- En 2023, el INEGI informó que el 5.9 por ciento de las personas mayores de tres años hablaba alguna lengua indígena
En la Escuela Nacional Preparatoria 9 Pedro de Alba de la UNAM, frente a sus compañeros de clase, Nicolás García declama el poema que le escribió a su abuela: “Tyje’ na teii’jan, cha’xjen cwii caxjuu meinom teii’na̱ⁿ a’ ‘u.” (Llegaste de noche como una estrella. De inmediato te reconocí). En sus versos asegura verla reflejada en su mamá, quien le ha fomentado el amor por el amuzgo, lengua hablada en su pueblo, así como el gusto por la literatura: “Je’ na matseii’no̱’a ‘U tymo̱o̱ⁿ’ nom chiuu waa na nc’jo̱ⁿ na wi’ts’om ja” (¡Ahora entiendo! Tú le enseñaste a amar así).
A través de este género literario, Nicolás contribuye a preservar las lenguas originarias, que están en riesgo de desaparecer. En 2023, la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) informó que, en México, sólo seis de cada 100 personas de tres años en adelante hablaban una de las 68 agrupaciones lingüísticas con 364 variantes registradas por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas.
“Dicho número no es el principal indicador de la pérdida lingüística. El problema real está en que se deje de transmitir a las nuevas generaciones”, explica Rodrigo Romero Méndez, del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM.
Por tal motivo, tanto demógrafos como lingüistas realizan análisis sobre la tasa de transmisión, pues no tiene sentido que los censos reporten que gran porcentaje de la gente de una localidad se comunica en una lengua originaria si ésta no se difunde a las juventudes. Un ejemplo es el otomí, hablado en una región extensa del país, pero con la tasa más baja.
El poder de la poesía
Nitsco, nombre artístico con el que se hace llamar este joven de 16 años (mezcla de Ni- de Nicolás y -tscoo de catscoo-, ‘iguana’ en amuzgo, uno de sus animales favoritos) nació en la Ciudad de México, pero sus raíces son afroindígenas, de una comunidad originaria de la Costa Chica de Guerrero llamada Xochistlahuaca (en náhuatl) o Suljaa’ (en amuzgo), topónimo que significa llanura de flores.
Nicolás describe a su pueblo como un lugar donde el compañerismo y el apoyo mutuo predominan, y donde el telar de cintura es una actividad significativa. Las fiestas, las danzas del tigre y de la conquista, así como la morisqueta (platillo que mezcla arroz y frijoles), son aspectos característicos de esta localidad colindante con Oaxaca.
Ahí se emplea el ñomndaa (amuzgo del norte). El Censo de Población y Vivienda 2020, del INEGI, reportó que el amuzgo contaba con 59 mil 884 hablantes. “Las generaciones longevas son monolingües y las jóvenes, bilingües. Hay quienes casi no lo usan porque viven fuera de la localidad, lo conocen y practican poco, y así surgen las nuevas variantes”, comenta Nitsco.
Desde su niñez, el joven se ha esforzado por aprender, escribir y dialogar en amuzgo a fin de mantenerlo vivo, en especial a través de la poesía. En su escuela utiliza este medio como herramienta para fortalecer su herencia cultural, promoviendo y conservando sus raíces con apoyo de su madre, quien lo domina y ha sido la guía para reforzarlo en la familia.
“Su gusto por la lectura me lo transmitió mediante cuentos y canciones. Eso hizo que a los 12 años empezara a escribir versos sobre cosas que me pasaban, emociones y mis mascotas. Ella me dio la idea de declamarlos y redactarlos en amuzgo, entonces comenzamos a traducirlos”, relata Nicolás.
Fue en la secundaria cuando recitó por primera vez. Desde entonces, los centros educativos se han vuelto espacios donde hace resonar su herencia lingüística y visibiliza que las personas indígenas no sólo están en sus comunidades, sino fuera de ellas. “Estamos en todos lados, en la UNAM, por ejemplo. Me gustaría influir en que mis compañeres usen su lengua originaria, aunque no la conozcan bien”, destaca.
Por su parte, Rodrigo Romero expresa que en la última década se registró un momento crítico de pérdida debido a que las personas adultas mayores son quienes ejercen presión social para que se siga dialogando en sus lenguas. Por ello, destaca que es fundamental que la juventud tome acciones para la preservación, como hace Nicolás.
Según el INEGI, en 1930 la población mayor de cinco años hablante de lenguas indígenas era de 16 por ciento. En el Censo de Población y Vivienda 2010 la disminución es marcada, se registraron 6.6 por ciento de personas de tres años en adelante (seis millones 913 mil 362) y hacia 2020 descendió porcentualmente a 6.1 por ciento (siete millones 364 mil 645). En la ENADID 2023 bajó a 5.9 por ciento (7.4 millones).
