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CLÍNICA CONTRA EL TABAQUISMO DE LA FACULTAD DE MEDICINA, 23 AÑOS DE SALVAR VIDAS

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Dejar de fumar no es cuestión de voluntad, se necesita atención profesional, pues el tabaquismo es una adicción que afecta el sistema nervioso central y genera dependencia física y psicológica a la nicotina.

Bajo esta premisa, Guadalupe Ponciano Rodríguez, coordinadora del Programa de Investigación y Prevención del Tabaquismo de la Facultad de Medicina de la UNAM, fundó la Clínica Contra el Tabaquismo.

Una clínica que salva vidas

Se estima que de cada dos fumadores, uno fallecerá —en el largo plazo— por alguna enfermedad asociada a esta adicción y, a pesar de que se trata de la principal causa de muerte prevenible según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 65 mil mexicanos perecen al año por causas ligadas al tabaco, señala la Comisión Nacional contra las Adicciones.

Por ello, el 31 de mayo de 2000 la clínica universitaria abrió sus puertas, en una época donde no había centros especializados para tratar esta adicción que “es tan fuerte como la de la heroína, la cocaína o el alcoholismo”, agrega la profesora Ponciano.

Alrededor de dos mil personas han recibido ayuda en este lugar y una de ellas es Manuel Romero Madrid, un abogado que desde hace dos décadas dejó el cigarro. “Comencé a fumar a los 14 años en busca de aceptación social. Cuando cumplí 45 nació mi hija y esa fue mi razón para dejarlo, a fin de mantenerme sano para ella”.

Según la Organización Panamericana de la Salud, la esperanza de vida de quienes fuman es 10 años menor a la de quienes no lo hacen. Por ello, para la universitaria, “cada persona que ayudamos es una vida salvada”.

Manuel intentó dejar el cigarro en diversas ocasiones; sin embargo, no tuvo éxito. “Uno o dos días antes de entrar a la clínica ya no fumé y el tratamiento me ayudó a continuar. Te hacen entender qué significa el cigarro, qué hace en tu cuerpo y qué pasa cuando no lo consumes más”.

Para Ponciano Rodríguez lo más satisfactorio es constatar que pacientes como Manuel se mantienen sin recaer. “Hemos estudiado los grupos y, de cada 10 personas inscritas, ocho cumplen su objetivo en el corto plazo y, de estas últimas, al darles seguimiento por tres años, el 70 por ciento continúa sin reincidir”.

Manuel vio pronto los beneficios de alejarse del tabaco.  “Aumentó  mi capacidad física. Ahora hago ejercicio cinco o seis días, tanto aeróbico como anaeróbico”.

Un entorno libre de cigarro

El tratamiento de la clínica dura 12 semanas, en las cuales a través de terapia cognitivo-conductual se brindan herramientas para modificar los pensamientos, conductas, emociones y sentimientos relacionados con el cigarro.  “El tabaco no resuelve nada, no mejora mis capacidades de escritura, mi raciocinio ni me quita los problemas emocionales”, comparte Raúl Rodríguez Cortés, periodista y exfumador desde hace un mes.

Él empezó a fumar a los 19 años porque sus amigos lo hacían. Ésta es la segunda vez que se propone dejar el cigarro, por ello se inscribió en la clínica. “Esto me perjudicaba tanto a mí como a mi entorno”.

La terapia, llevada a través de la plataforma Zoom durante una hora a la semana, es grupal. Ello permite la retroalimentación y acompañamiento entre quienes comparten la misma lucha.

Además, utilizan un podcast con información dirigida a las diferentes etapas del tratamiento. “Los preparamos para que en la semana ocho dejen de fumar. Creamos grupos de WhatsApp para estar en contacto y en la semana 12, la última del tratamiento, y les damos herramientas y tips para mantenerse lejos de la nicotina”.

Raúl renunció al cigarrillo a la semana nueve y recuerda que se le complicó controlar la adicción. Sin embargo, notó los cambios cuando recuperó su sentido del gusto al comer, reencontró olores y mejoró su capacidad de saturación respiratoria.

Guadalupe Ponciano enfatiza que cuando una persona deja de fumar limpia tanto sus pulmones como los de su familia, pues la gente cercana deja de ser inhaladora de humo involuntaria.

