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“La UNAM, el Ateneo Español y la contribución de los exiliados a la cultura mexicana”

El pasado 14 de junio se llevó a cabo en la ciudad de Madrid un diálogo entre Andrés Ordóñez, director de UNAM-España, y el exembajador de España en México, Emilio Cassinello, sobre la contribución de los exiliados españoles a la cultura y a las instituciones mexicanas como la UNAM. El acto se enmarcó dentro de un ciclo de conferencias organizado por UNAM-España y el Instituto Cervantes para conmemorar los 40 años de relaciones diplomáticas entre México y España

Se hizo referencia a lo que Ordoñez clasificó como “uno de los momentos cumbre de la política mexicana”: la apertura de las puertas del país al exilio republicano por causa de la guerra civil española. Emilio Cassinello (España, 1936) llegó a México en 1939, con tan solo tres años de edad, en el primer desembarco del exilio. “En el mismo puerto de Veracruz, le convalidaron el título de abogado a mi padre, quien pudo, como muchos otros exiliados, ejercer su profesión en México; la generosidad de México fue inmensa” señaló Casinello.

Se contaron por miles los exiliados que México acogió. Entre ellos, juristas, economistas, médicos, filósofos, ingenieros o arquitectos que pudieron seguir desarrollando el ejercicio profesional en el país de acogida, y cuyas aportaciones científicas, humanísticas y culturales, hicieron que muchas instituciones se vieran fortalecidas, como fue el caso de la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Normal Superior o el Conservatorio Nacional de Música. Y que impulsaron, igualmente, la creación de colegios, casas editoriales e instituciones como El Colegio de México o el Ateneo Español.

“A la primera generación de los niños del exilio nos educaron con los métodos de la Institución Libre de Enseñanza, que también desembarcó en México en aquella época” recordó Emilio Cassinello, quien fue alumno del Colegio Madrid y posteriormente se licenció en Derecho por la UNAM, en donde compartió aulas y pasillos con la intelectualidad mexicana de la época y con la primera y segunda generación de los exiliados. “Estudié en las aulas de San Ildefonso y después fui testigo de la inauguración de Ciudad Universitaria”.

El Dr. Ordóñez aseguró que sería difícil entender la vida académica actual de la UNAM sin la aportación que brindaron los exiliados, refiriéndose al impulso que dieron al rigor académico. “Rompieron –dijo- con una manera de ejercer la intelectualidad, e hicieron que la figura del intelectual fuera percibida con más cercanía y fuera más accesible; al intelectual se le podía ya interpelar”. De igual forma, se hizo referencia a la contribución del exilio al fortalecimiento de las facultades e institutos con la creación de posgrados y seminarios con nuevas líneas de investigación, y se recordó que los exiliados introdujeron la figura del profesor de carrera. Asimismo, impulsaron publicaciones especializadas y colecciones editoriales, entre otros méritos.

Ambos ponentes hicieron referencia a la comunidad intelectual que crearon los exilados en nuestro país, una comunidad que se vio cristalizada en el Ateneo Español, una institución que sigue activa hasta la fecha y que comparte sede con la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en la Ciudad de México. Esta comunidad intelectual logró permear en la cultura mexicana rápidamente. “El exilio de la Guerra Civil llenó un hueco necesario y catapultó a México intelectualmente”, comentó el Dr. Ordóñez.

Don Emilio Cassinello vivió en México hasta los 21 años, cuando regresó a España. Una vez establecidas las relaciones entre ambos países en 1977 volvió a México, pero en esta ocasión en calidad de agregado cultural en la entonces recientemente abierta Embajada del Reino de España. En ese contexto ejerció, como él mismo lo define, “como un director de escena” de un emblemático momento que tuvo lugar durante la primera visita de Estado que realizó el rey Juan Carlos a México: el encuentro del monarca español con Dolores Rivas Cherif, viuda de Manuel Azaña, quien vivía exiliada en México desde 1941. Cassinello se convertiría entonces en un niño del exilio que presenció el reencuentro de la legitimidad republicana con la nueva legitimidad monárquica. “Este momento para mí fue un acto de justicia histórica y poética” aseguró. Años más tarde, Emilio Cassinello regresaría por tercera ocasión a México, como embajador de España.