Explora unam global tv
Explora unam global tv
explorar
Explora por categoría
regresar

¿Qué no es la educación ambiental?

[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Nota original de: Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad
Autora de la nota: Atenea Bullen
https://www.iies.unam.mx/comunicacion-cientifica/topicos/que-no-es-la-educacion-ambiental/

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Tratar de definir la educación ambiental (EA) es un reto que obliga a repensar el concepto y replantear sus fronteras, pues existen tantas concepciones como educadores ambientales. Quizá por ello sea más fácil partir de lo que no es la EA. Así se decantarán sus cualidades y se podrán esbozar algunas de sus características. Entonces, ¿Qué no es la educación ambiental?

Por mucho tiempo la EA ha sido confundida con la educación científica, particularmente con la educación ecológica. En nuestro afán por compartir el conocimiento científico para conocer, apreciar y cuidar nuestro entorno natural, hemos confundido el fin con el medio.  Por tanto, aunque hablar sobre las plantas, los animales o los ecosistemas es importante,  no es el único fin de la EA.  Si bien el conocimiento es una parte esencial de cualquier proceso educativo, el conocimiento por sí mismo no transforma, ni al individuo, ni a la sociedad. El conocimiento científico compite por ser un dato más en nuestra memoria. Esto no devalúa la importancia de la enseñanza de las ciencias, -la cual debería ser una prioridad en nuestro sistema educativo-, pero sí invita a reconocer que la primera contribuye al desarrollo de capacidades analíticas y conceptuales, mientras que la segunda implica la aplicación de estas habilidades cognitivas para la comprensión, la interpretación y la transformación de la realidad socio-ecológica.

Si lo anterior es cierto, ¿Por qué limitar la educación ambiental a temáticas como el cuidado del agua, los suelos, el aire o la diversidad biológica y no incluir temas como la violencia, la situación actual de la balanza comercial, la discriminación o la política exterior? Para responder a esta pregunta basta revisarlos antecedentes históricos del concepto. Desde las primeras referencias a la educación ambiental a principios del siglo XX encontramos dos grandes visiones ubicadas  geopolíticamente.  Por un lado, la tradición científica anglosajona que impulsa la environmental education fuertemente influida por la educación de la ciencia (science education); y por otro lado, la perspectiva surgida de la región Latinoamericana cada vez más influida desde el sur global, en la que la EA se orienta al análisis crítico de la sociedad.   ¿Cuál de estas visiones es válida? Ciertamente ambas pues la educación ambiental no puede ser meramente la educación sobre  método científico, ni la extensión de información, ni solamente la crítica social sin sustento teórico-metodológico. Sin embargo, dada su posición geográfica (cercana a los Estados Unidos) y la formación disciplinar de un gran número de educadores ambientales en nuestro país, la EA  ha tendido a concentrarse en los aspectos biológicos, en la ciencia y en la tecnología. No obstante, gracias a los esfuerzos de profesionalización y de construcción teórica del campo de educación ambiental en México, esta visión dominante se complementa cada vez más con perspectivas provenientes de otros campos del conocimiento como son la sociología y la filosofía.

Hoy por hoy la EA es más que enseñar a separar los residuos sólidos, más que aprender a cerrar la llave del agua, es más que hacer manualidades con basura, o realizar actividades lúdicas al aire libre, -claro que incluye todo lo anterior-, pero requiere del diálogo para analizar relaciones políticas y económicas complejas. Por lo tanto, no puede ser una intervención puntual, no se trata de la impartición de un taller o del desarrollo de una actividad, sino de un proceso de reflexión constante.  Se trata de comprender los factores políticos y económicos que están detrás de la disminución en el número de mariposas o de encinos o de cualquier otra población. Se busca reconocer también las relaciones de dominación y explotación entre seres humanos que subyacen la crisis ambiental.

Por todo lo anterior, la educación ambiental no es meramente instrucción, no es neutra, ni es apolítica. Es educación cívica para la construcción de ciudadanía, pues promueve la participación social organizada. La EA no debe ser una educación bancaria que deposita información para ser almacenada, sino que su objetivo es estimular la reflexión individual y grupal para la acción colectiva.

De allí que la EA no se limita al trabajo con niños y debe tomar en cuenta a jóvenes y adultos. Debe ser un proceso permanente en todos los ámbitos educativos desde la educación formal, la educación no formal y la informal. Se habla de un proceso de eco-alfabetización dirigido a la población en general, aunque adaptado a las necesidades e intereses de comunidades diversas.

Asimismo, es un proceso que debe partir de la comunidad, de sus inquietudes, de sus miedos, de sus preocupaciones. Es un proceso que acompaña y que apoya. No puede ser jerárquico, ni lineal. Es un proceso que requiere de una metodología propia para trabajar con y para las personas.

El reto es grande, pero no imposible. Definir a la EA es importante, pero más aún es erigirla en la práctica. Partir de los prejuicios y elementos que no constituyen la EA facilita la tarea, pero queda pendiente identificar las características que la distinguen. Quizá algunos elementos aquí expuestos no son exclusivos de la EA, pero no por ello no son característicos de ella, pues son parte de un proceso educativo integral. Hace falta seguir analizando lo que significa la EA partiendo de un análisis de la educación en sí misma, pues sin esta base conceptual no podremos valorar los alcances de un proceso cultural que tiene como fin último al propio ser humano, un ser en relación en y con su entorno.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]