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Para Gloria Contreras la danza fue la razón de su existencia

María del Carmen Gloria Contreras Röniger nació el 15 de noviembre de 1934 en el Distrito Federal. En primera instancia, marchó a Canadá contratada por el Royal Winnipeg Ballet; un año después tomó un autobús que la llevaría a Nueva York, la capital de la danza mundial.

De inmediato formó su primera compañía, México Lindo, que se presentó en la Casa Internacional, la Organización de las Naciones Unidas, la Universidad de Columbia y muchos otros sitios. Se mantuvo por muchos años haciéndose cada vez más universal y menos folclórica, aunque siempre apoyada en la esencia de sus raíces.

De 1956 a 1964 continuó sus estudios en la School of American Ballet, de Nueva York, con Pierre Vladimiroff, Felia Doubrovska, Anatole Oboukhoff, Muriel Stuait y George Balanchine. Su grupo cambió de nombre a The Gloria Contreras Dance Company y se presentó anualmente en el Theresa L. Kauffman Concert Hall en Manhattan, donde mostró a críticos y público en general su trabajo. Realizó giras anuales por varios teatros de Estados Unidos.

Además de hacer coreografías para su agrupación, por la que desfilaron algunas de las bailarinas más importantes de ese momento, hizo obras para muchas otras. Por 14 años se preparó para formar y dirigir compañías de danza y atender todos los aspectos que forman esta actividad. Así trabajó hasta 1970, año en que realizó su último concierto, unos meses antes de regresar a México para formar el Taller Coreográfico de la UNAM.

En el libro Taller Coreográfico de la UNAM. 40 años de danza en México, escribió cómo, por medio de su labor “y concretamente dentro de mi actividad como directora de esta agrupación, quise volver a la danza en sí, eliminando todo aquello que la hacía débil. Evité seguir líneas literarias y que hubiera exagerados efectos teatrales. Pedí a mis obras ser válidas aún desnudas. Conservé el sonido y el color dejando al bailarín la misión de expresarlo todo sin ninguna ayuda externa”.

Al fundarlo, a finales de 1970, el objetivo era formar un laboratorio, un taller de búsqueda y experimentación. “No pretendíamos hacer una compañía clásica de tipo tradicional con un centenar de bailarines, sino un grupo de cámara que ejerciera la creatividad diariamente. Su presupuesto era limitado y, por lo tanto, las producciones tendrían que resolverse con danza pura, en la más ascética de las concepciones”.

La meta número uno fue lograr un público; la dos, buscar el respeto para la carrera de la danza, relató en el texto. “Algo determinante en la configuración de la compañía fue la forma de trabajo. Desde un principio nos propusimos ofrecer temporadas permanentes, no funciones aisladas; contar con un amplio repertorio que nos permitiera cambiar el programa cada semana”.

La maestra, quien presentó 275 coreografías –193 piezas propias– al público mexicano, creadas con música que abarca desde cantos del siglo XII hasta las composiciones más contemporáneas, estableció como otra de las metas del taller, bailar para todos.

“La sacralización del arte por una élite o su confinamiento a teatros donde el precio del boleto es inaccesible, no son más que formas disimuladas de opresión. Nosotros sabemos que cuando en la danza, la música o la pintura hay valor, éste es reconocido por el inteligente y el sensible. El acceso al arte es un derecho tan importante como el acceso a la educación y a la salud. El apoyo de la Universidad Nacional nos ha permitido cumplir con este compromiso social”, destacó.

Contreras Röniger siempre tuvo la certeza de que la danza era su razón de vivir: “Para nosotros la danza es más que una profesión: es un medio de vida que enseña a comprenderla. Es también encontrarse, decir quién es uno, es renacer al rehacer el cuerpo. Bailar es llenar con nuestro yo el yo del otro. Danzar es amar”.

En su larga trayectoria, la bailarina y coreógrafa, que también estudió música, escultura, pintura y literatura, fue merecedora de diversos reconocimientos, como la Medalla Una Vida para la Danza, del Instituto Nacional de Bellas Artes (1989), y los premios Universidad Nacional en el área de Creación Artística y Extensión de la Cultura (1995) y Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Bellas Artes (2005).

Fue emérita del Sistema Nacional de Creadores de Arte, y miembro del Consejo Internacional de la Danza (Conseil International de la Danse CID-Unesco); ingresó a la Academia de Artes como académica de número en 2003.