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Literatura y ciencia para explorar universos imaginarios

La correlación entre la literatura y la ciencia es cada vez más recurrente y común entre los científicos y quienes hacen arte. La naturaleza es tan sorprendente que no hay necesidad de inventar sucesos si se quiere contar algo, la misma vida presenta realidades con las cuales se puede construir historias. Lo mismo ocurre con las novelas de ciencia ficción, detalló José Gordon durante la presentación de su libro El inconcebible universo en Ciencia Ficción Ciencia 3.14.

Según algunas estimaciones, el poseer un cerebro que tiene alrededor de cien mil millones de neuronas nos permite ir más allá de lo que nos dicen las apariencias, característica en común entre la ciencia y el arte: madurar la capacidad de asombro. Ambas tienen la posibilidad de escaparse de los paradigmas y encuadres en los que siempre tratan de meterlos.

La ciencia cuenta con la peculiaridad de imaginar un universo que no es visible a los sentidos, a través de ella podríamos acercarnos a un nivel de la naturaleza en donde estamos unificados más allá de las apariencias, así lo plantea Stephen Hawking a través de la Teoría del Todo.

Esta concepción también ha descansado en mentes brillantes de la literatura como Jorge Luis Borges y Octavio Paz. El primero plantea en El Aleph cómo en un solo punto se descubren todas las facetas del universo, mientras que Paz, a través del poema Piedra del Sol, busca que todo esté unificado: “para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros”.

La poesía y la literatura no muestran diferencias a los hallazgos del conocimiento del mundo de la ciencia. Por ejemplo, el físico Juan Maldacenas descubrió a través de la correspondencia holográfica que dos universos pueden ser el mismo, entendido por dos lenguajes diferentes. Así pues, este mundo es paralelo al de la poesía, lo dice Octavio Paz al nombrar las cosas: “las piedras son plumas”.