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Segunda vuelta en Brasil: civilización o barbarie

El 2 de octubre pasado hubo elecciones generales en Brasil en las que se elegirían además del presidente y vicepresidente, el congreso nacional, algunos gobernadores y vicegobernadores, asambleas legislativas estatales y la cámara legislativa del Distrito Federal.

El candidato de la izquierda, Luiz Inacio da Silva, Lula, del Partido del trabajo, ganó las elecciones para presidente con 48.4 por ciento de los votos, en tanto que Jair Bolsonaro, actual presidente, quedó en segundo lugar con 43.2 por ciento. En tercer lugar quedó Simone Tebet, con 4.2.

Como el candidato ganador no obtuvo la mayoría de los votos, el 30 de octubre Lula y Bolsonaro participaron en una segunda vuelta, en la que Tebet apoyó abiertamente a Lula y se espera que su cuatro por ciento de votos se haya manifestado por el candidato del Partido del Trabajo.

En su edición más reciente, The Economist recoge una serie de encuestas sobre la intención de voto. Según la revista británica, Lula tenía 52 por ciento de la intención de voto en tanto que Bolsonaro tenía 48 por ciento.

“Esa diferencia de cuatro puntos porcentuales, que está dentro del margen de error, hace que el resultado del domingo sea un volado porque puede ganar cualquiera de los dos. No hay nada definido”, nos comentó Monika Meireles, del Instituto de Investigaciones Económicas, de la UNAM.

“Lo que está en juego el domingo 30 de octubre es más que el futuro de Brasil como nación, también el futuro de América Latina como posibilidad”. Las elecciones de esta segunda vuelta serán las más importantes para la democracia brasileña porque un segundo término de Bolsonaro representaría una amenaza para la democracia, la ciencia y el medio ambiente.

En su gobierno, Bolsonaro fue una amenaza para los derechos de los pueblos originarios y para la ciencia, el medio ambiente y para la sociedad brasileña por poner encima de todo el desarrollo económico a toda costa.

“En la presidencia de Bolsonaro, año tras año hemos batido récords en deforestación e incendios”, dice la investigadora de origen brasileño. “Bolsonaro ha apoyado públicamente la minería intensiva, no respeta la legislación y le ha quitado los fondos al Ibama, Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, el órgano que multa a las empresas que no respetan la legislación ambiental”.

Un modelo económico que sea armónico con la sustentabilidad de los recursos naturales que se extraen de los pueblos originarios no está contemplado en su gabinete. “Por el contrario, en varias declaraciones Bolsonaro ha dejado claro su menosprecio por las comunidades indígenas y por los negros. En una entrevista hizo comentarios sobre las organizaciones quilombolas en las que se practica una especie de agricultura familiar mucho más armónica con la naturaleza. En sus palabras, los negros de los quilombos son unos perezosos”.

Sin embargo, en los votos pareciera que además de las clases medias y altas, también las clases populares lo apoyaron y muchas personas de origen negro. Habría una explicación económica del voto de las clases populares para Bolsonaro, dice la académica, porque en los últimos meses hubo un incremento en el dinero para los beneficiarios de Auxilio Brasil, uno de los programas sociales con el que Bolsonaro sustituyó a Bolsa Familia en el gobierno de Lula.

“Pero creo que más allá de eso, hay una identificación de las capas más populares con el discurso conservador que Bolsonaro encarna”, explica Meireles. “Creo que a parte de la izquierda urbana, de la academia, no nos gusta verlo, pero gran parte de la población se adhiere a valores muy conservadores”.

La familia, la religión, el cristianismo, son banderas que Bolsonaro encarna de manera muy hipócrita, porque vende la imagen pública de que es un defensor de la familia brasileña. “En parte, eso explicaría por qué tiene los votos de esa capa de la población”.

Las universidades públicas, trincheras de resistencia

Las consecuencias para la ciencia y las universidades públicas si Bolsonaro se reelige serían catastróficas porque su propuesta es absolutamente acientífica. “Recordemos que en su gabinete había gente que no cree que la Tierra sea redonda, sino que forman parte de un movimiento terraplanista”.

