de la leyenda de Fausto. Se trató de darle un significado universal y presentarlo en forma de parábola. Esta parábola no se vio privada de actualidad y autobiografía. El compositor admitió que, al igual que el héroe de su trabajo, “se quedó sin nada, en un país extranjero, en el apogeo de la guerra”.

Toda la composición está integrada por un grupo de canciones que aparecen en diferentes números y en episodios grotescamente distorsionados, relacionados con la imagen del diablo. Se termina con una marcha triunfal sarcástica.

Zambrano, quien en algún momento de su conferencia dijo que nos gusta poner la música para no escucharla, aseveró: “todo arte es una deformación, y la deformación de Stravinski está en buscar una libertad en la escritura”.

“La gran moraleja de esta obra -agregó parafraseando a Stravinski-, es la posibilidad de estar desposeído. Una felicidad es toda la felicidad; dos es como si no existiera ninguna. No podemos ser el que somos y el que éramos. No tenemos derecho a tenerlo todo. Está prohibido. Hay que saber escoger”.

Cargaron de humanidad sus respectivos instrumentos estudiantes de la Facultad de Música, quienes integraron el ensamble que interpretó la obra, donde el diablo saca el violín del soldado –metáfora de su alma- y comienza a tocar una marcha extraña e irónicamente sonora, tras la cual el soldado marcha directo al infierno.