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Particularidades que no conocías de las jacarandas

Jacarandosos pone los días de la Ciudad de México la jacaranda. Sus flores que visten el árbol, y que al caer dejan una cautivante alfombra de pétalos a su alrededor, alegran las miradas.

En guaraní se llama jacarandá, que significa fragante, y aplauso de mono (ka-í jepopeté); su fruto leñoso, en forma de castañuela, contiene semillas aladas.

En primavera, florecillas en forma de campana y de vistoso lila azulado pintan de ese color las calles y parques de México, adonde llegó a principios de los años 30 del siglo XX.

Fue el jardinero japonés Tatsugoro Matsumoto, quien al querer plantar cerezos en México sembró jacarandas, porque aquéllos no se adaptaron al clima de nuestro país.

Según el libro Árboles y áreas verdes urbanas, de la bióloga Lorena Martínez González, la jacaranda es nativa de regiones secas de Sudamérica; de crecimiento rápido en sus primeros años de desarrollo, mide de 6 a 10 metros de altura y vive entre 40 y 50 años.

Coloridas y perfumadas, dice Marcelo Rodrigo Pace, del Instituto de Biología de la UNAM, las jacarandas necesitan poco espacio y cuidados normales. Sus raíces no son agresivas, y a pesar de llegar a ser árboles muy altos filtran la luz. Además, su madera es de alta calidad: por sus tonos cremas y rosados, es muy apreciada en la fabricación de muebles.

Requiere poca agua y no necesita fertilizantes. Su mejor floración se da en suelos pobres, apunta Martínez González en su libro, publicado por el Parque Ecológico Xochitla.

Es muy resistente a las plagas y a la contaminación (diez árboles de jacaranda pueden absorber el CO2 emitido por mil 400 autos al día).

“Tiene otras gracias la jacaranda —agrega Ángeles González Gamio (La Jornada, 3 de abril de 2011)—. “Sus hojas secas son usadas en la fabricación de un ungüento que sirve para sanar heridas. La infusión de la corteza es muy buena para lavar úlceras. Y juntas, hojas y corteza, ayudan en el tratamiento de la sífilis y la gonorrea”.

Las jacarandas también tapizan el campus central de Ciudad Universitaria. En la Facultad de Psicología, Alcira Soust Scaffo sembró una jacaranda, tan viva hoy como la memoria de esta poeta uruguaya (La Jornada, 26 de junio de 2017).

Ernesto Alvarado, egresado de la Facultad de Psicología, recuerda que “con motivo de un año más de la conmemoración de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, Alcira tuvo la hermosa idea de regalarnos una pequeña jacaranda para que la plantáramos en alguno de los jardines de la Facultad de Psicología, con el tierno mensaje de que se trataría de un símbolo de hermandad de nuestras dos escuelas (Psicología y Filosofía), ya que la primera era parte de uno de los colegios de la segunda, y en los años 70 adquirió el estatus de facultad.

“En bolsas de plástico acarreamos tierra del jardín de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, al pie del busto de Dante Alighieri; caminamos entre charcos de agua los 300 o 400 metros que la separan de la Facultad de Psicología, y después de hacer varios agujeros que topaban con tuberías, por fin encontramos donde plantarla, la abonamos con poemas suyos escritos en papel revolución y en hojas bond, para que se nutriera bien y creciera hermosa”.

Hoy, la jacaranda de Alcira luce enorme frente a la biblioteca de la Facultad de Psicología, como otras que embellecen otros espacios de CU.