Eso llevó a Laura Elena Martínez Jara, ama de casa, a dejar esta adicción y a comenzar el tratamiento junto con su esposo Raúl, pero en diferente grupo. “Empecé a fumar a los 25 años por copiar a mis hermanas. Cuando nació mi nieta la vi tan hermosa que no la quise contaminar. Además, tengo marcapasos y esto era malo para mi salud”.

Ella consumía seis cigarrillos al día. Durante cuatro semanas disminuyó la cantidad hasta llegar a cero. “Los primeros 14 días fueron difíciles porque me gusta fumar, pero sabía lo dañino que era”. Ha pasado un mes desde que logró su objetivo y hoy se siente tranquila y feliz, pues quienes forman parte de su entorno también lo han dejado poco a poco.

Un tratamiento para todas las edades y todo el país

En México la prevalencia de consumo de tabaco en la población adulta es de 19.1 por ciento, mientras que en adolescentes es de 4.6 por ciento, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del 2021.

Desde la pandemia, las sesiones grupales comenzaron a realizarse por Zoom. Esto ha permitido que personas de estados como Aguascalientes, Chiapas, Morelos, Monterrey y San Luis Potosí accedan al tratamiento.

Tal es el caso de Juan Antonio Cabañas Castro, estudiante de Medicina en Veracruz. Comenzó a fumar por curiosidad cuando era quinceañero, pero muy pronto se hizo adicto. “Hace dos años vi que era un factor de riesgo para muchas enfermedades. Acepté mi problema y decidí dejarlo”.

Al principio intentó algunas estrategias para combatirlo, pero todas fracasaron, hasta que se enteró de la clínica. “El enfoque cognitivo-conductual y la terapia grupal me llamaron la atención y me funcionaron”.

Juan dejó el cigarro terminadas las 12 semanas de tratamiento y hoy ve cómo ha cambiado su vida en muchos aspectos, uno de ellos es el económico. Con el dinero que gastaba en una cajetilla (alrededor de 70 pesos) cada tres días, ahora puede pagar el gimnasio o un nutriólogo.

Según la ENCODAT, el gasto mensual promedio entre fumadores de 12 a 65 años es de 282.80 pesos, monto menor en mujeres (239.40) que en hombres (297.10).

El cambio en la economía también fue notable para María Elena Patricia Maeso Llamosas, ama de casa, quien decidió dejar el cigarro al darse cuenta de cuánto gastaba en ello y cómo mermaba su salud.

“Empecé a fumar a los 23 años y hasta la fecha no sé si fue por ansiedad, angustia, soledad o por no practicar nada. A los 62 entré al programa, ya algo grandecita, pero nunca es tarde”.

María se siente más feliz, sana, tranquila y sin ansiedad desde que dejó de fumar. Ella acompañó el tratamiento con parches de nicotina recetados por su cardiólogo, pues tiene una afección cardíaca. A la tercera sesión abandonó el cigarrillo y concluyó las 12 semanas, notando cambios en su salud, cutis, respiración, olfato y gusto. “La felicidad no está en el humo; aprendí a amarme y respetarme”.

Por una vida sin tabaquismo

Una vez concluido el tratamiento se da seguimiento a los pacientes por 12 meses para prevenir recaídas. Pasado ese tiempo se les da de alta, pero siempre pueden mantener contacto con la clínica.

Como los fumadores suelen presentar daños a nivel de la cavidad bucal debido a las más de siete mil sustancias químicas presentes en el humo del tabaco (según la OMS), al dejar el consumo de tabaco se les hace una revisión estomatológica para examinar los tejidos blandos del interior de la boca, a fin de detectar crecimientos potencialmente tumorales.

También la clínica comenzó a realizar espirometrías, estudio donde se puede ver el funcionamiento del aparato respiratorio. “Este se realiza al iniciar las sesiones y lo repetimos tras un año. Los pacientes suelen emocionarse al ver que su función respiratoria ha mejorado notablemente en ese lapso”.

El tratamiento es gratuito y abierto a cualquier persona. Los interesados pueden comunicarse al 55 5623 2300 (extensiones 32446 y 4310), o al 55 4934 6899 de lunes a viernes, de nueve de la mañana a tres de la tarde. También pueden escribir a protocolo.contra.el.tabaco@gmail.com o acudir al Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina, ubicado en el sexto piso del Edificio B.

“Dejar de fumar es un regalo, una esperanza de vida. Estamos aquí para ayudarlos, motivarlos en su propósito y brindarles un servicio profesional con bases científicas”, concluye la profesora Ponciano.