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Película triunfadora en el FICUNAM: un poema a los trabajadores

La ceremonia de premiación de la más reciente edición del Festival Internacional de Cine UNAM culminó con un doble reconocimiento para El gran movimiento, segundo largometraje de ficción del realizador boliviano Kiro Russo, que obtuvo el Premio del Público y el Puma de Plata a Mejor Película de la Competencia Internacional.

La película está ambienta en la Bolivia actual y cuenta la historia de Elder, quien “luego de caminar durante una semana, llega junto con sus compañeros mineros a La Paz para exigir la restitución de su trabajo. De repente, Elder comienza a sentirse enfermo. Con la ayuda de la anciana Mamá Pancha, Elder y sus amigos encuentran trabajo en el mercado. Pero la condición de Elder empeora, se está ahogando y luchando por respirar. Mamá Pancha lo envía con Max, un médico brujo, ermitaño y payaso, quien quizá pueda devolverle la vida al joven”.


El protagonista ya aparecía en el trabajo anterior de Russo, Viejo Calavera (2016), en la cuál tras perder a su padre, debía enfrentarse a los estragos provocados por la actividad minera en la pequeña comunidad de Huanuni en Bolivia. Charlamos con Russo tras su triunfo:

¿Qué sentimientos te generó ser seleccionado por FICUNAM?

Kiro Russo (KR): Haber sido seleccionado al festival fue una gran alegría, sobre todo porque por el cine que hago. Por ser boliviano, es realmente fundamental poder compartir las películas que he hecho, con países que me parecen mucho más cercanos, como Bolivia y México. Me parece un país que, realmente, tiene similitudes y una cercanía importante con el mío. Es bien importante promover el diálogo, cuestionar ciertas cosas, sobre todo en nuestros países. Poder compartir la película aquí en México es fundamental y ganar el premio mucho más, me acerca mucho más a que la gente pueda ver la película, a que puedan cuestionarla.

Obtuviste el Premio del Público y el Puma de Plata a Mejor Película, son dos reconocimientos muy diferentes…

KR: El Premio del Público es uno de los más importantes que hemos recibido, porque sentí que la gente conectó mucho con la película, había un interés muy grande también por el cine, podíamos coincidir en temáticas y cierta forma, sobre todo, de hacer y pensar el cine, que es coincidente tanto en Bolivia como con México. La película, además, es bastante rupturista y cuestiona lo que es hacer cine, a la vez tiene un diálogo muy grande con cosas de la cinematografía latinoamericana y mundial. Me alegra que la película sirva para ser parte de la construcción de este diálogo sobre el cine en Latinoamérica.


Sus imágenes de La Paz podrían ser de la Ciudad de México, hay temas que nos atraviesan a todos no sólo como latinoamericanos, sino como habitantes de estas urbes caóticas…

KR: Pensar en un cine latinoamericano parece, de alguna manera, un concepto pasado, pero es bien importante porque la saturación de las imágenes, la alienación y, digamos, el estadío en el que estamos después de tanto bombardeo de Hollywood y ciertas formas de ver el mundo ha puesto en cuestionamiento nuestras propias voces. Dentro de esa idea, creo que es muy importante este diálogo entre nuestros países, incluso para cuestionar si existe lo latinoamericano o qué sería eso.

Definitivamente al ver muchas películas mexicanas, por ejemplo, argentinas o peruanas, me he sentido mucho más cerca a algo mío que viendo otro cine. Y a la vez, no sé, es lo loco del cine, también conecto mucho con el cine asiático, por ejemplo. Me he dado cuenta que Bolivia tiene muchas similitudes con ciertas cosas de Asia que yo no me hubiera imaginado; me pasa igual con México, por ejemplo. Cosas como la convivencia con lo ancestral o la medicina natural, que es muy presente en Bolivia y aquí también.

Es interesante ver cómo podemos coincidir con mundos que aparentemente son completamente ajenos. Es a través del cine que podemos ver estas cosas, me parece buenísimo. La forma me pareció muy importante en esta película, no la forma de hacer cine y mostrar cine –que está siempre en construcción y en cuestionamiento también, sobre todo dentro de nuestras realidades–, sino esta saturación absoluta que existe de las imágenes, es necesario que exista esta resistencia.

En El gran movimiento la ciudad es una experiencia deshumanizante, las experiencias relacionadas con el capital son abrumadoras. Los pocos momentos de humanidad se encuentran en lo comunitario, como las vendedoras del mercado…

KR: Totalmente. La película es un poema a los trabajadores, me pareció muy necesario hacer algo así, porque en verdad los y las trabajadoras están sosteniendo los sistemas del mundo y las ciudades en las que vivimos. No siempre ha pasado lo mismo. Antes era mucho peor en el sentido de que había esclavos y era muy jodido, pero de alguna manera todos somos esclavos del sistema.