La ministra Amares Alves, una de las más votadas para el Senado, está en una cruzada contra lo que llama ideología de género. Las discusiones sobre género en la economía, género en los lugares de trabajo y la igualdad salarial, todo eso lo considera como una cosa casi del demonio.

“Las universidades públicas tienen esperanzas de que en la segunda vuelta gane Lula para que podamos reestructurar lo que no fue completamente aplastado gracias al valor de un grupo de profesores, estudiantes y funcionarios que han defendido a la universidad pública, convertida una trinchera de resistencia”, dijo la académica universitaria.

Con los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff había un programa, Ciencias sin Fronteras, para que alumnos de licenciatura y posgrado pudieran pasar de seis meses a un año en universidades extranjeras.

“Eso fue desarticulado para licenciatura, para el posgrado creo que queda un poquito, pero en términos de volumen del presupuesto, fue muy disminuido. Están trabajando en el mínimo operacional”, dice la investigadora.

El voto avergonzado

“En la primera vuelta las encuestas indicaban que Lula ganaría las elecciones con mayoría, pero no fue así. ¿Por qué se equivocaron tanto las encuestas?  Por algo que se llama el voto avergonzado. A la gente que votó por Bolsonaro le daba vergüenza declarar que votaría por él. Esa fue la razón de que las encuestas se equivocaran tanto”.

Para la segunda vuelta es posible que se repita ese fenómeno: que quien vaya a votar por Bolsonaro no lo manifieste. Por eso el resultado de las elecciones no es previsible. A pesar de esos cuatro puntos en favor de Lula no sabemos qué va a pasar el domingo, se lamenta la investigadora.

Ahora bien, “si Bolsonaro gana creo que va a venir con mucha más truculencia de lo que fueron sus cuatro primeros años”, considera la académica, porque en la primera elección Lula no participó porque estaba en la cárcel.

“Por esa razón, el PT no dejó de afirmar que esa fue una elección amañada porque Lula no participó y que por eso ganó Bolsonaro. Pero esta vez no habrá disculpas si pierde porque ahora Lula está en la contienda”.

Si Bolsonaro gana las elecciones se legitimará muchísimo más porque entonces habrá derrotado a la expresión máxima de la oposición a su gobierno.

“Si gana Lula, creo que le va a pasar algo similar a lo que está pasando con Joe Biden, en Estados Unidos, cuyo gobierno está enfrentando una dura resistencia de los partidarios de Trump y el Partido Republicano”.

Creo que eso mismo va a pasar con Lula si gana, no va a tener un gobierno tranquilo porque tendría que enfrentar muchas resistencias, dice Meireles. Si Lula gana, se empezaría la reconstrucción de Brasil pero será una reconstrucción tortuosa y difícil.

“El país está destrozado por la pandemia. Con más o menos 220 millones de habitantes, la población de Brasil representa 2.7 por ciento de la población mundial, pero somos responsables por 12.4 por ciento de las muertes por Covid. Esa disparidad se debe a la ineptitud del gobierno federal en dar una respuesta a la pandemia porque es un gobierno anti ciencia, anti vacuna. El propio Bolsonaro al principio de la pandemia se vanagloriaba de que no se iba a vacunar, que quien se vacunara se iba a convertir en cocodrilo”.

Al final de un editorial que publicó en su edición del 2 de octubre, la revista Nature considera que los pasados cuatro años en Brasil son un recordatorio de lo que sucede cuando el que elegimos desmantela a las instituciones destinadas a reducir la pobreza, a proteger la salud pública, a estimular la ciencia y el conocimiento, a proteger el medioambiente, defender la justicia y la integridad de la evidencia.

“Para resumirlo, lo que está sobre la mesa es civilización o barbarie. Nos estamos jugando nuestro futuro como nación, pero el resultado de las elecciones también tiene implicaciones más allá de Brasil como nación, tiene implicaciones regionales”, finalizó la académica universitaria.