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México es una inmensa fosa común que se traga centroamericanos

Noches en el desierto, hambre, sed, angustia. Rodeados de serpientes, alacranes, coyotes (animales y hombres), policías fronterizos y esperanza. Esas son las condiciones del migrante.

Centroamérica es uno de los agujeros negros del mundo donde más se mata. En entrevista con UNAM Global, el periodista Alberto Pradilla señala que “la Caravana (migrante) tiene una parte de autoorganización, de ejercicio de desobediencia civil masiva, porque la caravana sirve para que los pobres entre los más pobres realicen un tránsito por uno de los países más peligrosos del mundo (México) y lo hagan protegiéndose con lo único que tienen: sus cuerpos. La caricatura de que tienen que ser sumisos, agachen la cabeza y acepten su destino choca con ese grupo de gente que desobedeció las leyes migratorias porque no tenía otra alternativa”.

Y lograron hacer visible, al menos durante ese par de meses, el grave problema de la migración. “Estaba todo mundo mirándoles, ¿por qué Centroamérica está hecho mierda que la gente está huyendo en masa?”.

Pradilla acota que violencia y pobreza son un caldo de cultivo para que miles de personas huyan todos los años con destino a Estados Unidos, la única esperanza de tener una vida mejor. “La Caravana simboliza salir de la clandestinidad, salir de las tinieblas, salir de un lugar escondido donde han ido caminando a merced de grupos criminales, pagando un dineral a un pollero. En ese momento, en cambio, están a luz del día, están a la vista de todos, filmados, entrevistados, están gritándole al mundo: no podemos más, necesitamos una oportunidad”.

La gente huye porque no tiene expectativas, porque ha dado por desahuciado a su país. Huye el adolescente que pagaba a dos pandillas para que lo dejaran vender sus verduras. Un día le roban y no puede más, no hay más opción. Huye el taxista extorsionado por cuatro pandillas. Huye la mujer que en el trayecto a Estados Unidos había recibido trece disparos, “es una mujer fuerte, pero a veces se quiebra”. Se llama Fany y susurra: “Hemos tenido una vida de perros”.

En su libro, Alberto Pradilla dice que salvarse tiene un precio: 10 mil dólares, “el éxodo es un viaje sin boleto de regreso”. A pesar de los riesgos no existe otra opción.  “El círculo de la violencia comienza en San Pedro Sula y se cierra en Tijuana. Creo que es importante que se entienda por qué la gente huye. Hay que mostrar el dolor, porque eso explica por qué una familia deja todo atrás y se marcha con sus hijos, con toda la familia entera a un sueño incierto que es Estados Unidos”.

Camino incierto, camino que se ha tragado a cientos de compatriotas y “a pesar de todas esas dificultades, a pesar de que saben que el gobierno de Estados Unidos no le quiere, a pesar de saber que el gobierno de México le detiene y le deporta, miles de personas consideran que es la única alternativa que tienen, por eso es importante mostrar el dolor, si no entendemos ese dolor no entendemos por qué la gente se marcha”.

Pradilla subraya que la tarea del periodista “es explicar el contexto sobre cómo se dan esas circunstancias de dolor y transmitir estas historias con empatía y no hacer pornografía con la violencia y el dolor”.

A veces, la política migratoria tiene muy poco que ver con los derechos humanos y con ponernos en el lugar del otro, indica. “Hay el riesgo de que se extienda el pequeño Trump que todos tenemos dentro, esas ideas xenófobas, racistas, que permean en la sociedad. La vacuna son esos hombres y mujeres que daban un poco de comida a los migrantes. Las expresiones de xenofobia y racismo fueron muy pequeñas en comparación con la expresión de solidaridad del pueblo mexicano.

En sus crónicas de 2018, Pradilla denuncia que “México es una inmensa fosa común que traga centroamericanos. Pero hambre gana a miedo”.