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Travesías periféricas, retrato de una ciudad en tránsito

Guadalupe Mora supo que la frase “el amor termina en Pantitlán” es cierta cuando un novio terminó la relación al saber que vivía en Ciudad Nezahualcóyotl. “Está muy lejos”, le dijo, y no supo más de él. De esta historia a la actriz no sólo le quedó una anécdota que cuenta a veces, sino el deseo de investigar cómo la distancia incide en lo afectivo, porque como ella dice, “siendo sinceros, si vives en el Centro y un amigo te invita a comer a su casa en Chimalhuacán o en Neza no vas para allá; en cambio, si él te viene a ver te parece muy normal, aunque los kilómetros en un sentido u otro sean los mismos”.

De estas reflexiones nace Travesías periféricas, propuesta del colectivo La Otra Orilla que tiende un puente entre la performance y lo etnográfico para explorar cómo se vive la CDMX al recorrerla. “Aunque estaremos esta semana en el Museo del Chopo el proyecto se remonta a año y medio atrás, cuando el antropólogo español Jesús Espasandín y yo decidimos que sería interesante indagar sobre la movilidad en el Valle de México. Y esto no es el fin; de aquí la iniciativa seguirá. El Chopo es tan sólo un alto en la ruta”.

Bajo la idea de que cada ciudad es un mundo, Guadalupe y Jesús se han dado a la tarea de ir conformando un Atlasa partir de objetos donados por el público, los cuales pueden ir desde el rímel usado por una secretaria para maquillarse mientras va sentada en el microbús, la imagen de San Cristóbal que protege al chófer de pesero o el un disco pirata comprado por 10 pesos a un bocinero de Metro, la selección es de los más variopinta, el único requisito es que cada pieza remita a un viaje o haga imaginar a un posible pasajero.

“A esta colección se sumarán imágenes y testimonios compartidos por quien quiera participar sin distingo, así como sonidos recolectados por Edgar Hernández. Al final todo conformará una pieza performática que aún no sabemos cómo se desarrollará porque la iremos armando entre todos. Ignoramos qué testimonios se irán sumando, lo interesante es saber cómo nos iremos abriendo camino”.

Donde performance y antropología coinciden

Jesús Espasandín conoció a Guadalupe cuando ella hacía un máster de arte en España; ambos coincidieron en actividades relacionadas con el activismo social. Poco después él visitaría nuestro país y se impresionaría con las dinámicas de movilidad propias del Valle de México, en especial con las de quienes viven en las periferias.

“Soy un antropólogo que vive en Madrid y, ahí, ir de un lado a otro no implica tanto. El transporte es para nosotros una especie de ‘no-lugar’ —como decía Marc Augé— del cual entramos y salimos lo más rápido posible. Sin embargo, aquí los desplazamientos son casi una jornada laboral si sumamos las dos horas y media de ida y las tantas de vuelta que hace quien va de Neza a Tlalpan, por ejemplo”.

Intrigado por este fenómeno y tras platicar con Guadalupe ambos llegaron a la conclusión de que podían arrojar nueva luz a este tema al unir sus respectivas disciplinas: así, la performancele daría una flexibilidad al ejercicio etnográfico, a veces un tanto rígido, mientras que las artes podrían echar mano de un arsenal metodológico, académico y conceptual no tan usual en el ejercicio escénico.

“No estamos descubriendo algo nuevo, en antropología Victor Turner viene trabajando esto desde hace tiempo; lo que sí es diferente es nuestra manera de articular ambos campos para abordar este problema en concreto. Más que aplicar un marco teórico en abstracto fabricamos uno a partir de los elementos de la teoría performática y la antropología urbana y experimental. Por esta vía pretendemos zambullirnos en esta esfera de la realidad”.

