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Relación entre violencia y falta de deseo sexual en la mujer

 

  •  Una serie de creencias sociales y culturales impide a las mujeres gozar o tener una repuesta sexual satisfactoria.
  • Es necesario recuperar la sexualidad de manera más integral, más plena y no reducirla a una práctica genitalizada.

La frigidez, en general, es entendida como la incapacidad de una mujer para alcanzar el orgasmo. Sin embargo, no siempre las respuestas sexuales placenteras van a estar determinadas por el coito.

Más que frigidez, se trata de distintos tipos de disfunciones sexuales que “atraviesan lo físico, lo emocional y lo psicológico”, dice la doctora Zoraida Meléndez Zermeño. 

Estas disfunciones sexuales en la mujer están relacionadas con la pérdida del deseo y con dificultades para realizar el coito o para tener un orgasmo.

¿Qué bloquea la respuesta sexual?

Meléndez Zermeño, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, agrega que en la historia de la vida de una mujer puede haber eventos físicos y factores sociales y psicológicos que afecten su erotismo y bloqueen su respuesta sexual. Entre ellos destacan:

  1. Violencias en la infancia.
  2. Falta de educación sexual integral. No conocen el funcionamiento de su sexualidad y por tanto no pueden disfrutarla. Además, en nuestra cultura tenemos muchas prácticas que sólo buscan la respuesta genital.
  3. Una serie de creencias sociales y culturales que han regulado un ejercicio sexual basado en el miedo, la prohibición y la desvalorización como una respuesta integral humana a través de la familia, el Estado y la religión, agentes socializadores que les impiden gozar o tener una repuesta sexual adecuada.
  4. La respuesta sexual ha tenido la fuerte influencia de una serie de creencias del modelo cultural imperante que muchas veces no responden a lo que las mujeres necesitan o esperan de una experiencia sexual.

Falta una educación sexual integral

Meléndez Zermeño, del Programa de Sexualidad Humana, dice que en México no se tiene una educación sexual “explícita, informada, empírica”, que permita a las mujeres realmente conocerse y potenciar esta vivencia sexual tanto para ellas como para su pareja.

La educación que reciben, agrega la psicóloga universitaria, es informal, una instrucción a partir de creencias y prejuicios que impiden que las mujeres aprendan a vivir con placer su sexualidad.

—¿Esta disfunción sexual funciona como un mecanismo de defensa cuando se ha padecido violencia sexual?

La experiencia de violencias en la infancia o en otra etapa de la vida detona mecanismos de bloqueo y protección para manejar heridas y traumas en la historia sexual. Lo anterior impide el desarrollo del ejercicio sexual pleno.

—¿Hay alguna causa fisiológica que cause este tipo de disfunción sexual?

Aunque alguien no tenga fisiológicamente una formación completa de su sexualidad, eso no impediría gozarla, porque el placer no sólo está en los genitales, sino en todo el cuerpo. Entonces, generalmente, todas las experiencias de disfunción sexual relacionadas con la falta de deseo o con el bloqueo de la genitalidad, tienen un origen psíquico.

Meléndez Zermeño, del Centro de Servicios Psicológicos de la Facultad de Psicología, señala también que no se sabe qué porcentaje de la población femenil padece esta disfunción sexual. No hay mucha investigación sobre la sexualidad en México.

“En la consulta privada o en asociaciones civiles se observa que en las parejas hay dificultades en las relaciones erótico-sexuales que causan crisis, pero no podemos dar un número de cómo estamos viviendo la sexualidad”.

A nivel institucional, asegura, “no hay nada” para atender estos casos. En la consulta privada se aplican enfoques de psicoterapia sexual que ayudan, poco a poco, a recuperar el manejo del erotismo. En casos de violencias sexuales, hay terapia de corte más profundo para resolver aquellas experiencias traumáticas que impiden que la sexualidad funcione de manera satisfactoria.

Finalmente, Meléndez Zermeño apunta que tenemos que recuperar la sexualidad de manera más integral, más plena, y no reducirla a una práctica genitalizada.

Con ese fin, puntualiza, se debe hacer un trabajo de psicoterapia integral que incluya una revisión de la historia de vida y una reparación de los daños “en el sí mismo y el cuerpo”, así como el desarrollo de habilidades socioafectivas que permitan el desarrollo pleno de la sexualidad.

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