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“He visto amigos morir a causa de las fake news”: Colin G. Orton

¿No comes frutas y verduras? Estás en riesgo de tener cáncer’, ‘Comer papaya puede ayudarte a prevenir el cáncer’, ‘Tener actitud positiva ayuda a superar el cáncer’. Estos son algunos de los títulos de noticias nacionales e internacionales con los que cualquier internauta puede toparse en internet.

El problema es que ninguna de estas noticias tiene sustento científico y, sin embargo, pueden hacer que las personas alimenten falsas esperanzas de un tratamiento o una cura. Este fenómeno, conocido como fake news, está provocando mucha preocupación entre la comunidad científica y médica debido al poder que pueden tener en la toma de decisiones de las personas.

Para el físico médico Colin G. Orton, investigador de la Wayne State University, la consecuencia de las noticias falsas en temas de salud puede ser mortal. “Cuando las personas se someten al verdadero tratamiento ya es muy tarde, especialmente con el cáncer. Yo he visto amigos morir a causa de las fake news, dijo el estadunidense durante la mesa redonda del pasado 13 de junio titulada: “Retos de la física médica versus fake news en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades”.

El encuentro, organizado como parte de la 2ª Escuela de Verano de Física Médica, fue moderado por la investigadora del IFUNAM, Guerda Massillon, y además de Colin G. Orton, contó con la participación de María Ester Brandan, también investigadora del IF, así como de Adela Poitevin, del Hospital Médica Sur, y Patricia Pérez Badillo, del Instituto Nacional de Cancerología (INCan). En el evento, se plantearon las preocupaciones por parte de la comunidad académica sobre la tendencia social, aparentemente cada vez mayor, a creer y consumir productos sin sustento científico.

En México, no hay registro de muertes provocadas por fake news. Pero sí hay algunos datos alarmantes. Según el Trust Barometer 2018, realizado por la empresa Edelman, el 76% de los mexicanos no sabe distinguir entre una noticia falsa y una verdadera; cerca del 70% tampoco reconoce la diferencia entre un medio legítimo y otro que no lo es. Y al menos 80% de los mexicanos afirma estar preocupado porque la información falsa puede influir en su toma de decisiones. En ese estudio, el porcentaje de México fue uno de los más altos de entre los 29 países sondeados.

Las fake news, producto de la fake science

Un ejemplo de cómo las investigaciones falsas o sin rigor científico pueden ser potencialmente dañinas a la salud ocurrió hace dos años, cuando un joven estudiante de Monterrey desarrolló un sostén llamado EVA, el cual supuestamente detecta cáncer de mama en etapas tempranas a través de una termografía (imagen que muestra los patrones de calor y flujo sanguíneo cerca de o en la superficie del cuerpo).

En 2017, este brasier llamó la atención de medios nacionales que lo anunciaron como si fuera un producto validado.

Para la investigadora del Instituto de Física, María Ester Brandan, la difusión de la noticia fue muy preocupante. “Esta promoción podría llevar a que mujeres en riesgo de presentar cáncer de mama prefieran la aparente comodidad del sostén en vez de acudir a hacerse una mastografía. Aún más grave, instituciones públicas insuficientemente informadas, llevadas por la promoción y no por las recomendaciones internacionales sobre detección oportuna del cáncer de mama, podrían empezar a distribuirlo”. De acuerdo con Brandan, no hay estudios científicos que sustenten que la termografía puede sustituir a la mastografía en la detección temprana de cáncer de mama.

Ese mismo año, la empresa de origen ruso Meik, promovió en México un aparato médico basado en impedancia eléctrica, que se presenta como un método de detección temprana del cáncer de mama, libre de radiación, no invasivo e indoloro. A pesar de no ser una técnica validada por alguna asociación profesional internacional, el Senado de la República instaló un módulo donde se ofrecieron los procedimientos a las trabajadoras durante una semana.

