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Niños, los más resistentes a la Covid-19, pero los más vulnerables al confinamiento

Ante la pandemia de Covid-19 los niños plantean una paradoja: por un lado son los más resistentes al virus, al menos en lo físico; por el otro son los más vulnerables al confinamiento y, con frecuencia, presentan deficiencias a nivel motriz, cognitivo y socioafectivo a consecuencia del encierro, alerta la maestra Montserrat Espinosa, de la Coordinación de Psicología de la Educación, de la Facultad de Psicología.

“Si bien se suele bromear conque a ellos no les gusta ir a la escuela, en realidad el que vayan les es muy necesario y no sólo por la cuestión académica, sino porque más allá de la ortografía y las tablas de multiplicar ése es un espacio donde aprenden a relacionarse, lo cual pasa por compartir, pelearse, cooperar, resolver problemas y negociar”.

Por todo ello la maestra Montserrat se dice muy preocupada por estas generaciones de infantes y adolescentes a las cuales, sin aviso alguno, se les arrebató la posibilidad de llevar con normalidad una de sus etapas formativas más importantes. “Si a los adultos nos parece que hemos sido despojados de mucho, pensemos en los niños. Al menos nosotros ya atravesamos ese periodo tan crítico de primaria y secundaria, donde dimos forma a nuestra vida social, mientras que ellos apenas construían esa vida cuando, de súbito, se vieron obligados a pausar el proceso”.

Para amortiguar las consecuencias negativas en los menores la maestra Espinosa sugiere cerrar filas como familia, pero entendiendo que lo que hagamos en casa siempre será un sustituto y no un equivalente de lo ofrecido por las aulas, la calle o el parque. Puede que el pequeño tenga cinco hermanos con quienes jugar y estudiar y, sin embargo, le faltará aún algo: la tan necesaria interacción con sus pares.

“Privarlos de esas experiencias tendrá repercusiones en el mediano y largo plazos, y ¿qué tan graves serán? Eso dependerá de la familia y de sus esfuerzos por mantener al niño estimulado”.

 

Red de apoyo familiar

Como psicóloga, la profesora Montserrat Espinosa ha platicado con muchos niños sobre su confinamiento y la mayoría de ellos le han evidenciado cierta inconformidad con las clases a distancia pues sienten que no aprenden igual de una computadora o de un televisor que de las aulas físicas, pero todos le han compartido lo mismo: que lo único bueno del encierro es que pasan mucho más tiempo con sus mamás.

“Eso nos debería hacer pensar en el tipo de relación que llevábamos con nuestros hijos y en las dinámicas de antes, cuando los padres que trabajan apenas veían a sus hijos por las mañanas y noches, y cuyos intercambios verbales con ellos básicamente se reducían a espetarles un ‘¡levántate y báñate, que se te hace tarde para el colegio!’, y un ‘¡duérmete en este momento, que temprano debes estudiar!”.

Por ello, la académica invita a todas las cabezas de familia a hacer un alto, reflexionar sobre qué pueden cambiar en lo sucesivo y, sobre todo, pensar en la marca que dejará este 2020 y 2021 en los niños. “La pregunta aquí es: ¿cómo quiero que mis hijos recuerden este episodio?, ¿como cuando mis papás me reprendían para que estuviera quieto y pusiera atención a una clase por computadora o televisión, o como los años en que me enseñaron a jugar ajedrez, scrabble o turista mundial?”.

A decir de Montserrat Espinosa, es evidente que los adultos tienen ante sí dos rutas: la de ser indolentes a las peticiones de atención de sus hijos o la de acompañarlos durante todo este trance, darles herramientas para crecer mejor y estar cerca hasta que todo pase.

“Afectaciones habrá pues no son tiempos normales y los menores están llevando una vida mucho más solitaria de la debida, sin sus amigos de la escuela, sin sus clases presenciales y sin sus juegos de correr y brincar. Por desgracia no los podemos devolver a lo de antes, pero lo que sí podemos hacer es estimularlos para que maduren de la mejor manera posible pese a las limitantes, y esto debe hacerse en todas las áreas de desarrollo, lo cual no es tan difícil como suena”.

Dar a los niños una cuerda de saltar o pintarles un avioncito en el patio (o recortarles uno en cartón si vivimos en un departamento alfombrado) basta para combatir la falta de actividad, que además de provocar sobrepeso, muy rápido incide en lo motriz y en una deficiente coordinación visoespacial, cuyo efecto más notorio es que los pequeños midan mal los espacios, parezcan torpes y se tropiecen con frecuencia.

“También algo sencillo y que suele soslayarse es la importancia de hacer que escriban a mano, pues las neuronas se activan de manera diferente al arrastrar el lápiz que al sólo golpear letras en un teclado”.

