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La doble y triple vulnerabilidad, condición histórica de las mujeres

“Tres características constituyen la vulnerabilidad: la exposición a situaciones de contingencia denominadas amenazas o riesgos, los obstáculos que impiden enfrentarlos, y los recursos o las habilidades para encararlos. Al pasar estas características a una ecuación, podemos entender vulnerabilidad como el equilibrio que se pierde entre las amenazas que aparecen y las posibilidades de que las personas las enfrenten”, señaló Patricia Hernández Salazar, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (iibi).

“Los factores para que los individuos sean susceptibles de convertirse en vulnerables varían, en lo que refiere a las mujeres, resalto aquí la condición socioeconómica o pobreza, pertenencia o no al mercado laboral, trabajos informales, acceso o no a prestaciones legales, situación de salud, género y edad”.

Mujeres, la comunidad en más riesgo
La experta explicó que las mujeres son una de las comunidades más expuestas a esas amenazas: “a través de la historia han sido vulneradas y violentadas, incluso existe la frase violencia de género, como una constante cultural”.
“El trato discriminatorio que reciben en diversos espacios educativos, laborales y culturales a nivel familiar, comunitario y social ha provocado que haya un reclamo constante a nivel nacional e internacional”.
La combinación de estos factores en este sector de la sociedad aumenta su fragilidad, los riesgos se potencian y se genera lo que se conoce como doble o triple vulnerabilidad.
En su vida diaria enfrentan más de una amenaza lo que aumenta su precariedad. Su condición de género sumado a su edad, las debilita aún más. Una persona adulta mayor se concibe como aquella que presenta transformaciones físicas y cognitivas que la llevan a un declive continuo. La disminución o pérdida de sus capacidades evidencia el riesgo de un mal estado de salud.

Condiciones laborales
Para Hernández Salazar, otro riesgo latente es su condición laboral. Una gran cantidad de mujeres busca empleos informales que no ofrecen prestaciones legales, difícilmente podrán jubilarse y obtener un ingreso permanente cuando sus características físicas no le permitan seguir laborando, como las empleadas domésticas.
“Incluso cuando están insertas en sistemas formales y tienen derecho a retirarse, las condiciones para ellas son menos favorables como resultado de la discriminación laboral”.
Son etos casos algunos de los ejemplos en los que se aprecia una doble y triple vulnerabilidad: mujeres adultas mayores, pobres, con enfermedades crónicas, circunstancia difícil de remontar pues sus recursos y habilidades van disminuyendo con el paso del tiempo. Circunstancias que las colocan en la posibilidad de perder su independencia y toma de decisiones.

Estudios pendientes
Patricia Hernández puso énfasis en las tareas pendientes de los científicos sociales y humanistas al respecto y señaló que se debe estudiar el tema mujeres de una manera integradora.
“Si bien existen seminarios que tratan asuntos de género o de personas adultas mayores, los abordan de manera independiente, se requiere trabajarlo holísticamente, con enfoques inter, multi y transdiciplinario, mediante la constante colaboración y comunicación entre estos grupos de trabajo”.
“Se debe examinar desde diversas aristas su condición de mujer, mujer adulta mayor, mujer trabajadora, mujer empobrecida, marginada y excluida; identificar sus contextos y problemas y proponer estrategias que limiten la doble y triple vulnerabilidad”, concluyó.