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La violencia nos reivindica como individuos

La sensación que provoca el discurso de igualdad e inclusión no sólo modifica nuestra propia conducta, nos hace creer que somos parte de una sociedad donde cualquier expresión de violencia y discriminación son mal vistas y condenadas.

“Como cualquier anomia social, en cualquier momento saldrá de plano para hacernos pensar que estamos en una nueva sociedad. El capitalismo es capaz de hacer esto. Se apropia de cualquier tipo de discurso —en pro de un cambio social— y lo usa a su favor para que, incluso, uno pueda celebrarlo pensando que se es más incluyente”, destacó en entrevista Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.

El discurso se desvanece cuando la xenofobia, la discriminación y el racismo se manifiestan en hechos violentos como el atentado supremacista contra dos mezquitas, ubicadas en Christchurch, Nueva Zelanda, o el perpetrado en Oslo, Noruega, contra un campamento juvenil.

La violencia se encuentra en todas partes del mundo y en todas las clases sociales. Michael Moore la llevó a la pantalla grande a través de su documental Masacre en Columbine. El académico universitario refirió que matanzas como éstas siempre han sucedido, la diferencia radica en que ya no sólo se da en estratos bajos, sino en poblaciones blancas y de clase media.

De acuerdo con Trujillo Correa estos eventos son el efecto de una estructura social que nada tiene que ver con la individualización ni con un problema novedoso, es más bien, una misma melodía tocada en diferentes tonos. Es el ejercicio de la individualidad por encima de la colectividad.

“No me extraña en absoluto lo que está sucediendo, lo que me extraña es que nos extrañe ese tipo de eventos como si realmente fuera un evento diferente cualitativo. Deberíamos de reflexionar cómo como sociedad esto solamente es una nota más alta de una melodía que hemos estado construyendo, y que lo vemos en nivel micro y a nivel macro. Estamos en una sociedad que no encuentra otra mejor manera de reivindicar al individuo que a través de la violencia”.

El docente en Psicología Social reiteró su postura en torno al papel que juega el capitalismo en las diferentes culturas. Para él, el hilo discursivo se refleja en la forma en cómo opera el capitalismo, un sistema social que no sólo es económico, sino ideológico, y como tal, “se adentra en nuestras costumbres y prácticas generando inequidad social al grado de exacerbar cualquier tipo de violencia como discurso”.

Así pues, en el hecho de que unos tengan algo en abundancia y otros carezcan de ello, genera una acumulación de resentimiento que tarde o temprano provocará una tensión social que estallará ante cualquier estímulo, ya sea por racismo o por condición socioeconómica.

En este sentido, Ricardo Trujillo sostuvo que es imposible pretender que baje la discriminación o la sensación de amenaza por las alteridades, pues vivimos en una sociedad que lo que busca es “que la alteridad nunca me pueda tocar porque me contamina. Bajo esta idea, cada quien crea su propia comunidad dándole la espalda a lo demás”.

Estamos dentro de la tormenta perfecta

Trujillo Correa aseguró que la violencia es inherente a nuestro comportamiento, “está dentro de cada persona”, por tanto, si a este comportamiento le agregamos estresores sociales como la pobreza, la inequidad, la falta de oportunidades laborales, etcétera, se maximizará la probabilidad de que existan más crímenes por odio y racismo, es decir, estamos dentro de la tormenta perfecta.

“En este tipo de situaciones somos víctimas, victimarios y cómplices. Reflexionemos qué tipo de limitantes y estresores sociales generamos como cultura para hacer estallar a una persona, quien seguramente tiene problemas para conseguir trabajo, tener una buena familia y tener los suficientes satisfactores económicos”, concluyó.