Sin embargo, pese a la tentación que plantea el decirles qué hacer y cómo a nuestros hijos, en especial ahora que seguimos tan de cerca sus clases, la profesora Espinosa pide recordar que somos sus padres y no sus maestros y que, en vez, de enseñarles, nos toca acompañar.

“Los niños se equivocarán al sumar o al escribir y es normal, no motivo para reprenderlos. Como psicólogos sabemos de la importancia de validar las emociones infantiles, pero los adultos suelen minimizar esto y, cuando los pequeños les comparten su aburrimiento por las clases o su dificultad para seguir un tema, en vez de preguntarles ¿y a qué se debe?, suelen revirar con un ¡cállate y pon atención a la computadora!”.

Justo estos son los escenarios a evitar, pues atravesamos tiempos en que se ha disparado la violencia familiar y, a decir de la profesora Espinosa, si en vez de ceder al hartazgo por el encierro le apostamos a la empatía, estaremos tendiendo puentes de comunicación con nuestros hijos que se mantendrán de por vida.

“Y ello pasa por ser muy honestos y hablarles de lo que está pasando ahí afuera. Atravesamos momentos difíciles, pero no por ello debemos ocultarles nada; por el contrario, debemos abrir las puertas para que se acerquen, pregunten y sepan que de nosotros obtendrán la verdad”.

 

Enseñar con el ejemplo

Antes de levantar vuelo, en los aviones suele advertirse: “En caso de perder presión caerán al frente mascarillas de oxígeno. Los adultos que viajen con niños deberán colocarse su máscara primero y luego la del pequeño”, consejo que a decir de Montserrat Espinosa deberíamos seguir en muchos más escenarios de nuestras vidas.

“Lo que nos sugieren las azafatas es muy importante: no podemos salvar a nadie si no estamos bien antes nosotros y, por ello, en estos tiempos de pandemia debemos cuidar mucho de nuestra salud mental y emocional, pues los menores de 12 años son particularmente susceptibles a los estados de ánimo de sus padres”.

A decir de la profesora Espinosa, uno de los vicios más repetidos entre quienes laboran desde casa es creer que la modalidad home office implica trabajar 12 horas diarias y estar siempre al pendiente del teléfono, lo cual envía un mensaje muy negativo a los niños.

“De ahí que muchos pequeños crean normal el estar todo el día frente al ordenador en sus encargos escolares, o en el celular, cuando en realidad no deberían pasar más de 60 minutos frente a una pantalla (al menos no de corrido), pues ello impacta negativamente en su espalda, postura y capacidad de asimilar información, ya que cuando un pequeño se aburre pierde atención, y ello le genera trastornos de aprendizaje”.

En un video recién viralizado, al enterarse de la cantidad de deberes que le dejaron en sus clases en línea, un pequeño colombiano de seis años explota contra su abuelita y le dice: “¡Siete tareas!, ¡no jodas, Rosa! ¡Ya estoy harto de dibujar!”, a lo que la abuela responde, “y cuando cumplas siete serán 100 tareas porque irás en un grado más avanzado”, situación que, aunque tiene tintes cómicos, para la maestra Espinosa refleja uno de los mayores errores al diseñar programas de estudio: el creer que imponer una gran carga de trabajo repercutirá en más cosas aprendidas y en un mayor rendimiento de los alumnos.

Debemos entender –señala la académica– que los seres humanos poseemos procesos cognitivos básicos (sensación, percepción, atención y memoria) que se ven rebasados ante cantidades desmedidas de información. Si hacemos que los niños pasen seis horas frente a una computadora y después los ponemos a hacer tareas sin fin, les generamos una sobreestimulación, es decir, impedimos que todos esos estímulos lleguen y se decodifiquen de forma adecuada.

“En los últimos meses hemos visto que, en vez de imponerles muchas actividades, es más efectivo plantearles un solo proyecto vinculado con su realidad que los lleve a aprender de forma permanente, pues la primera estrategia los lleva a divagar y a aburrirse, mientras que la segunda los mantiene atentos y asimilando conocimiento”.

Por ello, para Montserrat Espinosa es muy importante que los padres eviten estas saturaciones y promuevan que el niño se dé un respiro de la computadora o el televisor de vez en cuando. “Y lo más importante, debemos mostrarles que no es necesario dedicar todo el día a la escuela y lo crucial de distribuir bien el tiempo, algo que sólo entenderán si nos ven respetar nuestros horarios de trabajo y que no estamos en el home office mañana, tarde y noche, pues los niños aprenden mucho más de lo que nosotros hacemos, y no tanto de lo que les decimos”.