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MetRevolución llega a Miguel Ángel de Quevedo

Como si siguieran aquel viejo método para aprender a danzar que consistía en pisar una serie de huellas de cartón colocadas sobre la pista de baile, a los usuarios de la estación Miguel Ángel de Quevedo sólo les bastó mirar al suelo y ver las señalizaciones del programa MetRevolución para ejecutar la complicada coreografía de colocarse en el punto exacto para esperar la llegada del tren, aguardar la apertura de puertas y subirse cuando los demás han descendido.

 

Debido a la eficiencia mostrada desde que fue puesta en marcha en Balderas un 4 de diciembre de 2016, esta iniciativa desarrollada en la UNAM ya ha sido replicada en otros paraderos como Hidalgo, Juárez, Salto del Agua y ahora, por primera vez, en un punto distante del Centro de la CDMX: Miguel Ángel de Quevedo.

 

Para Tania Pérez, diseñadora industrial encargada de la parte gráfica del proyecto, uno de los aspectos más sorprendentes que ha observado es la manera casi intuitiva en que la gente se ordena al ver estos señalamientos en el piso, “de hecho lo hacen de una manera que sobrepasó nuestras expectativas originales, muchas veces sin necesitar de un policía que les diga cómo”.

 

Inaugurada el 30 de agosto de 1983 —cuando Zapata dejó de ser la terminal de la línea 3 y Universidad pasó a ser el último punto del recorrido—, se calcula que la estación Miguel Ángel de Quevedo da servicio a casi un millón de personas al mes, por lo que un ordenamiento resultaba necesario, en especial por tratarse de un sitio donde confluyen miles de universitarios que toman clase en CU.

Al igual que en los otros cuatro paraderos donde ya se aplica MetRevolución, se espera una mejora de un 10 a un 15 por ciento en el tiempo efectivo de ascenso y descenso, y de un 15 al 25 en el cierre de puertas, es decir, cuatro segundos menos al subir o bajar del vagón y, sobre todo, evitar que los pasajeros se agolpen en los accesos y obstaculicen el libre accionar de las compuertas, lo que hace que el tren quede varado en los andenes por más de un minuto.

 

“Y la clave son unos señalamientos. Muchos aún no entienden cómo funciona el diseño en la vida diaria y creen que es un mero asunto estético, cuando en realidad se trata de algo de mayores alcances; este trabajo es la prueba de ello”, subrayó la joven.

 

Ideas que se ajustan al presupuesto

 

MetRevolución es un proyecto ideado por Gustavo Carreón y Jorge Zapotecatl, del Posgrado en Ciencias e Ingeniería de la Computación de la UNAM (bajo asesoría de los investigadores del IIMAS Carlos Gershenson y Luis Pineda), el cual obtuvo el Premio a la Innovación Tecnológica Ing. Juan Manuel Ramírez Caraza a finales de 2014.

 

“Yo me integré cuando ellos ya habían realizado sus análisis, con la encomienda de desarrollar la parte gráfica. Desarrollé varias propuestas, elegí entre líneas rectas o inclinadas según las características de la estación e incluso probé diferentes cromáticas, aunque quizá lo más complicado fue concretar algo con el limitado presupuesto que teníamos”, expuso Tania Pérez.

 

Al final la fase piloto en Balderas se echó a andar con cerca de 20 mil pesos “y ello nos obligó a conseguir material durable, que no se despegara con el tránsito de cientos de miles de usuarios y no muy costoso. Además, éste debía ser rápido de instalar, pues para no interferir con los viajes del Metro sólo nos dieron una madrugada para dejar todo listo y funcionando”.

 

A fin de optimizar los escasos recursos y asegurar que los señalamientos se adhirieran perfectamente a la superficie, se solicitó el apoyo de voluntarios y todos los involucrados se dieron a la tarea de trapear y barrer los andenes tan a conciencia que de ahí surgió una broma que con frecuencia repiten los integrantes de MetRevolución: “en el Metro se ha visto de todo, pero jamás a tanto doctor de la UNAM dejando un andén tan limpio”, recordó.

 

“A meses de distancia podemos ver que la propuesta ha funcionado: la gente entiende cuál es el área de espera y a no obstruir la de salida, aunque lo que más nos sorprendió fue que en vez de formar cúmulos, como creíamos que harían, las personas por sí mismas comenzaron a ordenarse en filas. Nuestras expectativas se han visto rebasadas”.

 

Ideas aún en el tintero

 

Como diseñadora industrial, a Tania Pérez le interesan los temas de convivencia urbana y a fin de crear mayor conciencia sobre la importancia de observar mejores conductas al interior del subterráneo, hizo llegar a las autoridades del Metro una serie de propuestas gráficas que se podrían colocar estratégicamente según las características y necesidades de cada estación.

 

“Además, les sugerí realizar un concurso anual de carteles como se estila en otros países a fin de plasmar consejos útiles como los de ‘si no vas a bajar, recórrete’ o ‘si vas a usar las escaleras eléctricas y no tienes prisa, pégate del lado derecho para dejar pasar a quienes van apurados’”, añadió la egresada de la Facultad de Arquitectura.

 

Admiradora del artista japonés Bunpei Yorifuji por considerar que su trabajo es ejemplo de cómo fomentar el civismo en el transporte público de Tokio, la joven recomendó crear afiches parecidos a los del nipón, pero adaptados a la realidad mexicana. “Ya se formularon estas ideas, pero como no somos parte del personal del Metro, sólo nos resta esperar a ser escuchados”.

 

Asimismo, detectó que el sonido emitido por los vagones antes del cierre de puertas suele provocar ansiedad en los usuarios, por lo que planteó modificaciones. “Dicho ruido tiene una connotación negativa al emular el tono de una alarma y en vez de a la calma, incita a la gente a correr a fin de no perder el tren y ello genera caos”.

 

Por ello, la universitaria propuso al director general del Metro dividir el tiempo de ascenso y descenso con dos pitidos: uno más amigable que marque el descenso de la gente, y otro que indique que ya es posible subir; esto podría acompañarse de una luz roja y otra verde en los accesos para, a manera de semáforo, regular los flujos. “Contar con estos apoyos auditivos o visuales ayudaría mucho”.

 

Tania se dijo consciente de que instrumentar dichas medidas supone una gran inversión —pues implica modificar los trenes—, pero destacó que las sugerencias ahí están y que a veces la clave está en la voluntad de hacer funcionar las cosas incluso con recursos acotados, como pasó con MetRevolución, que pese a haber arrancado con un presupuesto modesto, va ganando presencia en cada vez más estaciones.

 

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