En sus estancias en México, Jesús ha aprovechado para hacer trabajo de campo y entrevistar a diversos actores de la movilidad, desde chóferes y vendedores hasta policías y usuarios de transporte público, mientras que en España suele ordenar sus apuntes y discutir con Guadalupe, sólo que a través de una webcam, pues como explican ambos, Travesías periféricases producto del diálogo ininterrumpido (al menos durante 2018) entre dos computadoras: una conectada a internet en Madrid y la otra en Ciudad Nezahualcóyotl.

“Todo esto es posible porque la antropología y la performanceson disciplinas elásticas y reflexivas que requieren del contraste y que reexaminan sus herramientas a fin de adaptarse a la realidad; nunca piden que la realidad se adapte a ellas”.

El arte de viajar sin moverse

Durante el tiempo que les tomó dar forma a este proyecto, cada vez que Guadalupe viajaba en metro o combi se hacía la misma pregunta: “¿cómo hacer para que un desconocido mire y sienta lo que yo?”.Para lograrlo ella, Jesús y la productora Nora Castrejón convocaron, a finales de febrero, a grupos de 10 personas para reunirse en el metro Pantitlán y hacer tres recorridos por la zona.

El primero llevó por título por nombre “A valor mexicano” y estuvo a cargo de un grupo de boxeadores-vendedores, quienes, como si fueran guías, llevaron a los participantes a sitios que podrían ser considerados peligrosos para luego narrarles la historia de cada lugar. El segundo se llamó “El amor muere en Pantitlán” y exploró cómo la distancia y la desidia enfrían afectos antes cercanos. El último fue “Cuerpos vulnerables en movimiento”, donde se invitó a las fundadoras de Ciudad Neza y a tejedoras que bordan servilletas con los nombres de víctimas de feminicidio a reflexionar sobre cómo el transportarse se ha vuelto un caldo de cultivo para las hostilidades.

“En estos tres recorridos tratamos de hacer concreta la teoría, y fuimos bastante afortunados por todo lo que surgió.  Lo que haremos ahora en El Chopo será vaciar todo ese material para que el visitante experimente la esencia de estos viajes, pero sin moverse de su lugar. Esto será un montaje etnográfico o una etnografía escénica, no lo sabemos aún, porque como es una experiencia interactiva en gestación debemos ver qué aportaran los otros”.

Quienes visiten El Chopo y estén dispuestos a acompañar a Guadalupe, Jesús, Nora y Edgar en estas Travesías periféricasno sólo podrán asomarse a otras maneras de vivir la ciudad —algunas muy alejadas de lo que dice el discurso oficial o los folletos turísticos—, sino que podrán debatir sobre hechos de todos sabidos, pero aceptados con renuencia, como que en el imaginario capitalino ciertas divisiones geográficas responden a prejuicios de clase.

“¿A qué se debe que estando los cuatro en el Estado de México, Satélite y Condado Sayavedra no sean considerados periferia, y Neza y Chimalhuacán sí? Hay quienes dicen con desprecio que mientras Satélite se pinta de blanco Chimalhuacán se tiñe de moreno; he ahí una pista de por qué es tan arbitraria esta distinción. Para eso también es este espacio, para ventilar estos asuntos y, en conjunto, irnos acercando a una respuesta”, planteó Nora Castrejón.

Tras andar por este camino, Guadalupe confiesa que quisiera llevar el experimento un poco más allá y ver cómo sería la CDMX narrada por un niño, una anciana o un obrero. “Si la dibujaran ¿qué aspecto tendría? Probablemente ninguno trazaría las divisiones políticas tan propias de los mapas ni reproduciría esa segmentación tan extraña dictada desde nuestros prejuicios; sería otra la urbe bocetada. Eso es lo que buscamos aquí, reconfigurar esa imagen y acercarnos a una ciudad más verdadera, a ésa que transitamos todos los días”.

Travesías periféricasestará en el Museo del Chopo hasta este fin de semana. La activación de la pieza Atlas coreográficotendrá lugar el sábado 9, a las siete de la noche, y el domingo 10, a las seis de la tarde. La entrada es gratuita.