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Sueño de una noche de verano en una vecindad de Tacuba

 

Las vecindades huelen a arroz recién hecho y a café de olla. Lo sabe muy bien el coreógrafo Vicente Silva Sanjinés. “Los vecinos nos trajeron café, nos preguntaron cómo lo queríamos: nescafé o de olla”.

 

El bailarín y encargado del proyecto de danza contemporánea en las vecindades nunca se imaginó regresar a una vecindad a trabajar. “Ha sido bellísimo ver a los niños jugar, gritar, bailar, tocar la batería”. 

 

Todo esto que pasó, se pregunta uno de los bailarines,¿fue real o sólo se trató de Un sueño de una noche de veranoen una vecindad de Tacuba? La función transcurre entre lavaderos, piletas, tanques de gas de cilindro, vecinos de pie, en silla de ruedas, algunos miran desde las azoteas. Hay un matrimonio que lleva 50 años juntos, ven por primera vez en la vida una función de danza desde la comodidad de su cuarto. Se alcanza a ver su ropero de madera, las fotos en blanco y negro de su boda. La señora en su silla de ruedas come una gelatina y sonríe. 

 

“Con questo es el tal Shakespeare”, dice una señora y no deja de aplaudir. El proyecto requiere del apoyo y de la aprobación de los vecinos. Lo que en Argentina se denominóDanza en tu casa,en México pudo llevarse a las vecindadades y llegar a más personas. Los bailarines usan las escaleras, la azotea, se trepan a los lavaderos, entran en los cuartos de la vecindad, aparecen por todos lados, “a donde nos permitan los vecinos”. 

 

 

Vicente Silva Sanjinés, quien ha impartido cátedra en la UNAM, recuerda la vecindad en la que creció, “muy parecida a ésta, las viviendas eran muy pequeñas y los patios muy grandes”. Al coreógrafo le gustan los retos, no conoce los obstáculos, como aquella vez en Colima cuando le dijeron que no había un recinto para bailar. “¿Qué tal la playa?”, planteó. “Ármame cuatro antorchas gigantes, consigue una grabadora y ponme muchas estacas. Les pusimos vestuario como si fueran fantasmas. Un niño vio esa función y ese niño se hizo bailarín en la Universidad de Colima”. 

 

Y uno de los mejores retos: enseñar a presidiarios, a delincuentes, a presos de Las Islas Marías. La danza no los hizo mejores personas pero sí los conmovió. 

 

El programa de danza beneficiará a 24 vecindades del Centro Histórico, Santa María la Ribera, Polanco, Obrera, Roma, Tacuba, Nonoalco, Aragón y San Joaquín.