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“Maldita la hora en que nací en este país”

“En esta cárcel ingrata, donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la pobreza”, leyenda escrita en el muro de la crujía H del Palacio de Lecumberri que encontró Salvador Zarco, ferrocarrilero, quien estuvo preso de 1968 a 1971.

El hombre de 73 años relató que en su detención le cubrieron la cabeza y lo llevaron a unas oficinas de Plaza de la República, donde lo interrogaron, torturaron y golpearon. Recordó que al ingresar a Lecumberri lo primero que le dijeron fue: “Lo que menos tenía que hacer era poner palitos en la pared, debemos saber cuándo entramos pero nunca pensar en cuando vamos a salir”.

El integrante del sindicato de ferrocarrileros afirmó que el gobierno era vil, “no quería que nos revolviéramos con los presos comunes, tenían miedo porque los íbamos adoctrinar y nos tenían de ociosos todo el día”.

El movimiento sindical ferrocarrilero se uniría al movimiento estudiantil para exigir libertad a los presos políticos, fin de la represión estatal y mejores condiciones laborales.

El movimiento estudiantil estalló el 26 de julio cuando el Ejército derribó de un bazucazo la puerta de la Preparatoria 1. La marcha que encabezó Javier Barros Sierra con 250 mil estudiantes el 13 de septiembre fue el preámbulo de lo grande del movimiento.

Sin embargo, el 18 de septiembre el Ejército ocupó la UNAM y el 24 el Casco de Santo Tomás y Zacatenco. “Con ello, quita la posibilidad de organizar asambleas, tomar acuerdos y discutir. Los padres de familia ya detenían a sus hijos para asistir a los mítines porque con el Ejército ya era otra cosa”.

El también director del Museo de los Ferrocarrileros refirió que el gobierno cortó de tajo con todo. “México es para que tuviera una línea ferroviaria muy importante, que transportara todo lo que el país produce a todos los rincones, ya estaban las obras pero las cancelaron, prefirieron centralizar todo en la capital”.

Durante los tres años que estuvo preso en Lecumberri conoció a mucha gente del pueblo, luchadores como él, “no eran hampones, ni lacras, sino gente que estaba ahí injustamente, eran solidarios con ellos por las injusticias que sufrían de parte de las autoridades de la prisión”.

En la memoria de Salvador Zarco sigue vigente otra máxima escrita en la celda de un compañero: “Maldita la hora en que nací en este país”, y abundó que “estaba derrotado porque salió traicionando sus principios. Siempre se habla de los presos idealmente pero nadie habla de la cruda realidad”.