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Una búsqueda más de solución a la crisis venezolana

El pasado jueves 7 de febrero, en Montevideo, Uruguay, sesionó el Grupo Internacional de Contacto para Venezuela y lo más significativo que ofreció, además de su intervención para hallar una solución a la crisis que vive este país, fue tiempo. No es un ofrecimiento menor, pero parece poco posible en una coyuntura especial en la que la autoproclamación de un presidente interino y la negativa reiterada del constitucional de repetir o convocar a elecciones han provocado las amenazas de intervención por parte de Estados Unidos

Con la intención de encontrar una alternativa de solución que transite por vías de entendimiento sin confrontación, este Grupo de Contacto, conformado por países europeos y latinoamericanos, se suma al escenario de las posturas de otros grupos, como el de Lima, que reconoce a Juan Gerardo Guaidó como presidente interino, y los países que siguen reconociendo a Nicolás Maduro como presidente constitucional y denostan la postura estadunidense de contemplar como una solución a la crisis venezolana la intervención militar.
Es precisamente ésta la que ha suscitado el esfuerzo internacional por evitarla. Estando al frente del gobierno estadunidense un personaje como Donald Trump, que un día quiere ir a la guerra nuclear contra Corea del Norte, otro día inicia una guerra comercial contra China, o permanentemente quiere construir un muro con su vecino del sur para evitar la inmigración, cualquier cosa puede suceder, y más aún si una invasión armada, sea al país que sea, conlleva el potencial de derivar en negocio, como ha sucedido ya en otras intervenciones militares.

Si bien la crisis social, económica y política era ya grave en Venezuela, la intervención hasta ahora diplomática de Estados Unidos es lo que ha escalado este conflicto y alertado a los países europeos y de la región sobre las múltiples y diversas, pero seguramente funestas, consecuencias que arrojaría.

La labor del Grupo de Contacto es encomiable por pretender ser un equilibrio entre los poderes internos de Venezuela y los grupos internacionales que reconocen a uno u otro presidente, pero desde ahora parece infructuosa a partir de su misma composición.

Algunos de sus miembros como España, Italia, Francia y Reino Unido reconocen a Guaidó como presidente; otros, como Bolivia, respaldan a Maduro, y México y Uruguay omiten una posición. El resolutivo de trabajar durante tres meses en hallar una solución implica, primero, la consecución de unificar una sola postura en su propio seno, para después invitar y propiciar el diálogo entre Guaidó y Maduro y las fuerzas internas que los sostienen y respaldan, algo que puede implicar más de los tres meses que se proyectan.

Venezuela es un país que vive una honda confrontación y desarticulación de los Poderes de la República, sufre con una hiperinflación que ha roto su economía y provoca el desplazamiento de numerosas familias a los países vecinos para huir de la precariedad. No se quiere que se prolongue o agudice más esta crisis social, económica y política, pero tampoco la intervención estadunidense, en cualquiera de las modalidades que se pretenda.
Por ello, para un país que sufre esta situación, tiempo o hacer tiempo es lo que no se admite porque es precisamente el que esta crisis ya no tiene para solucionarse.