Una semana después del sismo del 19 de septiembre de 1985, ocurrió un milagro: los bomberos de la UNAM, en conjunto con otros equipos de rescate, encontraron a cinco bebés con vida en los escombros del Hospital Juárez.
“Todos los días, a todas horas, estábamos en ese lugar”, recordó Roberto Hernández Camarillo, quien con apenas 18 años ya era bombero de la UNAM.
Probablemente, los bebés sobrevivieron al recibir leche materna de sus madres fallecidas, lo que los mantuvo hidratados. Fueron apodados “Los niños milagro”.
“Ese rescate nos infundió más energía para seguir trabajando”, añadió el bombero universitario.
32 años después, el 19 de septiembre de 2017, la historia se repitió. Roberto, ahora jefe del Departamento de Prevención y Combate de Siniestros de la Dirección de Protección Civil y Bomberos de la UNAM, también estuvo presente.
Estaba en una junta con mi director general cuando ocurrió el sismo. Inmediatamente fuimos convocados para acudir al Colegio Rébsamen, en la delegación Tlalpan.
Pese a la urgencia, fue difícil llegar al lugar debido al tráfico y al caos generalizado. Finalmente en el lugar del desastre, el equipo obtuvo los planos del colegio para facilitar un rescate más eficiente.
Roberto, consciente de que las escaleras son lo primero en colapsar en un sismo, dirigió la búsqueda en esa zona, encontrando el mayor número de víctimas. Trabajaron en conjunto con el equipo de perros de búsqueda de la UNAM, con cuerpos de emergencia gubernamentales y con civiles.
“Es un trabajo complicado, pero los civiles nos apoyaron con todo corazón”, dijo. Las labores de rescate terminaron el 20 de septiembre a las 13 horas.
De 1985 al 2017
Del terremoto de 1985, los cuerpos de emergencia y civiles aprendieron algunos métodos para mejorar la búsqueda entre los edificios caídos. Por ejemplo, al sonido de un silbato todos guardan silencio y paran todas las máquinas para así escuchar algún sonido de la víctima.
La tecnología fue uno de los grandes avances en el 2017. Actualmente en la UNAM contamos con rayos infrarrojos, cámaras térmicas, radios portátiles, y mejores técnicas de rescate en los espacios confinados.
Aunque en 1985 si había gente capacitada para este tipo de siniestros, definitivamente hoy estamos mejor preparados, agregó el entrevistado.
En la UNAM
Siguiendo los pasos de su padre, Roberto inició su carrera de bombero en la UNAM a los 16 años. Debido a que era menor de edad, presentó el permiso firmado por sus padres y, tras tres meses de capacitación, empezó a vivir su sueño.
A los 18 años, vivió el sismo de 1985, y las labores de rescate lo impactaron tanto que incluso pensó en abandonar la carrera. Sin embargo, después de una charla con su padre y tras pensarlo bien, decidió continuar con su profesión. Hoy agradece las palabras de su progenitor y también el haber seguido trabajando para la UNAM.
A pesar de sus 38 años de antigüedad como bombero, Roberto no ha cerrado las cicatrices de todos los siniestros que ha visto. “Cuando encontramos en el Colegio Rebsamen el primer cuerpo de un niño, por un momento me derrumbé y recordé lo que había vivido en 1985”. No obstante, continuó su labor.
Para Roberto, trabajar en la UNAM es un enorme orgullo. De hecho, los bomberos tienen el privilegio de aprender directamente con la Facultad de Química, donde los capacitan sobre técnicas de control de incendios, derrames de sustancias químicas peligrosas e incluso cómo manejar bombas nucleares y situaciones de terrorismo.
“Como ser humano, me siento bendecido porque me pagan por algo que me gusta mucho: hacer ejercicio, tomar capacitaciones y servir a la gente”, concluyó.