Al decir también que es un poema, nosotros también somos los y las trabajadoras que sostenemos el sistema, con la diferencia grande que no estamos sacrificando nuestros cuerpos para que eso sea así. Hay gente que sí. El cine hegemónico es extraño, se trata de ejercer un tipo de invisibilidad o invisibilizar ciertas problemáticas y cuestiones que son fundamentales de tocar y expresar.

Me intereso mucho en la forma porque el medio más importante del mundo del lenguaje ahorita es el audiovisual. Me parece fundamental que el lenguaje se abra y que no se cierre a que todos tenemos que hacer las cosas de la misma forma o pensar que el cine está relacionado con lo mercantil. El cine además puede ser abordado de diferentes formas.

Conozco cineastas que, por ejemplo, hacen películas muy contemplativas y que tienen que ver con el espacio. Este tipo de películas también son importantes. Combatir el lenguaje es también un medio de pensamiento, de historia y de generar vínculos y no solamente verlo como un entretenimiento. Para mí el cine debería ir mucho más allá de ser un constructor de historias. Pienso en YouTube, por ejemplo, es verdad que la caméra stylo –ese texto que habla sobre escribir con la cámara de hace tantos años– ya es algo real. En ese texto, si no me equivoco, ya se hablaba de la posibilidad de un lugar donde encontrar vídeos de lo que sea, como una biblioteca. YouTube es eso, pero en las representaciones no hay tanta conciencia; no solo nos debe importar el tema, sino la forma. Es importante introducir la forma como un lugar de cuestionamiento y de generación de pensamiento a través de estructuras más abiertas que cerradas, El gran movimiento está llena de interpretaciones posibles, de cosas que yo he pensado y de cosas que a veces me dicen y no he pensado. Eso me parece importante, la verdad.

La modernidad está llena de imágenes, pero como público cada vez estamos menos deseosos de cuestionar esas imágenes…

KR: Y de poder conectar con otras cosas. Pasa incluso con las personas que trabajan en la película, porque ya tenemos una educación, justamente, audiovisual; si las cosas no son como estamos acostumbrados a verlas, ya están mal directamente. No puede ser de otra forma. El gran público está muy jodido en ese sentido. Digo esto porque me pasó con mis dos películas, al final, la gente no puede ver al cine más que como una máquina de contar historias, no van más allá de las posibilidades que te da el lenguaje audiovisual de simplemente contar historias y, por otro lado, si vas a contar historias también está la imposición de cómo se deben contar las historias. Eso también debería ser puesto en cuestionamiento, porque al final el problema es que todo se estandariza, se termina haciendo lo mismo eternamente.

La gente aprueba o desaprueba en el sentido de que si no lo conocen, es inválido o está mal. La posibilidad de abrir el pensamiento y preguntar me parece bien necesaria en nuestra época. Lo extraño de la época en la que vivimos es que todo, supuestamente, ya está resuelto. Las respuestas ya están cerradas, sabemos todo y la vida es conseguir cosas y dinero, y se acabó. Es más o menos el resumen de nuestra época, ¿no? Creo que a través de las películas y el arte en general se pueden abrir preguntas y cuestionamientos para empezar a mirar un poco más allá las cosas, llegar a cuestiones que también nos deberían importar más que simplemente el dinero o el entretenimiento. Incluso como un banco de registro histórico, en un sentido más consciente, debería estar presente el cine en esos pensamientos.

La película inicia con una “sinfonía” de La Paz, las sinfonías de la ciudad fueron muy famosas hace 100 años. ¿Por qué es importante conectar El gran movimiento con esas primeras vanguardias del cine?

KR: Para mí es muy importante pensar el cine como un documento y al pensarlo como un documento y pensándolo académicamente desde una perspectiva de este lugar, cualquier texto académico tiene referencias y citas al final para que tenga una validez científica, ¿no es cierto? He pensado mucho por qué el cine no tiene eso, es un lenguaje y debería ser una cosa a la también se podría recurrir de una manera más académica o histórica, siendo que es una huella más fidedigna que un escrito de algo que sucedió.

Pensando el cine como documento trato de hacer, además, cada vez más conscientemente, esos dos lados. La película, por un lado, tiene diálogos con muchas cosas ya del cine, como, por ejemplo, las vanguardias de los años 20. Tiene también un diálogo con el cine latinoamericano de manera consciente, un diálogo mucho más cercano con el cine del Grupo Ukamau y Jorge Sanjinés, que es el cine más importante de la historia de Bolivia.

