¿Qué sucedería si Mario Aburto, el asesino de Luis Donaldo Colosio, saliera de prisión? Ése es el escenario que el director Alejandro Ramírez Corona (Rockdrigo, la ciudad del recuerdo), egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), explora en más reciente trabajo de ficción.
“Estando en Tijuana, me encontré con información de Mario. Más como persona que del asesino histórico. Me topé con el tomo de la PGR sobre el asesino material y eso me despertó mucho interés. Me di cuenta que había ahí, independientemente de la teoría de la sustitución, un perfil de personaje bastante interesante que tenía que ver con el delirio, saber si había sido o no el famoso chivo expiatorio. Me pareció materia prima cinematográfica”, cuenta el realizador sobre el inicio del proyecto.
La cinta narra de manera simultánea tres historias: la salida de Mario Aburto (Baltimore Beltrán) de la cárcel, al tiempo que un nuevo candidato presidencial visita la ciudad; la transformación de un policía honesto (Hoze Meléndez) en sicario del narcotráfico; y la llegada de una indigente a Tijuana buscando vender un arma que encontró en la basura.
Para Ramírez Corona, su relato busca abordar “la violencia de la marginalidad. La que tiene que ver con la represión de personajes en tercer plano.De alguna manera Mario es un personaje relegado, aunque sea histórico, está relegado dentro de lo que sucedió. Lo mismo que Chicali (el protagonista), los sicarios suelen ser anónimos. Me preguntaba: ¿qué hay detrás de la cabeza de alguien que asesina por primera, segunda, tercera vez y va acumulando asesinatos? ¿Qué le sucede emocionalmente?”
Mente Revolver es un retrato de la violencia que ha vivido el país los últimos 15 años y las verdades históricas que se han creado, ante ese fenómeno. “El magnicidio del 94 está lleno de dudas y por eso genera tanto morbo. Lo llaman el crimen perfecto porque de verdad no se supo nada. Hay una versión de la PGR que nadie cree y el único sobreviviente es Mario. La historia del país está llena de ambigüedades en las que participan todos los actores sociales, por eso se vuelve confuso. No tenemos explicaciones de los hechos históricos que nos pasan”, asegura el director.
El asesinato de Colosio, en palabras del cineasta, fue el punto de partida para las décadas de violencia que han azotado el territorio mexicano: “me parece un detonador de toda la violencia que vino después. Si ves esa imagen repetida hasta el asco en la televisión, dicen: ‘si puedes matar a un candidato puede pasar cualquier cosa’. Sentí que encajaba en muchas coyunturas conceptuales al interior de la película.”
La situación también ha permitido que un gran número de personas pueda involucrarse con el narcotráfico y se genere un espiral de violencia. “La sorpresa es que casi cualquier persona puede involucrarse cuando hay una presión de vida o muerte. Una presión hacia su familia o de solucionar económicamente su vida. Es la amenaza que ocurre en muchos de los casos”, afirma Alejandro Ramírez Corona.
“La película de alguna manera, aunque es una interpretación libre de un personaje y una hipótesis que no existe, refleja lo que sucede en nuestro país”, donde la violencia dicta quién ostenta el poder político. Tan sólo en las pasadas elecciones, la consultora privada Etellekt calcula que 112 candidatos fueron ejecutados.
“Es un círculo de violencia que espero se detenga en algún momento. No sólo es asesinar candidatos, también tiene que ver con la falta de posibilidades y salidas para las capas más marginales del país. Los países y el mundo viven ciclos, crestas y valles, donde hay reflexiones que nos hacen salir de esas situaciones. El arte en general tiene esa función, observarnos, reflexionar y dialogar”.