Aunque solemos asociarlo solo con piel grasa, acné o brillo indeseado, el sebo humano es mucho más que una sustancia oleosa producida por nuestra piel. Esta compleja mezcla de lípidos naturales cumple funciones esenciales: protege la piel, previene la deshidratación y actúa como barrera frente a bacterias y contaminantes.
Pero, ¿y si esta sustancia pudiera ofrecer pistas valiosas sobre lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo? Recientes estudios realizados por instituciones como la Universidad de Kansas, el Instituto Dermatológico San Gallicano (Roma), la Universidad de Mánchester y la Universidad de Ámsterdam han comenzado a explorar su potencial como fuente de información biomolecular no invasiva. Esto abre la puerta a nuevas formas de diagnóstico y monitoreo de la salud sin necesidad de agujas ni procedimientos complejos.
Con el respaldo del Dr. Eden Morales Narváez, investigador del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada (CFATA) de la UNAM —quien ha destacado el potencial del sebo para el desarrollo de tecnologías biomédicas emergentes en Trends in Biotechnology, una de las revistas más influyentes en el ámbito de las ciencias aplicadas—, exploramos por qué este fluido biológico podría convertirse en una herramienta clave para la medicina del futuro.
Una fuente valiosa de información
Además de proteger la piel, el sebo está emergiendo como una fuente rica en datos biomoleculares, capaz de reflejar diversos procesos internos del organismo.
Los lípidos presentes en el sebo no solo forman parte de la estructura cutánea, sino que también intervienen en funciones biológicas clave, como la señalización celular, el transporte de proteínas y el almacenamiento de energía. Su composición puede reflejar el estado metabólico del cuerpo humano, ya que las glándulas sebáceas tienen la capacidad de captar lípidos directamente del torrente sanguíneo a través de receptores específicos.

De acuerdo con el Dr. Morales Narváez, el análisis lipídico del sebo permite identificar biomarcadores asociados con enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer, así como con afecciones como la diabetes tipo 2, la COVID-19 y el consumo de alcohol.
Por ejemplo, bajo el título “Diagnosis of Parkinson’s disease using paper spray ionisation-ion mobility spectrometry of sebum”, investigadores de la Universidad de Mánchester desarrollaron un método rápido y no invasivo para analizar sebo humano mediante espectrometría de movilidad iónica con pulverización de papel. A partir de muestras recolectadas de pacientes con enfermedad de Parkinson y de controles sanos, identificaron diferencias significativas en los perfiles lipídicos, particularmente en triacilglicéridos (TG), diglicéridos (DG) y especies de alto peso molecular no reportadas previamente en humanos.
También se detectaron variaciones en la longitud y saturación de las cadenas de ácidos grasos, incluyendo especies con ácidos grasos de cadena impar (OCFA), asociadas con disfunción mitocondrial. Estos hallazgos sugieren que el sebo podría convertirse en una herramienta diagnóstica eficaz, sensible y accesible.
Además de su utilidad para el diagnóstico de enfermedades neurodegenerativas, el sebo contiene otras moléculas de interés biomédico, como feromonas, ácidos grasos libres, hormonas y citocinas inflamatorias. Estos compuestos podrían utilizarse para evaluar estados inflamatorios del organismo o para detectar el consumo de sustancias como cocaína o codeína, lo que amplía su aplicación en contextos clínicos y forenses.
Los retos de tenerlo como aliado
Aunque la recolección de sebo es relativamente sencilla —mediante parches como Sebutape—, su análisis presenta desafíos. Su naturaleza viscosa e hidrofóbica dificulta su tratamiento con técnicas tradicionales diseñadas para líquidos más homogéneos.
Ante estas limitaciones, las técnicas ópticas espectroscópicas, como la espectroscopía Raman y su variante mejorada (SERS), han mostrado gran potencial. Estas herramientas permiten analizar el sebo directamente, sin procesamiento previo, al identificar las moléculas por sus patrones vibracionales característicos.
Actualmente, se desarrollan sustratos SERS especializados que mejoran la sensibilidad, la reproducibilidad y la integración homogénea del sebo en el análisis. Incluso se ha demostrado la viabilidad de realizar mediciones directamente sobre hisopos cutáneos sin necesidad de tratar previamente la muestra.
A medida que avanza el estudio del sebo, surgen interrogantes clave: ¿cómo influyen el método de muestreo, la zona del cuerpo, el tipo de disolvente, las condiciones de almacenamiento o el tiempo transcurrido desde la recolección en los resultados? Para avanzar, será fundamental estandarizar estos procesos y diseñar herramientas que garanticen la reproducibilidad y la calidad de los datos.
Otros alcances
“Más allá de los retos tecnológicos, también se debe contemplar cómo medirlo y abordarlo”, señala Morales Narváez. “El sebo que tengo en la frente puede ser diferente al del cuello. Esto se debe a que la producción de sebo no es la misma en todas las partes del cuerpo. La cantidad y composición del sebo varían significativamente según la región, con mayor concentración en la cara, espalda y pecho”.
Estandarizar los procesos y asegurar la calidad de los datos será clave para consolidar su aplicación en contextos clínicos.
Más allá del diagnóstico clínico, el análisis del sebo tiene potencial en áreas como la farmacocinética, la bioseguridad, el monitoreo de terapias y la determinación de la edad biológica. Incluso se proyecta que estas técnicas puedan integrarse con inteligencia artificial para lograr una vigilancia dinámica y personalizada de la salud.
Esto permitiría no solo detectar enfermedades de forma temprana, sino también personalizar tratamientos y estudiar la respuesta del cuerpo a factores ambientales y emocionales.
El sebo humano, tradicionalmente visto como un subproducto molesto de la piel, está cobrando una nueva relevancia científica. Gracias a sus propiedades bioquímicas y su capacidad para reflejar procesos metabólicos y fisiológicos, esta sustancia se perfila como una herramienta valiosa para el desarrollo de métodos diagnósticos no invasivos, sostenibles y personalizados.
Si bien todavía enfrenta retos tecnológicos y metodológicos, el avance en técnicas analíticas y el desarrollo de dispositivos especializados podrían allanar el camino para su integración en la medicina del futuro. Con una visión interdisciplinaria y el respaldo de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial, el sebo podría convertirse en un aliado clave para monitorear dinámicamente nuestra salud y prevenir enfermedades antes de que aparezcan los síntomas.