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MÉTODO DESARROLLADO POR CIENTÍFICA UNIVERSITARIA PROTEGE DEL SAQUEO A ÁRBOL EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

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Entre los nuevos ricos de China se ha vuelto moda comprar muebles hongmu, mobiliario de lujo finamente tallado que hace siglos era sólo asequible para las familias reales y la aristocracia de Oriente. La palabra en mandarín hongmu (红木) significa ‘madera roja’ y alude a la materia con que se elaboran estos objetos: troncos de dalbergia.

Existen unas 250 especies de este género alrededor del planeta y gran parte de ellas están amenazadas por la tala ilegal y la voracidad del mercado asiático. De hecho, existe una red de tráfico internacional dedicada a saquear los bosques de África y Latinoamérica para satisfacer la demanda. Tan sólo en 2016 entraron a China 350 troncos cada hora y se sabe que las incautaciones globales de estas maderas preciosas superan, en valor, a los decomisos de marfil, cuernos de rinoceronte y grandes felinos juntos.

“En México enfrentamos un problema serio porque —pese a estar protegidas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres— nuestras dalbergias (a las que conocemos con el nombre genérico de granadillo o palo de rosa) se extraen clandestinamente, incluso de reservas ecológicas, y luego son pasadas por las aduanas sin ser detectadas, pues a los agentes encargados de la inspección se les asegura que son madera de otro tipo y ellos no tienen manera de saber si les dicen la verdad o les mienten”, señala la profesora Solange Sotuyo, del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.

A fin de dar los agentes aduanales herramientas para frenar este saqueo, la académica desarrolló un método capaz de determinar, mediante el uso de marcadores moleculares de ADN, si la madera corresponde a una dalbergia amenazada, si fue talada sin permiso o si proviene de una plantación autorizada para explotar comercialmente estos árboles.

“El proceso consiste en tomar una muestra de madera —minúscula, con 200 microgramos basta— y extraerle ADN para luego realizar una reacción de amplificación en una máquina de PCR. Es así como podemos, al analizar regiones precisas del núcleo, determinar a qué especie pertenece, y al observar un par de zonas de los cloroplastos, establecer en dónde creció. Es casi como si pudiéramos saber su nombre y apellido”.

Desde 2020, el IB colabora con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en la identificación de madera de dalbergias. Para ello, las autoridades llevan una pequeña muestra a CU para su escrutinio en laboratorio. En pocos días se emite un dictamen y, de esta manera, se determina si un cargamento puede ser exportado o si debe confiscarse.

Y aunque sólo el haber logrado esto bastaría para hablar de éxito, en realidad estos resultados son parte de un estudio mucho más ambicioso. “Se trata de un  proyecto de ciencia básica convertido en uno de ciencia aplicada”, expone la académica, quien en un inicio buscaba hacer una genealogía de las dalbergias que crecen en suelo mexicano, sin saber que este esfuerzo inicial ramificaría en nuevas líneas de investigación.

“Ahora nuestra meta es simplificar el método de identificación de maderas para que los agentes puedan realizarlo in situ, en la aduana, en vez de llevar las muestras a Ciudad Universitaria. Eso ahorraría tiempo y, cuando se trata de especies amenazadas, es algo que no se puede desperdiciar”.

Un proyecto que crece

 El granadillo o palo de rosa  es parte integral de la cultura mexicana. Con su madera se construyen marimbas de Chiapas y guitarras de Paracho, e incluso antes de la Conquista servía para elaborar instrumentos sagrados. Sin embargo, hasta hace poco no se sabía con exactitud qué especies crecían en territorio mexicano ni su distribución. A fin de esclarecer el escenario, en 2019 la profesora Sotuyo se dedicó a recorrer el país para registrar todas las variedades halladas e integrar un mapa con su ubicación.

“Este proyecto surgió por invitación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio). El objetivo desde un inicio era determinar el estado genético de las diferentes poblaciones de dalbergias en México y establecer su filogenia”.

Para ello, la académica junto con su equipo (entre quienes se cuentan Esteban Martínez, Laura Márquez Valdelamar, Nelly López y Lidia Cabrera, del IB) peinaron el territorio nacional, desde San Luis Potosí hasta la frontera con Guatemala, a fin de registrar todas las especies existentes en esa franja, lo cual les permitió recolectar material genético de cada una de ellas e integrar la base de datos más completa sobre dalbergias en el país”.

“Hoy sabemos que en México hay una veintena de especies, que seis de ellas son endémicas y 15, maderables”, añade la bióloga, quien comparte que además de ponerla cara a cara con algunos de los ejemplares más impresionantes de los que tenga noticia (“vi árboles de hasta 35 metros de altura”), también fue testigo de algunos fenómenos sociales preocupantes, como la explotación de campesinos a manos de traficantes de maderas.

“Habitantes de Huatulco nos compartieron que a ellos les pagan 800 pesos por un tocón de árbol completo, lo cual apenas les sirve para sobrellevar la semana. Una vez que ese tronco llega al mercado asiático puede venderse hasta en 10 mil dólares, lo que hace de esto un negocio muy lucrativo”.

Con tal cantidad de dinero en juego, la profesora Sotuyo considera que es más sencillo detener el contrabando de dalbergias en las aduanas que negociando con China, pues en ese país es legal vender madera obtenida ilícitamente en el extranjero y nadie parece interesado en corregir esta anomalía. Ello explica que sus importaciones de dalbergias crecieran un 1300 por ciento de 2009 a 2014 y que alcanzaran un valor récord de dos mil 600 millones de dólares en ese último año.

Entre las consecuencias del saqueo del granadillo en México no sólo está la degradación de nuestros bosques y selvas, sino una posible extinción de especies como ya pasó en Birmania con la Dalbergia oliveri, que en los próximos tres años podría desaparecer. “Y es que algo a considerar es que las dalbergias no tienen poblaciones grandes, sus individuos suelen estar muy separados entre sí y, además, son de lento crecimiento, por lo que la tala furtiva generarían pérdidas irreversibles de biodiversidad”.

Para la profesora Sotuyo, aquel proyecto de 2019 para establecer la filogenia de las dalbergias es un ejemplo de cómo la ciencia puede dar respuesta a problemas nacionales, incluso si no se lo propone en un principio, pues algo que en un arranque parecía que sólo aportaría datos abstractos pronto encontró aplicaciones.

“La idea es que la base de datos que generamos esté disponible al público. No deseamos que se quede en la UNAM o que sea de uso exclusivo de la policía, sino cualquiera accede a ella y la enriquezca con lo que pueda. Si logramos que lo realizado en México se replique en otras partes del mundo, protegeremos mucho mejor a las dalbergias”.