Eso con relación al cine, pero la película tiene un diálogo muy grande con un género, podemos decir entre comillas, que es la representación de La Paz. En mi país, dentro de la historia del arte, han sido muy importantes estas representaciones que se dan recurrentemente en todos las artes. Hay mucha pintura sobre la ciudad y muchas interpretaciones a través de la pintura de lo que es la ciudad. Después hay mucha literatura, para mí Jaime Saenz es el más importante escritor de Bolivia y su literatura gira en torno a la representación de la ciudad y su relación con la ciudad. Todas estas cosas están conscientemente incluidas como un diálogo con esas temáticas en la película. Lo mismo desde el punto de vista de la conciencia de la época, en el sentido de que hay huellas en la película de cosas históricas que han pasado de la ciudad, sólo las puede leer la gente de la ciudad. Por ejemplo, la marcha de los mineros es un evento real, documental, pero en la película podría pensarse como una ficción, no se sabe qué tan real es eso que se muestra ahí.

Hay momentos de destrucción, como las alucinaciones que tiene Max. La primera vez que lo vemos ve un deslizamiento, es una cosa que, por ejemplo, pasó en el 2019 en mi país, ha sido súper fuerte que un barrio entero se vino abajo, a la vez refleja una cosa muy constante de mi ciudad: justamente se construyó en los cerros. Cada ciertos años sucede eso. Se parte como un testigo de esas situaciones reales, pero la película no se está construyendo como un documental de denuncia, ni habla de eso, incluso se está contando como si fuera la imaginación de un loco. Hay esa contraposición entre ese documento de huella utilizado como una pieza de una ficción, eso me interesa mucho.

Las vanguardias cinematográficas, como los problemas mineros en Bolivia, no iniciaron ayer. Un siglo después apenas vemos sus verdaderas consecuencias…

KR: Eso une también, como cierta narrativa, dentro de la película. Al hacer cine lo que tienes que es, digamos, el lenguaje directo de la modernidad, en su forma misma, en su génesis misma. Es una máquina que captura el entorno, el tiempo, la duración, las presencias y todo eso es la modernidad, no podía suceder antes, pensar en algo como el cine era como pensar en una brujería o magia. Ahí hay una cosa que es fuerte: ser hijo directo de la modernidad, parece que no puede salirse de eso. Esta idea mercantil de la existencia del cine parece como algo superado, pero es la historia de la modernidad: solo importa lo nuevo. La historia del cine ha generado tantos niveles de representación que es muy lógico retomar, reinterpretar o mezclar.

El cine también es joven, creo que no se piensa en eso, por qué en su juventud el cine sigue ciertas lógicas de la modernidad que deberían ser superadas. Para mí la modernidad ya pasó, estamos en la postmodernidad y, de alguna manera, ya no importa nada. Es súper interesante volver a este tipo de cosas que han sucedido, incluso pensando en las sinfonías de la ciudad, haber una desde La Paz y en el siglo 21, es una crítica a la idea misma de representar la modernidad y las ciudades como algo grandioso.

También hay una representación de la ciudad como un ente, porque he tratado de filmar la ciudad de una cierta forma que es como un personaje, y eso está reflejado en la puesta en escena y el sonido, en los encuadres de abstracciones y todo, al principio se ven personas pero medio deformadas, que están existiendo dentro de este ente construido cinematográficamente para que esté vivo. Veo la ciudad como un gran monstruo que está comiéndose a todos, más que como un tipo de logro humano o una elegía a la modernidad, eso eran las sinfonías de la ciudad de principios de siglo.

He tratado de filmar lo que no se filma porque hay ciertos estereotipos, por ejemplo, en mi ciudad hay una montaña, el Illimani, y prácticamente si esa montaña no sale en la película, sale escondida en algún lugar. Pero no buscamos la espectacularidad de eso., no se ha tratado de hacer encuadres turísticos, se filma en cualquier lugar que no se filmaría. Todo el tiempo estoy pensando en eso, porque me interesaba hablar de la ciudad como un ente reflejando La Paz y no sólo un lugar turístico para que vengan a visitar.

Es cuestionar qué ha significado la llegada de esa “modernidad”…

KR: Y, además, si la modernidad realmente ha sucedido en Bolivia. Nosotros no tenemos prácticamente industria, y realmente es un país muy complejo porque en Latinoamérica es donde han sobrevivido más indígenas. En los países alrededor, básicamente han matado a todos. Es una complejidad muy rara, en el sentido de que supuestamente estamos viviendo la modernidad y qué sé yo, pero el país convive con un pasado muy presente, me parece que también eso sucede aquí en México, pero de otra forma, por esta relación muy fuerte con Estados Unidos. Eso inevitablemente ha hecho que el capitalismo y la alienación suceda de una manera mucho más agresiva, no digo que en Bolivia no estemos alienados porque sí, totalmente, pero el proceso de industrialización y tecnologización ha sido siempre medio arcaico en mi país.

La película muestra un poco ese caos, dentro de esas presencias de algunas cosas, como, por ejemplo, un videoclip de Michael Jackson,de alguna manera está citado ahí, pero a la vez convive con un pasado súper presente.