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CUANDO LA CIENCIA Y EL ARTE SE UNEN PARA CONTAR LA HISTORIA DE LOS MURALES

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La historia del arte tiene mucho que decir sobre las pinturas, esculturas y vestigios arqueológicos que han sido clave en el devenir de México, pero también los científicos, y es que el diálogo entre saberes amplía los horizontes del conocimiento y revela saberes de otra forma inaccesibles.

Bajo esta premisa, y con la unión de los institutos de Física (IF), Química (IQ) e Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, así como del de Investigaciones Nucleares y el Centro de Investigaciones en Corrosión de la Universidad Autónoma de Campeche, en 2014 nació el Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y la Conservación del Patrimonio Cultural (LANCIC), un espacio interdisciplinario donde converge la experiencia de más de 20 años de diversos especialistas y grupos de trabajo.

“Es una red, un laboratorio sin paredes, señala el profesor José Luis Ruvalcaba, investigador del Instituto de Física y titular del LANCIC.

Entre los trabajos realizados por este laboratorio se cuentan el análisis a figuras prehispánicas y diversas obras pictóricas, pero en este 2022, justo cuando se conmemora el centenario del muralismo mexicano, el laboratorio ha comenzado a estudiar los murales de la UNAM, ello como parte del proyecto “El espacio y el color. Estudios interdisciplinarios del arte moderno mexicano”, coordinado por la profesora Sandra Zetina, del IIE.

La primera obra analizada fue La creación, de Diego Rivera, y la segunda —y última a la fecha— es La alegoría de la Virgen de Guadalupe, de Fermín Revueltas. Ambas pinturas monumentales se localizan en el Antiguo Colegio de San Ildefonso y son clave para entender cómo surgió el movimiento muralístico en México.

“Hay preguntas de investigación histórica que coinciden con el interés por estudiar y preservar el patrimonio universitario, como cuáles son los primeros pasos que dan los pintores en estos murales que, para su momento, resultaban sumamente experimentales”, apunta la profesora Zetina, quien además de historiadora del arte es conservadora.

Los materiales hablan y —como añade el doctor Ruvalcaba—“más allá de lo que relatan sus trazos, las pinturas y aglutinantes usados en un mural nos cuentan historias no tan obvias, como qué artistas se compartían consejos, quiénes se ocultaban técnicas o quiénes tenían mayor financiamiento”.

Entre lo que podemos saber tras analizar de estas obras está el qué tanto compartían las paletas, qué materiales usaban, si sus pigmentos venían de Europa o eran locales o cómo los preparaban.

Esto se hace evidente al contrastar los datos obtenidos tras los estudios realizados a La creación y a La alegoría de la Virgen de Guadalupe. “Rivera era un artista reconocido que venía de París y tenía acceso a pigmentos de artista muy finos, mientras que Fermín Revueltas era un creador emergente que usaba pigmentos mucho más baratos, pero que suplía esa carencia echando mano de ingenio y otros recursos artísticos”, explica Zetina.

Analizar no significa destruir

¿Estudiar una obra de arte o preservarla?, durante mucho tiempo esto representó un dilema, pues antes analizar una pieza implicaba destruir parte de ella. Desde un inicio el profesor Ruvalcaba consideraba que esto no debería plantear disyuntivas y por ello viajó a Bélgica a fin de especializarse en caracterización de materiales. Empaparse de las vanguardias en Europa le sirvió para desarrollar una serie de métodos no invasivos que, sin tocar el objeto analizado, revelan datos de otra forma inaccesibles.

Actualmente, el académico emplea dichos métodos de análisis para estudiar los murales en resguardo por la UNAM. “Nuestra investigación se divide en tres etapas: en la primera se realizan tomas de imagen con diferentes tipos de luces, ultravioleta infrarroja, y se procesan para determinar en qué zonas hay alguna alteración algún deterioro o alguna restauración”.

La segunda consiste en un microanálisis para determinar si los pigmentos son minerales u orgánicos y, finalmente, se mapea la obra. Sin embargo, esta etapa no aporta información sobre las propiedades químicas de los colores y aglutinantes, por lo que el último paso consiste en tomar una muestra minúscula para llevarla al Instituto de Química de la UNAM.

“Se toman muy pocas y muy pequeñas, a veces del tamaño de la cabeza de un alfiler, normalmente de los bordes o de lugares que ya están deteriorados o descamados. Paso seguido pasamos la muestra por diferentes técnicas y, al final, la pulverizamos para determinar su composición: qué acrílico es, qué pigmentos tiene” agrega la doctora Nuria Esturau, del IQ.

Cada mural es único y la UNAM tiene a su cuidado más de 100. Los datos aportados por el LANCIC permitirán establecer las mejores estrategias de conservación para cada uno de ellos. Los siguientes a analizar son Masacre en el Templo Mayor, de Jean Charlot; La fiesta del Señor de Chalma, de Fernando Leal, y El espíritu de Occidente, de David Alfaro Siqueiros.

Sobre este plan el profesor Ruvalcaba es tajante: “El plan es estudiar todos los murales a los que la UNAM nos dé acceso. No se trata de un proyecto de seis meses, es un proceso que se tiene que hacer de poco en poco”.