Las entidades con mayor porcentaje fueron: Oaxaca (27.3 por ciento), Yucatán (26.1), Chiapas (23.4), Quintana Roo (14.1) y Guerrero (13.9 por ciento). El náhuatl (23.6 por ciento) encabezó la lista, seguido del maya (12.4), tzeltal (7.9) y zapoteco (7.2 por ciento).
“Parte del problema de calcular hablantes es que en las encuestas hay gente que dice hablar una lengua originaria cuando sólo sabe algunas palabras o reconoce su uso con base en prejuicios y expectativas. En otros casos, sin constatar, los encuestadores asumen que los individuos la emplean por ser parte de cierta comunidad”, comenta el investigador.
Al respecto, subraya que en las estadísticas el número de hablantes incrementó. Pese a ello, el porcentaje disminuyó respecto a la población total. De acuerdo con sus análisis, la población monolingüe se concentra en generaciones mayores y niños, mientras que en las juventudes se registra una alta cantidad de bilingües. “Dejan de utilizarla como consecuencia de cambios sociales en sus contextos. La pregunta es ¿qué pasará cuando ya no estén las generaciones longevas?”.
Pérdida lingüística
Se calcula que, a la llegada de los españoles al México prehispánico, había alrededor de 25 millones de habitantes; un siglo después sobrevivía alrededor de un millón. Esto quiere decir que con la muerte de mucha gente perecieron muchas lenguas, explica Romero Méndez.
Cuando se formó el Estado mexicano hubo riesgo de disminución debido a la idea de establecer una identidad nacional única, y a partir de 1950 se crearon políticas agresivas para que la educación fuera bilingüe, “pero más bien era un sistema transicional. Se pretendía que, al concluir la escuela, las infancias se comunicaran sólo en español, así tendrían mayor acceso a servicios. Desde entonces hubo un declive acelerado”.
El investigador del IIFL señala que es difícil calcular con precisión cuántas lenguas y variantes hay en la actualidad, pues se considera que en cada comunidad existe un sistema lingüístico propio.
“En muchos casos, se entienden entre las que son vecinas directas, pero el sistema no es el mismo. Con las más lejanas se comprenden menos y las diferencias son mayores, y así sucesivamente, de manera que llega un punto en el que claramente es otra lengua y la comunicación es difícil. A esto se le conoce como cadena de dialectos”.
Otro elemento tiene que ver con la creencia de que son empleadas sólo en los lugares donde surgieron históricamente; sin embargo, pueden generarse variedades en los grupos que migran.
El país cuenta con una gran diversidad: existen 11 familias lingüísticas distintas entre sí y, en un territorio pequeño, puede hablarse más de una. “Dicha riqueza cultural está en peligro constante de desaparecer. Algunas están en mayor riesgo que otras, como el ayapaneco, que tiene pocos hablantes, en comparación con el náhuatl o maya yucateco”, señala.
Entre los principales factores que amenazan al habla indígena están los socioeconómicos (como la migración y la marginación social), que generan discriminación y violencia, y también está el pensar que, al dejar de utilizarla o transmitirla, se consiguen mejores oportunidades.
El cuestionamiento sobre el beneficio de usarla deriva de que, incluso en sus comunidades, hay un entorno desfavorable porque no cuentan con infraestructura y servicios en su lengua, lo que vulnera sus derechos a la salud, justicia, educación y recreación.
“Con base en mis estudios, la utilidad se asocia a cuestiones emotivas: es la que se habla en su lugar de origen, la que sus padres les enseñaron o les da identidad, pero no mencionan que les sirva para conseguir trabajo, leer o estudiar, cosas que sí comentan cuando se les pregunta sobre el inglés o el español”, plantea Rodrigo Romero.
Nicolás cuenta que cuando su madre era joven migró a la capital del país para continuar sus estudios y mejorar su situación económica, por lo que se vio forzada a aprender español. Ahora es intérprete en juicios y siempre se ha preocupado por transmitir el amuzgo a su familia.
Esa herencia cultural ha llevado a Nicolás a buscar espacios para nombrar sus orígenes sin miedo. Con la poesía abraza sus raíces y hace resonar sus sentimientos y luchas.
“Entre mis poemas más recientes está Nan wee siom (nombre propio, no tiene traducción), que redacté a partir de la pérdida de mi abuela. Plasmo el hecho de sentirla presente en mi mamá. En un verso digo que son como agua cristalina, porque son idénticas. Otro es Nmein Jâ ndo’ tijoom calei’n noonyâ (Sin miedo a ser), donde expreso mi perspectiva como parte de la comunidad LGBTTTIQ+, abordando temas como la represión y el rechazo que se viven en Ciudad de México, en comparación con mi pueblo, donde somos aceptados y respetados”.
Nan wee siom
Matseicwa no̱ⁿya na Xmaⁿndyu’
Ñ’eⁿ chawaa na ñeincoo ts’o̱m
ndo’ matii’ matsjo̱’ na wi ’ts’o̱o̱ⁿ ya ‘u!!
