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BIBLIOTECA CENTRAL, LA HISTORIA DE MÉXICO PLASMADA EN MUROS

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Una vez que el pintor y arquitecto mexicano Juan O’Gorman (1905-1982) realizó, entre 1951 y 1953, con el apoyo de un ejército de trabajadores, el mural Representación histórica de la cultura, que recubre las cuatro caras de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, hizo de ésta el edificio icónico por excelencia de la Universidad Nacional Autónoma de México, pero también uno de los más conocidos y admirados en el mundo entero.

“La Biblioteca Central es un ejemplo extraordinario de arquitectura como pintura y de pintura como arquitectura. Es decir, se trata de un proyecto que no cabe dentro de los moldes del funcionalismo porque justamente se convirtió en pintura. En esto reside su originalidad”, afirma Rita Eder, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y especialista en Historia del arte.

El origen del mural Representación histórica de la cultura se remonta hasta mediados de la década de los años 40 del siglo pasado, cuando Diego Rivera –quien ya había comenzado a levantar el Museo Anahuacalli en el pueblo de San Pablo Tepetlapa, en Coyoacán, para albergar su magnífica colección de figuras prehispánicas– llamó a O’Gorman y le solicitó que participara en la hechura de motivos en mosaico en el interior de esa singular construcción.

“Esta experiencia sería esencial para el proyecto que O’Gorman llevaría a cabo años después en la Biblioteca Central”, señala la universitaria.

Piedras de distintos colores

En un principio se pensó en utilizar unas losetas vidriadas para revestir la Biblioteca Central, cuyo diseño arquitectónico fue planeado y ejecutado por el mismo O’Gorman en colaboración con Gustavo Saavedra y Juan Martínez de Velasco; sin embargo, a aquél no le gustaba este material.

“Recordemos que O’Gorman se inició como arquitecto en el funcionalismo más puro, pero en algún momento de su vida dejó de apasionarle lo que hacía. Posteriormente conoció el trabajo del arquitecto estadunidense Frank Lloyd Wright, en cuyo diseño arquitectónico hay una relación muy estrecha entre paisaje y naturaleza. Esta relación, que a O’Gorman le entusiasmó, y la estancia con Diego Rivera en el Anahuacallile fueron dando ideas de cómo podía modificar su visión funcionalista inicial e intentar una arquitectura de raíz mexicana. Así, cuando llegó a Ciudad Universitaria y se enteró de que la Biblioteca Central tenía que responder al diseño de una arquitectura racionalista, resolvió aplicar un revestimiento total de mosaico sobre las caras exteriores del edificio”, explica Eder.

La Biblioteca Central está recubierta con puras piedras de colores naturales que O´Gorman buscó en varias regiones del país. Encontró 150 distintas, de las cuales escogió 10 o 12 (unos dicen que 10 y otros que 12) de color rojo, amarillo, rosa, verde, gris, negro y blanco. Y las que no halló, de color azul, las sustituyó con vidrio de ese color que se despedazó para que pudiera ser aplicado.

“Uno de los puntos principales de la pintura mural es el que tiene que ver con su perdurabilidad. Si es arte público y está a la intemperie, ¿cómo se puede conservar? (David Alfaro) Siqueiros y Rivera hicieron algunos experimentos al respecto, pero la propuesta de O’Gorman fue bastante efectiva, pues el mural confeccionado con estas piedras ha resistido y se ha conservado en excelente estado hasta la fecha”, agrega la investigadora.

Iconografía

En la cara norte del mural, O’Gorman usó imágenes del Códice Borbónico y el Códice Mendocino para representar la época prehispánica, pues su propósito era que semejara una especie de amoxcalli, que en náhuatl significa “casa de libros”, o sea, el lugar donde se guardaban los códices precolombinos (documentos pictóricos hechos por miembros de los pueblos indígenas de Mesoamérica para dejar constancia de su historia, sus creencias, sus costumbres, etcétera).

“La forma de la Biblioteca Central es marcadamente horizontal, característica que se asocia a la forma de un libro y de los códices”, informa Eder.

En la cara sur, el pintor y arquitecto nacido en Coyoacán plasmó diversos aspectos de la cultura occidental y el carácter dual de la Conquista española y la época colonial.

“La peculiaridad de lo que se observa en esta cara es que no se parece a ninguna otra representación de la historia de la Colonia, porque se incluyó el debate de la ciencia como parte de aquélla. O’Gorman representó el conflicto entre las teorías de Ptolomeo, quien creía que la Tierra estaba inmóvil y ocupaba el centro del universo, y que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas giraban a su alrededor, y Copérnico, quien aseguraba que la Tierra y el resto de los planetas giraban alrededor del Sol, lo cual iba en contra del geocentrismo defendido por las convicciones religiosas. También se aprecian escenas de las batallas durante la Conquista y del triunfo de la Iglesia sobre las creencias de los pueblos indígenas, que provienen del llamado Lienzo de Tlaxcala, un códice colonial producido en la segunda mitad del siglo XVI”.

En la cara oriente, O’Gorman reprodujo su particular visión del mundo contemporáneo, desde la Revolución mexicana hasta la modernidad de mediados del siglo XX, representada por el signo atómico. Y, por último, en la cara poniente, trabajó con elementos relacionados con la Universidad y el México actual, entre los que destaca, arriba al centro, el escudo de la UNAM con el lema: “Por mi raza hablará el espíritu”.

“Aunque la iconografía de Representación histórica de la cultura resulta notable, en realidad lo más importante es la asombrosa idea que tuvo O’Gorman de revestir un gran edificio como la Biblioteca Central con piedras de distintos colores naturales. En este sentido, la originalidad de esta construcción es incontestable. Creo que, con lo que dejó plasmado en sus muros, O’Gorman alcanzó en la segunda fase de su vida el objetivo al que aspiraba. Por cierto, junto con Brasilia, inaugurada en 1960 como la capital de Brasil, el edificio Seagram, en Nueva York, y otros inmuebles, la Biblioteca Central aparece en innumerables libros como un ejemplo.