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La UNAM recupera el Diario del dolor de María Luisa Puga. Un texto sobre el amor a la vida y el sufrimiento

En Diario del dolor María Luisa Puga se emprende un diálogo con Dolor, personaje incómodo, a quien la escritora convierte en su interlocutor, en un intento por obtener respuestas sobre sus límites y su naturaleza.

Publicado por vez primera en 2003 y reeditado ahora por la UNAM, dentro de la colección Vindictas, el Diario del dolor no sólo conserva su vigencia y valor originales, sino que conquista un significado aún más profundo al inscribirse en el contexto de la actual emergencia sanitaria.

¿Cuál es la importancia de la salud y su inseparable relación con la soledad y el dolor? En esta época de aislamiento debido a la pandemia por COVID-19 quizás más de uno nos hemos formulado tales preguntas. En ese sentido, el rescate de un libro como Diario del dolor, de la escritora mexicana María Luisa Puga (1944-2004), pareciera dialogar directamente con esta época marcada por un virus que, de una u otra forma, ha afectado a todas las personas del mundo.

El libro está constituido por un conjunto de cien fragmentos que consignan el largo y doloroso combate que Puga emprendió en contra de la artritis reumatoide inflamatoria. La suya es una perspectiva despojada de sentimentalismo o conmiseración hacia sí misma, sustentada bajo la consigna que ella escribe: “Tenerse lástima es un tanto idiota”.

Diario del dolor posee una evidente carga autobiográfica, en sus páginas, la autora describe su vida cotidiana, las pequeñas y grandes dificultades que supone su enfermedad (desde hacer una cama hasta recibir atención digna por parte de un sistema de salud ya desde entonces bastante problemático). Gran parte de la originalidad de este libro se encuentra en el hecho de que el dolor aparece aquí como un personaje más de la narración. El Dolor, escrito con mayúsculas, se materializa como una entidad con personalidad propia. Puga le habla directamente a ese Dolor, lo sondea e intenta establecer una relación de mutuo respeto capaz de hacer más tolerable su existencia.

A lo largo del íntimo recorrido de una mujer que padece una enfermedad, que es este diario, nos encontramos con reflexiones contundentes que se valen de la experiencia y la agudeza de pensamiento para iluminar y compartir la experiencia en toda su dimensión humana: “en algunas cosas Dolor es más bien lineal, los vericuetos, las sutilezas no son su fuerte”. El gran logro de esta obra se configura justo en esos detalles, Puga hace uso de la escritura para construir en palabras algo que se suele quedar en el cuerpo.

En la introducción a la obra, Brenda Navarro apunta al respecto: “Lo fundamental de este libro reside en el acierto que tuvo la autora de querer compartirnos lo que ella vivió, autorreferenciarse, no hacerse un juicio sobre sí misma, sino presentarse tal cual lo sentía para que nosotras, sus nuevas lectoras, con todos los conocimientos adquiridos a lo largo de estos años en los que hemos compartido saberes con otras mujeres, pudiéramos darle el lugar que merece a este texto.”

El texto de Puga se abre a sus lectoras y lectores como una gran pregunta, la interrogante de si es posible dialogar con el sufrimiento, si podemos lograr, más allá de la rabia, la depresión y angustia, un espacio vital capaz de dar sentido a nuestra existencia y que nos ayude a reconciliarnos con la vida. La posible respuesta queda en manos de cada nueva lectora, cada nuevo lector.

Diario del dolor se encuentra disponible en formato impreso y electrónico en :

http://www.libros.unam.mx/

 

María Luisa Puga, Premio Xavier Villaurrutia 1983, es autora de novelas, volúmenes de cuentos y ensayos. Entre sus trabajos más importantes están: Las posibilidades del odio (1978), Pánico o peligro (1983) y Antonia (1989). La decisión de la UNAM de incluir Diario del dolor dentro de su colección Vindictas −la cual busca recuperar grandes novelas escritas por mujeres que habían quedado fuera del alcance de los lectores a pesar de su relevancia literaria− constituye un acto de elemental justicia. Ello en virtud de que Puga es una de las voces más poderosas de la narrativa mexicana de la segunda mitad de siglo XX y su trabajo se mantiene vigente, tal como lo demuestra este apasionante libro.