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La imaginación nos llevó a la Luna y nos hará llegar a Marte: José Franco

 

El oficio más antiguo del mundo es la imaginación y no aquel que nos han dicho. Ella nos ha dado herramientas para desarrollar lo que nos hace humanos, nos ha hecho llegar a la Luna y, muy probablemente, nos llevará a Marte, señala el profesor José Franco, quien dedicó los últimos meses a profundizar en tal idea en Alunizaje, libro recién editado por el sello Turner Noema.

 

“No sé de nadie que, siendo pequeño, no haya sido atraído por el cielo ni fantaseado con qué hay más allá, pues la noche es una ventana tanto al universo y como a nosotros mismos. Ahí se dan nuestros miedos, pasiones, la poesía o la música. El firmamento nocturno es, en pocas palabras, una invitación a imaginar”.

 

Además —señala el investigador del Instituto de Astronomía—, esta actividad nos ha llevado tan lejos que, aunque los anales indiquen que la carrera por llegar a la Luna arrancó oficialmente un 25 de mayo de 1961, cuando el presidente John F. Kennedy declaró que el gran reto de su administración era poner a un hombre en la superficie selenita y regresarlo vivo a la Tierra antes de 1970, en realidad ya habíamos llegado allá en el siglo II de nuestra era.

 

“La primera vez que los humanos hicimos tal viaje fue de la mano de Luciano de Samosata, literato sirio que escribía en griego y que, en ese entonces, narraba cómo al navegar con una tripulación de 50 marinos se vio atrapado por una tormenta tan intensa que una gran ola lo engulló y terminó por escupirlo en el satélite, con todo y barco”.

 

Esta hazaña la repetirían un par de franceses (por citar dos de los casos más famosos): el primero fue Julio Verne, quien en 1865 publicó la novela De la Tierra a la Luna, distribuida por entregas en el periódico parisino Journal des Débats Politiques et Littérairs, y el segundo fue Georges Méliès, un ilusionista convertido en cineasta quien, en 1902 daba a conocer la cinta Viaje a la Luna.

 

En ambos relatos se habla ya no de navíos, sino de proyectiles tripulados que, valiéndose de una gran explosión, escapan de la gravedad terrestre para adentrarse en el espacio, algo que de cierta forma anticipaba el diseño del Apollo 11. Como homenaje a estos precursores hay un cráter selenita llamado Verne y otro dedicado a Luciano, aunque hasta el momento no hay ninguno para Méliès.

 

A decir del astrónomo, la hazaña registrada el 20 de julio de 1969 (cuando el hombre pisó finalmente la Luna), puede atribuirse a motivos que van desde lo científico hasta lo político, “pero la semilla de todo se remonta a mucho atrás, a cuando los primeros humanos contemplaban la noche y se ponían a imaginar qué había en ella”.

 

“Para ir a donde nadie ha ido antes”

 

El profesor Franco sabe que la imaginación suele abrir caminos no vislumbrados y él mismo se pone como ejemplo de ello al recordar que de niño jamás contempló ser científico —ni entendía qué era eso— hasta que cayó en sus manos un ejemplar de Los súpersabios, cómic dibujado por Germán Butze donde tres jóvenes de nombre Paco, Pepe y Panza enfrentaban al malvado doctor Solomillo.

 

“Los protagonistas eran estudiantes de ciencias y ellos me enseñaron que no se necesita magia para solucionar problemas; con el conocimiento basta. Ya cuando me hice adulto terminé por estudiar Física y, un poco más tarde, Astrofísica; tras pensarlo un poco veo que para mí todo inició con la lectura de esa historieta”.

 

De manera similar a lo experimentado por él en la infancia, el doctor Franco considera que, llevada a otra escala, la curiosidad es un motor tan poderoso que puede incluso perfilarnos culturalmente y llevarnos a lugares insospechados, como le pasó a la especie humana, que debido a esa inclinación tan suya de observar el firmamento transitó de su vocación nómada a un muy convencido sedentarismo.

 

“Y es que la astronomía está en la base de este gran cambio: no puedes fundar ciudades ni dedicarte a la ganadería o a la agricultura si no tienes en claro los ciclos del cielo. Ellos te dicen cuándo hace calor o frío, anuncian las lluvias e incluso dan pie a los calendarios. Me he topado con personas dedicadas a las finanzas y la economía que creen que esto nada tiene que ver con ellos; suelo desmentirlos diciéndoles que sus actividades son nietas de la astronomía, pues sin el arte de ubicarse por las estrellas no existiría el comercio marítimo”.

 

Es indudable que desde siempre hemos estado fascinados por la noche y de entre todos los cuerpos celestes el que más atrae la mirada y nos hace soñar es la Luna, apunta Franco. Quizá por ello en el siglo XIX Giacomo Leopardi escribía: “Hay tantas estrellas que no importa que caiga una, mil nos quedarán; pero la Luna está sola en el cielo y sólo en sueños podría alguien verla caer” (canto XXXVII).

 

Apenas el 17 de diciembre de 1903 el hombre realizaba su primer vuelo en avión y 65 años después ya había descendido en la Luna, algo que el profesor universitario considera natural, pues una vez que aprendimos a volar con máquinas, ¿a dónde más querríamos llegar?

 

Un pequeño paso para el hombre

 

Ya en 1640, el clérigo John Wilkins planteaba como científicamente posible el llegar a la Luna y aseguraba en su libro The Discovery of a World in the Moon: “Se podría confeccionar un carruaje volador lo suficientemente fuerte como para transportar a varios hombres y darle tal impulso como para lanzarlo por los aires. Así, pese a la aparente imposibilidad, es factible la invención de una manera de viajar a la Luna; ¡qué contentos estarán aquellos que tengan éxito!”.

 

Tuvieron que pasar 329 años para que el Apollo 11 concretara el sueño de Wilkins, lo que —agrega el investigador— avivó nuestra imaginación y nos hizo soñar con ir más allá. El 20 de julio de 1989, al cumplirse dos décadas de tal hazaña, el presidente George Bush padre anunciaba que uno de los planes para los EU era construir una base permanente en la Luna y enviar una misión tripulada a Marte. Hace pocos días, en el marco de los 50 años del alunizaje del Águila, el vicepresidente Mike Pence repitió lo mismo, palabra por palabra.

 

Para el doctor Franco, viajar al planeta rojo es, de inicio, un capricho, pero uno que se nos ha revelado tangible tras las hazañas lunares del Proyecto Apollo. “Haber posado un pie ahí es una proeza de la imaginación, hacer lo mismo en Marte lo será también”.

 

Por ello, el académico apunta que cualquier avance en ese sentido siempre nos remitirá a nuestro satélite y a todo lo que éste nos hizo imaginar, “pues no debemos olvidar que nosotros no conquistamos a la Luna, la Luna nos tiene conquistados a nosotros desde siempre”.

 

 

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