En Estados Unidos la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) emitió advertencias sobre lo riesgoso que puede ser utilizar la termografía para detectar el cáncer de mama u otro. Las anomalías que se detectan con imágenes de termografía no siempre están relacionadas con cáncer, por lo que no constituye un método capaz de ayudar en la detección temprana de la enfermedad.

En México, sin embargo, no hay los suficientes especialistas ni estándares de calidad que sirvan para evaluar independientemente si este tipo de tratamientos médicos funciona y están basados en evidencia científica. “Existe la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), esta instancia debería hacer esa medición pero como vimos con el ejemplo del brasier, parece que tienen que mejorar bastante sus estándares”, dijo Adela Poitevin.

A diferencia de la FDA, la Cofepris se encarga de identificar, evaluar y evitar que los productos y servicios relacionados con la salud humana no dañen a la población. Lo cual puede ser subjetivo, pues aunque productos como el sostén EVA o la máquina de impedancia eléctrica, efectivamente, no provocan ningún daño, sí pueden propiciar una desinformación que ponga en riesgo la vida de los pacientes al tomar las decisiones equivocadas.

Un problema que agrava la difusión de las noticias falsas es que llegan a los sectores más vulnerables de la sociedad que, con frecuencia, tienen menor acceso a fuentes confiables, como las personas de la tercera edad. “Para ellas las tecnologías de la información pueden ser algo nuevas, entonces las leen (en internet) creyendo que lo que está ahí es verdad”, señaló Patricia Pérez Badillo.

La falta de especialización periodística en temas de salud

Una de las causas de tener tantas fake news en los medios de comunicación proviene de problemas propios de las redacciones: la necesidad de que más personas le den clic a noticias que no necesariamente respondan sus necesidades informativas (un fenómeno conocido como clickbait); la falta de editores o criterios editoriales claros en temas de salud, así como la ausencia o poca valoración hacia los reporteros especializados.

“Hay tanta información que nos es difícil (para los lectores) discernir cuál podría llevarnos al camino correcto, pero por eso hay que buscar bases científicas, lo cual no necesariamente está en Google o Wikipedia. El periodista debe ir a la fuente, a los investigadores”, sugirió Patricia Badillo.

Un ejemplo de cómo la falta de especialización afecta incluso a los países con mayor índice de desarrollo económico y social ocurrió en Estados Unidos cuando un grupo de investigadores de la Universidad de Portland hizo ‘un experimento’: lanzaron una serie de 20 artículos sin sustento científico, de los cuales cuatro fueron publicados en diversos medios de prestigio como The Fix o Gender, Place & Culture, de acuerdo con la página del grupo.

Entre sus artículos, figuraban títulos como: “Reacciones humanas a la cultura de violación y la extraña actuación en parques urbanos para perros en Portland, Oregon”, en el que plantean cómo es que los parques para perros son manifestaciones de la cultura de la violación y la opresión. En otro artículo titulado: “Transgresión de los límites: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica”, Alan Sokal, el autor, bromea diciendo que la gravedad cuántica es una construcción social.

Después de que los medios de comunicación publicaron noticias sobre estos artículos, los autores hicieron público que los trabajos que presentaron eran parte de un experimento y que ninguno tenía una base de análisis rigurosa. Lo cual reveló la falta de especialistas y crítica por parte de los medios de comunicación cuando se enfrentan a temas de ciencia y salud.

En la mesa redonda se propusieron algunas alternativas para cambiar las cosas. “Como especialistas o como estudiantes debemos, más ahora, contar con herramientas y disposición de ser lo más claros posibles tanto con los comunicadores como con el público, para que sepan que nuestro trabajo tiene un impacto en su salud”, dijo Brandan.

Hacer material didáctico y de información para público no experto, contar con especialistas de la comunicación y fomentar la discusión y el cuestionamiento ante la información confusa o falsa entre la población, fueron otras propuestas de los participantes. La batalla contra las fake news, dijeron, requiere un trabajo en colectivo, del que no pueden quedar fuera los académicos.