José Emilio Pacheco, un pilar de la literatura mexicana contemporánea, nos entrega en “Tenga para que se entretenga” un relato que destaca por su capacidad para conjugar la realidad histórica con elementos de misterio y lo sobrenatural. Este cuento, incluido en la colección El principio del placer (ERA, 1997), es una muestra del talento narrativo de Pacheco, quien logra transportar al lector a un México de la década de los cuarenta, recreado con una precisión y detalle que sólo un maestro de la palabra puede lograr.
La historia gira en torno a la desaparición de Rafael Andrade Martínez, un niño de seis años que, durante una visita al Bosque de Chapultepec con su madre, Olga Martínez de Andrade, se encuentra con un misterioso hombre que parece surgir de las entrañas de la tierra. La trama se desarrolla a través del informe de un detective privado, Ernesto Domínguez Puga, quien es contratado para investigar este desconcertante caso. Este recurso epistolar le permite a Pacheco construir una atmósfera de intriga, manteniendo al lector en un estado de constante anticipación.
Desde el inicio, Pacheco nos sitúa en un contexto histórico específico, el México de los años cuarenta, una época marcada por la Segunda Guerra Mundial, la corrupción política y un ambiente social tenso. El relato se enmarca en un espacio que, aunque real, adquiere connotaciones casi fantásticas: el Bosque de Chapultepec, un lugar cargado de historia y leyendas, que en el cuento se convierte en un escenario donde lo imposible parece posible.
El personaje de Rafael, con su inocencia infantil, se convierte en el catalizador de una serie de eventos que desafían la razón. El hombre que aparece en la historia, descrito con un aspecto casi fantasmal —alto, pálido, con un uniforme antiguo—, añade un elemento de lo sobrenatural que contrasta con la racionalidad del detective y la desesperación de la madre. Pacheco utiliza este contraste para jugar con las expectativas del lector, que se ve obligado a cuestionar lo que es real y lo que pertenece al reino de las leyendas urbanas.
Uno de los aspectos más notables del cuento es cómo Pacheco entrelaza la narrativa con referencias históricas y culturales, como la inclusión de la Gaceta del Imperio y las alusiones al emperador Maximiliano. Estas referencias no sólo enriquecen el contexto, sino que también crean un vínculo entre el pasado y el presente, sugiriendo que la historia de México está llena de fantasmas que aún hoy perviven. La aparición de elementos tan anacrónicos como un periódico del siglo XIX o una rosa negra (una flor que no existe en la naturaleza) contribuyen a la atmósfera de misterio, y dejan al lector en una zona gris entre la realidad y la fantasía.
El Bosque de Chapultepec, un lugar emblemático de la Ciudad de México, se convierte en un personaje más dentro del relato. Pacheco lo describe con una precisión que hace que el lector pueda imaginar cada rincón, desde los árboles retorcidos hasta los senderos solitarios. Este escenario, que debería ser un espacio de esparcimiento, se transforma en un lugar siniestro, donde la naturaleza parece conspirar con fuerzas ocultas. Los elementos cotidianos, como los columpios y los tranvías, contrastan con la aparición del túnel subterráneo, sugiriendo que debajo de la superficie de lo común se esconden secretos inconfesables.
La estructura del relato es otro de sus puntos fuertes. Pacheco construye la historia a partir de fragmentos de información que el lector debe ir ensamblando, lo que genera una sensación de desconcierto y expectación. El detective, a través de su informe, ofrece una versión racional de los eventos, pero las contradicciones y los detalles inverosímiles dejan entrever que hay más de lo que él mismo puede explicar. Esto convierte al lector en un cómplice del misterio, que debe interpretar los indicios y llegar a sus propias conclusiones.
La desaparición de Rafael se convierte en un símbolo de la incertidumbre y la fragilidad de la vida en una época convulsa. El relato de Pacheco es una metáfora de la búsqueda constante de respuestas en un mundo lleno de enigmas, donde lo inexplicable a menudo se esconde detrás de la fachada de lo cotidiano. Los personajes, especialmente Olga, la madre, representan el sufrimiento y la desesperación ante lo desconocido, mientras que el detective encarna la lucha por encontrar una lógica en un caso que desafía toda explicación.
A lo largo del cuento, Pacheco juega con la ambigüedad, dejando al lector con más preguntas que respuestas. El final, que no desvelaremos aquí, es un ejemplo de la maestría del autor para cerrar la historia de una manera que es a la vez satisfactoria e inquietante, permitiendo que el misterio perdure en la mente del lector mucho después de haber terminado la lectura.
“Tenga para que se entretenga” es un cuento que, más allá de su trama intrigante, invita a reflexionar sobre los límites de la realidad y el poder de las leyendas. Es una obra que demuestra por qué José Emilio Pacheco es considerado uno de los grandes narradores de la literatura hispanoamericana, capaz de crear historias que son tan profundas como entretenidas.
Para aquellos interesados en explorar más esta fascinante historia, está disponible una versión en audio en la plataforma Descarga Cultura UNAM, que puede ser escuchada en el siguiente enlace: Tenga para que se entretenga. Este cuento es una puerta abierta a un universo donde la historia, el misterio y lo fantástico se entrelazan de manera magistral, invitando al lector a perderse en sus páginas y descubrir los secretos que esconde.