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Un recorte más a la ciencia en América Latina

No basta con tener entre sus filas a investigadores cuyos trabajos merecen distinciones internacionales, incluido el Premio Nobel. Las comunidades científicas de América Latina, año con año, se ven amenazadas, tanto en su número de miembros como en sus perspectivas inmediatas, por el peor enemigo al que se enfrentan recurrentemente: los recortes presupuestales.

Toca ahora el turno a la comunidad científica argentina, que verá reducido su número de nuevas plazas, pues de las 930 que el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -el mayor organismo dedicado a la ciencia de este país- sometió a concurso en 2016, sólo 455 serán propuestas para el próximo año.

En aras de atender lo supuestamente inmediato, la decisión del Congreso, que diseña el Presupuesto de Egresos 2017, desarticulará no sólo proyectos de investigación sino pondrá en riesgo programas de repatriación de científicos y, en sentido contrario, se correrá el peligro de derivar en “fuga de cerebros”, una frase hecha que explica por sí sola la consecuencia lógica de la pobreza ideológica de los legisladores.

La ciencia latinoamericana no cotiza en bolsa porque no es una empresa; no forma partidos políticos porque no aspira al poder: no tiene grupos de animación porque no es un espectáculo, y tal vez por ello esté sola, aislada y muy cercana al olvido. Sin embargo, y eso parecen ignorarlo los políticos, es la base del desarrollo propio; el paso necesario e indispensable hacia la independencia técnica, y el motor de una economía basada en las posibilidades que da un mercado interno.

La persistencia de conceptualizar a la ciencia como un ente desplazable u omisible, y su constante expresión reductiva en los presupuestos, sólo reitera y reproduce el atraso técnico de nuestras sociedades latinoamericanas.