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La enfermedad mental no es un estado en Facebook

Este domingo se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental y, como cada año, se busca crear conciencia sobre la importancia de prevenir y atender los trastornos mentales. Pero, ¿cómo se encuentra nuestro país en esta materia? La psicóloga de la UNAM, Cony Zamora, lo explica:

Para comenzar, de acuerdo con el Informe sobre el Sistema de Salud Mental en México, coordinado por la Organización Mundial de la Salud (IESM-OMS, 2011), del total del presupuesto que se asigna al rubro de la salud, solamente el 2 por ciento es orientado a la salud mental, enfocándose sobre todo a los hospitales psiquiátricos, por lo que las acciones dirigidas al trabajo comunitario se ven reducidas.

Esto significa que tras la posibilidad de que un paciente reciba la atención especializada pudo haber atravesado ya por un largo recorrido con distintos médicos –o hasta curanderos-, en el que los síntomas pudieron agudizarse, o incluso recibir un mal diagnóstico o un tratamiento equivocado.

Actualmente, cuestiones tales como la depresión, el consumo de drogas, la violencia y el alto índice de suicidios nos desbordan, sin mencionar que la edad de incidencia es cada vez más temprana, siendo los niños y los adolescentes son los más vulnerables. El trabajo por hacer aún es arduo, como sistema y como sociedad, desde las políticas públicas pero también desde las propias “trincheras”.

Si bien es cierto que no hay que generalizar, tampoco se puede negar una de las tendencias que como mexicanos poseemos, de atender las situaciones hasta que nos vemos rebasados por ellas, como quien acude al dentista hasta que le duele la muela. ¿Qué podríamos esperar sobre una visita al psicólogo o pensar en solicitar una consulta psiquiátrica?, cómo explicarle a un desconocido: “me duele aquí”, “tengo esta emoción que no sé cómo manejar”, “creo que esta situación me sobrepasa”

Como alguna vez escuché: la enfermedad mental no es un estado en Facebook, algo que va a pasar, se trata de un problema que requiere, además de la atención especializada de un profesional, la empatía de aquellos que rodean al paciente, de esa capacidad –cada vez más puesta a prueba- de poder reconocer a ese otr@, tan similar a nosotros mismos, que está sufriendo, y que puede tratarse de nuestro vecino, de un compañero de trabajo, de un amigo, un familiar, o de nosotros mismos, la voz que está haciendo un llamado: necesito ayuda.

Quizá la estigmatización y la exclusión son los principales síntomas que hay que seguir trabajando colectivamente en pro de una de las mejores inversiones de nuestra vida: su calidad.

*Egresada de Maestría en la Facultad de Psicología de la UNAM