Como dicta la tradición con los grupos de free jazz en Francia, el ensamble Norte 62 debe su nombre a la calle donde ensayan sus integrantes. “Es una manera de recordar de dónde venimos y a dónde queremos ir, y nuestra intención es llegar muy lejos”, asegura José Lugo, el saxofonista de este conjunto.
Tras cuatro años de probar diferentes alineaciones y uno con el proyecto ya consolidado, estos jóvenes han decidido “recorrer el camino de quienes están dispuestos a hacer de la música su forma de vida”, como ellos le dicen al hecho de tocar donde y cuando sea, sin importar si se trata de pequeños foros de barrio o grandes museos como el Franz Mayer, donde estarán el próximo 29 de agosto.
“Si quisiéramos sólo dinero nos dedicaríamos a otros géneros, quizá a las cumbias, pero esto nos llena, pese a lo complicado de ir de aquí para allá con los instrumentos a la espalda, sin paga constante y siempre en busca de nuestro próxima recital”, añade el baterista Ernesto Ramírez, quien confiesa que desde hace mucho aprendió que del jazz no se vive, “aunque uno sí puede vivir para el jazz”.
Para los miembros de Norte 62, el sueño es grabar un disco y por ello alternan sus tiempos de ensayo con los de composición. “Yo llego con las partituras ya escritas; otros vienen con una línea melódica o alguna armonía en la cabeza. Así vamos sacando las cosas y generando un sonido propio, que es a lo que aspiramos”, explica José, a quien no deja de sorprenderle que gente de procedencias tan distintas hayan coincidido en este proyecto.
“En la banda todos tenemos entre 25 y 30 años, y aunque suele pensarse que el jazz es un género para personas de edades mayores, a mí me gusta pensar que en realidad es para músicos, pues mientras más estudias más te involucras con su sonoridad, espíritu y estructura. Al menos así es mi historia: yo comencé con el rock y el ska, pero un día escuché la pieza Moanin’, en la versión de Charles Mingus (incluida en el disco Blues & Roots, de 1960), y ya nada volvió a ser igual. Ahí me dije yo quiero hacer eso, y aquí estoy”.
José Lugo y el tecladista Ezequiel González coinciden al decir que, aunque en el jazz hay mucha improvisación, en realidad no es para improvisados y por eso ambos han tomado clases en la Facultad de Música de la UNAM: el primero con Remi Álvarez en sus diplomados y el segundo cursa el quinto semestre de la carrera de Piano.
Por su parte, Ernesto Ramírez ha pasado por diversas escuelas con el objetivo de perfeccionar su manejo de las baquetas y, sobre esto, comenta: “Todos vamos en pos de algo y, sin darnos cuenta, encontramos compañeros afines; a fin de cuentas, la música une”.
El arte de improvisar
Gershwin solía decir “la vida se parece al jazz, pues ésta es mejor cuando improvisas”, y los integrantes de Norte 62 parecen seguir esta máxima al pie de la letra. “Siempre buscamos dónde tocar y nos adaptamos a lo que se presenta; ahora estamos todos los viernes en un pequeño restaurante de la colonia Nueva Santa Anita llamado Francachela; hace poco nos encontraban en Rincón Urbano (en el corazón de la Portales) y en breve tendremos la que será nuestra presentación más grande hasta la fecha, la del Franz Mayer, que formará parte del programa Noche de Museos y para la cual ya tenemos preparadas algunas sorpresas”, expone José Lugo.
“De entrada tendremos a un guitarrista, a un trombón y a una trompeta, así que, de ser un cuarteto, pasaremos a sumar siete; además, estamos preparando el repertorio con mucho cuidado, aunque también queremos que éste sea lo suficientemente flexible como para acoplarlo al público, según su interés y su ánimo”.
Así, la música de Norte 62 acompañará a quienes visiten el Museo Franz Mayer y recorran la muestra que, hasta el 23 de septiembre, estará en cartelera: la World Press Photo 2018, lo que hará que confluyan dos artes con lenguajes diametralmente opuestos: el de la fotografía, que congela un instante y lo apresa entre diques, y el de la música, que cómo observaba Jean Paul Sartre justo al hablar de jazz en La náusea, sólo tiene sentido “mientras nada lo interrumpa, nada que venga del tiempo donde está varado el mundo”.
De hecho, Lugo detalla que es esta fluidez la que hace del jazz algo cautivante y la que revela el que es, quizá, su mayor secreto: el de que todo está en movimiento y que los horizontes son más amplios de lo que jamás nos dijeron. “Puedo tomar mi saxofón e interpretar desde lo más tradicional como dixieland o ragtime, hasta lo más contemporáneo, como free jazz o bebop, no importa. Esto es lo que me permite hacer este género: experimentar sin límite alguno”.
Por lo pronto, conciertos, un disco y componer sin descanso son algunos de los planes de Norte 62, y aunque las cosas parecen marchar según lo esperado, José sabe que en cualquier instante algo puede desentonar y romperles el ritmo. “¿Qué haremos entonces? Si algo nos ha enseñado el jazz es a que ante cualquier contratiempo siempre es posible improvisar, y para eso somos buenos”.
Norte 62 se presentará en el Franz Mayer —con domicilio en Avenida Hidalgo 45, frente a la Alameda Central— el próximo miércoles 29 de agosto, después de las ocho de la noche, como parte del programa Noche de Museos. El acceso es gratuito.