Tyje’ na teii’jan, cha’xjen cwii caxjuu
meinom teii’na̱ⁿ a’ ‘u.
Matuii’ xqueⁿ
Cha’xjen jom, ma’ch’eⁿ ñ’eⁿndyo
¡jeeⁿ cheⁿ ndya̱a̱ tsei’jomna ‘o!
¡cha’xjeⁿ ndaatioo iju’ ‘o!
Je’ na matseii’no̱’a’
‘U tymo̱o̱ⁿ’ nom chiuu waa na nc’jo̱ⁿ
na wi’ts’om ja.
Ñequio ts’o̱m na mayuu ljú’
Cha’xjen chi’ canchii’
ñequio can’cjuu.
Ndaalua’ teiⁿ ‘o!
¡cha’xjen ndaateiⁿ’ na cwiiquiaa na cwitsjom, nacjoo tsco ‘o!
Te saludo con toda la alegría
de mi corazón
Y te quiero con todo mi
corazón
Llegaste de noche como una estrella
De inmediato te reconocí
Tocabas su cabeza
Así como ella lo hace conmigo
¡Cómo se parecen!
Como agua cristalina son
¡Ahora entiendo!
Tú le enseñaste amar así
Con un corazón limpio
A la luz de la luna
y con el brillo de las estrellas
Son lluvia fresca como el rocío de la mañana.
Nitsco
Jóvenes preservando sus lenguas
El profesor Romero refiere que uno de los espacios más prestigiosos para utilizar las lenguas originarias es la escritura y hace un llamado para que las juventudes redacten cualquier cosa. “Lo importante es que se apropien de ellas a través de la prosa, reflexiones, ensayo o periodismo, entre otras formas. Eso puede tener un efecto de réplica en otros”.
Nitsco es beneficiario del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad (PUIC) de la UNAM. Esto le ha permitido incluirse en exposiciones, conversatorios y actividades culturales que fomentan el cuidado y la recuperación de sus raíces.
Dicho programa ofrece el Sistema de Becas para Estudiantes Pertenecientes a Pueblos Indígenas y Afromexicanos (SBEIA), que ayuda al alumnado a permanecer en la Universidad. Además, apoya proyectos académicos para reforzar la formación profesional e iniciativas que acerquen a quienes forman parte de esta casa de estudios a la pluriculturalidad, expone Carolina Sánchez García, titular del PUIC.
La doctora en Antropología agrega que, como parte de las actividades, impulsan la diversidad lingüística a través de la literatura “como elFestival de Poesía Las Lenguas de América. Carlos Montemayor, para fomentar y resaltar que todas tienen el mismo valor”.
Nicolás se entusiasma al mencionar el orgullo que le genera estar en la UNAM. “Es grato porque mis amigos se interesan en conocer más sobre el amuzgo, me preguntan cómo mencionar ciertas frases y es bonito porque me saludan diciendo xmanndyu’, ‘hola’ en español”.
Responsabilidad del Estado
El periodo 2022-2032 fue declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas del Mundo, con el objetivo de que los países generen estrategias para su preservación, revitalización y promoción.
Según mencionan en una de sus publicaciones, las estimaciones más optimistas apuntan que, al menos, la mitad de las variedades lingüísticas del planeta (en su mayoría las maternas) se habrán extinguido o estarán gravemente amenazadas en 2100. Las más pesimistas, pero realistas, indican que será entre el 90 y el 95 por ciento a finales de este siglo.
Por dichas razones, Rodrigo Romero enfatiza que, además de las acciones que las personas realizan en sus contextos particulares, es imprescindible que el Estado ponga en marcha mecanismos para evitar la pérdida. “Los primeros esfuerzos, hasta ahora, giran en torno a tener una mejor idea de cuál es la situación que enfrentamos. Hace falta impactar con políticas directas en las comunidades donde originalmente se hablan, pero también en aquellos grupos que han migrado”.
Expone que debe instrumentarse con urgencia el que sean lenguas de instrucción. Por ejemplo, cuando se prohibió el uso del hawaiano hubo esfuerzos colectivos por revitalizarlo creando escuelas bajo esta estrategia. Con el euskera, en España, ocurrió lo mismo, pero ahí el impulso se dio desde el gobierno.
“Hay mucho rezago, no sólo es necesario que se establezca en las leyes como una garantía, debe ser una responsabilidad del Estado. Si se logra eso, México estaría a la vanguardia a nivel mundial”, señala.
El académico subraya que, al desaparecer una lengua, se pierde parte de lo que se conoce como la cognición social de los humanos. Por ello, es indispensable atender esta problemática que, además, reduciría la discriminación y la violencia. “Es importante crear condiciones para que todos seamos ciudadanos con los mismos derechos y oportunidades, y que nadie se sienta mal por hablar la lengua que le enseñaron sus padres”, concluye.